Exsacerdote, profesor universitario, escritor y librero, la historia que cuenta Primitivo Martínez parece de otro siglo, y lo es, aunque hoy la modernidad también es un tren. “Matarrosa era la civilización y Faro la Edad Media”, recuerda, y entre esos dos mundos transcurrió su infancia. Entre el bullicio minero del primero y el salvaje silencio del segundo. En Matarrosa, donde sus padres regentaban el bar ‘Los fornelos’, vivió hasta los 10 años, en Faro aún pasa los veranos. Aquí nos recibe, en esta casa donde sus abuelos rezaban el rosario a diario pasando las cuentas entre los dedos para no repetir plegarias en vano. “A Matarrosa llegaba gente de todos los sitios, era como un pueblo del oeste americano. Lo que más recuerdo es el tren, todo giraba en torno a él, los niños íbamos a ver a la gente que iba y que venía”. “Muy creyente”, y en medio de una crisis religiosa azuzada por una educación que convertía al propio cuerpo en enemigo, la idea de pecado transformó su adolescencia en una lucha entre lo humano y lo divino. Una pugna que tardó años, estudios y mucha reflexión en librarse y que finalmente se resolvió en Puerto Rico, porque contra el aire del Caribe no hay doctrina que valga.

Primitivo Martínez, exsacerdote y escritor berciano afincado en Puerto Rico.
Primitivo, como Javier Sotuela, el ya fallecido Francisco Beltrán, o Miguel Rubio, fue uno de esos ‘curas rojos’, párrocos que bajándose del púlpito hicieron migas con los obreros, con los mineros, con los chavales que trabajaban la tierra de sus padres y que solo iban a misa los domingos porque si se cambiaban de ropa por la mañana ya no tenían que seguir trabajando más tarde. Entró en el seminario con 16 años y salió con 24. “Allí había de todo, unos tenían vocación y a otros los llamábamos los ‘desertores del arao’ porque iban a estudiar para no tener que ir al campo. Nos ordenamos doce y hoy siguen siendo curas seis”.
Con una vespa y toda la vida por delante su primer destino fue Argayo del Sil. “Llegué y me encontré feliz. La gente te trataba de don, te consultaba, te sentías alguien”. Le correspondían las parroquias de Argayo, Sorbeda, Anllares, Anllarinos y Faro. El poder que ostentaba en el 1965 el cura queda reflejado en una anécdota. “Un día llegando a Anllares para dar misa había dos muchachos segando y al verme se escondieron pensando que los iba a multar”. Al cabo de un año el obispo lo trasladó como profesor al Seminario Menor de La Bañeza y la alegría se apagó de golpe. “El ambiente no me gustaba nada, me llegué a enfermar. Pegar era lo normal, se pegaba constantemente, había una disciplina espartana”. Primitivo solicitó un nuevo traslado y se mudó, primero a Puebla de Sanabria y más tarde a Madrid, donde pidió permiso para ir a estudiar.
En la capital combinó su labor como docente con los estudios de Ciencias Sociales y Políticas y comenzó a viajar los veranos para trabajar en una parroquia de Puerto Rico. “Allí empecé a cuestionarme todo”, confiesa, “en Puerto Rico la Iglesia no era una institución, eran más libres”. Haciendo la tesis y con su fe en el sistema ya resquebrajada, conoció a su mujer, Zulma. “Vi las contradicciones y dejé de creer”, explica. Finalmente se doctoró y ya expárroco se casó y se instaló definitivamente al otro lado del Atlántico como profesor universitario.
Tras ocho años y una huelga universitaria, Primitivo dejó la docencia y fundó en San Juan la librería ‘Boriken Libros Inc’, un próspero negocio que abrió con la ayuda económica de un vecino y que llegó a tener doce empleados. Entre libros escribió los suyos, ocho, nada menos. Estudios y ensayos en los que reflexiona sobre temas como el celibato en la Iglesia, el papel de la mujer en la institución o la Inquisición. Aunque si le preguntamos tiene sus preferidos, ‘Efemérides y semblanzas fariegas’, un libro colectivo “y que el más me emociona”, y el último ‘Del sacerdocio al agnosticismo. Proceso’, un profundo análisis sobre los “mitos y su función manipuladora”.
Hoy, a punto de cumplir los ochenta, a Primitivo le quedan muchos trenes que coger todavía, porque como buen fornelo no deja que se le escape uno.

Primitivo Martínez, exsacerdote y escritor berciano afincado en Puerto Rico. Aquí junto al busto de tu tío, el oftalmólogo de Faro Ángel Fernández González.