Años antes de medirse con Sebastian Coe o Steve Ovett, los grandes rivales de Colomán Trabado eran Pedro de Castro y José María Vecino. El estadio de atletismo era la ‘vuelta al Polígono’. José Luis Sáez miraba a distancia y José Arroyo esperaba para lanzar desde las pistas de ceniza de Compostilla la carrera del primer deportista berciano con recorrido olímpico. Trabado no dejó nunca de ser para sus compañeros del Endesa ‘Colo’, el que les traía jabalinas y zapatillas de distintas partes del mundo, al mismo tiempo el amigo, el ídolo y la inspiración para quienes volvieron a acompañarle hace unos días en León al recibir la distinción como mejor deportista leonés del siglo XX, el último refrendo a una trayectoria de leyenda que empezó a forjarse en una Ponferrada de otro tiempo.

Colomán Trabado, de chaval, en una competición
“Siempre he presumido de haber estudiado en San Ignacio”, recalca. Allí encontró cómplices como José Luis Sáez, un “loco del deporte”, o el padre Julio, que le cambiaba los exámenes cuando competía
Colomán Trabado nació en Vega de Valcarce en 1958 cuando todavía era costumbre hacerlo en la casa familiar. Se crio en el Barrio de los Judíos de Ponferrada. “Había un campo al lado de casa que ahora, por desgracia, son pisos”, cuenta quien jugó en categorías inferiores al fútbol en la Ponferradina y al baloncesto en el JT. Cursó sus estudios en el Colegio San Ignacio, una prolongación de su pasión por el deporte “Siempre he presumido de haber estudiado allí”, recalca. Allí encontró cómplices como José Luis Sáez, un “loco del deporte”, o el padre Julio, algo más que un profesor de Latín y Griego. “Ya por entonces me facilitaba cambiar la fecha de los exámenes cuando competía”, destaca. Todavía antes de construirse las cooperativas y el Instituto Álvaro de Mendaña, dar una vuelta al Polígono de las Huertas del Sacramento era una final olímpica. Cada semana se batía el récord. Él lo dejó con 16 años en 5 minutos y 20 segundos.
Con 16 años precisamente, aconsejado por José Luis Sáez, llegó a las pistas de Compostilla de la mano de José Arroyo. Allí encontró algo más que “un grupo increíble”. “Allí encontré una familia que me arropaba. Hicimos un equipo de amigos. Iba a entrenar con todo el gusto del mundo”, dice al citar una lista interminable de compañeros. “Para hacer un buen 800 tienes que hacer un buen 400”, le recomendó Arroyo. Dicho y hecho. Sólo un año más tarde marcó 47 segundos y 90 centésimas en la vuelta a la pista. Y esta pista ya era de verdad. Ahora tocaba madurar de repente, integrarse en la Residencia Joaquín Blume de Madrid y conjugar los estudios con la competición de primer nivel. “Y el primer año”, admite, “lo pasé fatal. Sólo pensaba en que llegara el fin de semana para ver a mi familia”. Ser un campeón tiene sus penitencias.
Con apenas 18 años Trabado pudo ser ya olímpico en los Juegos de Montreal 1976 de haber formado España equipo del relevo 4×400. Lo fue, aun con la incertidumbre entre amenazas de boicot a un país comunista, en Moscú 1980: “Era muy joven y fueron unos Juegos atípicos”. Llegaba en el mejor momento a Los Ángeles 1984. Sólo Joaquim Cruz y Sebastian Coe, a la postre oro y plata, le habían batido ese año en el 800. Pero se rompió el arco plantar antes de los cuartos de final. Y cerró el ciclo olímpico en Seúl 1988, adonde llegó ya pensando en la retirada. “Fui de despedida más que nada”, cuenta quien hasta 1983 siguió luciendo los colores del Endesa antes de pasar por el Deportivo de La Coruña, el Barcelona y el Larios, el mejor equipo de Europa de la época. Imbatido campeón de España durante más de una década y media, campeón de Europa en pista cubierta en Budapest 1983 y campeón del mundo en los Juegos Mundiales de París de 1985 también bajo techo, las medallas relucen en su palmarés.
“Para hacer un buen 800 tienes que hacer un buen 400”, le recomendó José Arroyo en las pistas de ceniza de Compostilla. Dicho y hecho. Sólo un año más tarde marcó 47 segundos y 90 centésimas en la vuelta a la pista

Con sus compañeros del Endesa en Ponferrada

Colomán Trabado, defendiendo los colores del Endesa

Colomán Trabado, defendiendo los colores del Endesa
“Ahora la gente es muy competitiva. Pero nosotros no nos comíamos tanto el coco con los resultados. Y aprovechábamos para conocer las ciudades”, subraya al recordar su carrera
Colomán Trabado llegó a la élite del deporte español antes del boom que supusieron los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. Pero no se cambiaría de época ahora que se supone (“me cuesta creerlo”, admite) que hay zapatillas que mejoran los tiempos y que viajar a San Sebastián a unos nacionales ya no es “una odisea”. “Yo viví la mejor época del atletismo con mucha diferencia. Hemos disfrutado como nadie. Ahora la gente es muy competitiva. Pero nosotros no nos comíamos tanto el coco con los resultados. Y aprovechábamos para conocer las ciudades”, subraya. Se reconoce un “tío con suerte” que estuvo “en el sitio adecuado en el momento ideal” cuando acompañó a su entonces esposa, la gimnasta Marta Cantón, a un anuncio publicitario y, tras decir lo que no le gustaba, salió del despacho con un contrato de trabajo para la firma Aguirre y Compañía. No corrió los 800 en Barcelona, pero sí logró patrocinios deportivos para poner balones Mikasa a las competiciones de voleibol y waterpolo y ropa John Smith en Atlanta 1996 hasta cerrar otro ciclo olímpico.
Fue precisamente en 1996 cuando comenzó otra carrera, la política, primero en el Consejo Superior de Deportes, apenas a un centenar de metros de la Residencia Joaquín Blume en la que se formó. “Y subíamos entonces muchas veces a quejarnos. Yo era como el sindicalista que siempre estaba reivindicando”, se recuerda. Fue dando pasos sin ser del todo consciente: en 1983 fue recibido en La Moncloa por Felipe González tras el oro de Budapest y en 1990 se encargó de las enmiendas a la Ley del Deporte. Diputado durante varias legislaturas por el PP en la Asamblea de Madrid, desde 2015 le toca la política cara a cara con el ciudadano como concejal en el Ayuntamiento de Móstoles. Los vecinos dicen las cosas “por la calle y sin piedad”. Y los rivales dan a veces más codazos que los recibidos en su día para ganar la cuerda en las pistas: “Los codazos, por desgracia en una sociedad tan competitiva, están en todos los ámbitos”.
Los vecinos también le paran por la calle (hasta en dos ocasiones en una conversación telefónica de tres cuartos de hora para componer este relato) para pedirle fotos al grito de “Colo, Colo”. Colomán Trabado es un berciano de la diáspora que nota el declive de una tierra que le homenajeó poniendo su nombre al estadio de atletismo. “Soy un privilegiado”, repite para alabar a unos padres “que han sido modelo”, un hermano que también ha sido “amigo y protector”, una pareja y unos hijos “maravillosos”. En su agenda de contactos está lo más granado del deporte español. “La cabeza”, remarca, “es lo que hace diferentes a los cracks”. Unos días antes de comer con Fernando Romay, volvió a su provincia de origen para ser nombrado mejor deportista leonés del siglo XX. Allí volvió a ser arropado por aquellos compañeros del Endesa con los que comparte recuerdos envueltos en ceniza y casi cincuenta años de amistad. “Y la mejor medalla”, concluye uno que tiene muchas y muy valiosas, “son los amigos”.
Tras su carrera deportiva y una incursión por el ámbito del patrocinio, inició carrera política, primero en el Consejo Superior de Deportes, luego en la Asamblea de Madrid y ahora en el Ayuntamiento de Móstoles

Colomán Trabado, al fondo, entrenando con el también berciano Fidel González

Colomán Trabado, con la selección española

Colomán Trabado, con la selección española

Colomán Trabado, con la selección española

Con el también atleta berciano Chus Alonso

Colomán Trabado, en 2012, en el estadio de atletismo de Ponferrada que lleva su nombre