La tuna era muy pródiga a rondar en la calle, con Esteban de la Puente, Galván, Manila, Ovalle o Fabiano.
La Rondalla Ponferradina debuta en sus instalaciones en diciembre de 1924. Los tunos en 1932 piden a La Obrera un local para ensayar son Amalio Fernández, el citado Esteban de la Puente, José Fernández, Jesús Losada y Santiago de Castro. En 1949 aparece en los locales la renovada Tuna Ponferradina.

Primera Tuna Ponferradina, en una imagen anterior a la Guerra Civil, bajo la dirección de Esteban de la Puente / Foto cedida por Luis Boya
Los tunos en 1932 piden a La Obrera un local para ensayar son Amalio Fernández, Esteban de la Puente, José Fernández, Jesús Losada y Santiago de Castro. En 1949 aparece la renovada Tuna Ponferradina
En la parte alta había tres pandillas callejeras, la de San Andrés, la del Espolón y la de La Obrera. Solo se ponían de acuerdo los merengues, que así les llamaban a los de la parte de arriba cuando se enfrentaba a los de la Puebla, los hebreos.
Desde estos salones salían a las dos de la mañana después de la ronda de bodegas, a rondar, personajes emblemáticos como Pepe Fra, Nicolás Pérez, Sarmiento, Luis Benítez, Ricardo Tahoces, El Musio, Ángel Pestaña de Valdecañada, Arañon, Bazo, Carrero, Julio El Guarro, Farruco Santamarina llamado Ver Ver.
Abel Fernández Voces hijo de Pepe ‘El Chato’ y llamado ‘Cataluña’ por trabajar muchos años en la tienda de ropa El Catalán. Julito Galán, Julio Martínez, mi suegro, empleado del ayuntamiento. Precisamente en un libro inédito de este último, en memoria de Nicolás Pérez Fernández y otros bercianos singulares, cedido por Carmina, mujer de Abel, que todavía vive y muy guapa como siempre, contaba una anécdota de Farruco, Ver Ver: “Era herrero de profesión, soltero y tenía la fragua en el bajo de su casa situada en la calle Carnicerías, y vivía con su hermana. Un día sobre las diez de la noche lo veo en el Bodegón, y saqué la conclusión que tenía apetito, lo invité a cenar a mi casa, y el hombre acobardado no aceptó, insistí hasta animarlo y accedió. Mi mujer se encontraba con gripe en la cama por lo que hice yo de anfitrión. El menú fue, un bote de perdices, fabricación casera, que contenía tres piezas y un queso manchego y aceitoso de gran sabor, con una botella vino tinto Guerra. Ya en la mesa, lo vi cobarde y que no atacaba, lo animé diciéndole ‘aquí como si estuvieras en tu casa’; buena cosa le dije, desapareció la timidez, arreó el bote perdiguero y buena parte del queso, el morapio también cayó entre ambos. Quedó tan agradecido que quiso despedirse de mi mujer y darle las gracias, lo acompañé a la habitación y le dijo. Señora cuando se ponga bien, iremos un día al cine”.
En la parte alta había tres pandillas callejeras, la de San Andrés, la del Espolón y la de La Obrera. Solo se ponían de acuerdo los merengues, los de la parte de arriba cuando se enfrentaba a los de la Puebla, los hebreos
Personajes como Pepe Melón, en la Semana Santa y en la Encina, que siempre estaba junto a la cruz parroquial, al que incluso proporcionaron un roquete, para que no desentonara del conjunto; Pitos, que vivía en la plaza de la Encina, se llamaba José Antonio Nieto y dio fama a la frase “tiemblas más que la mona de pitos” porque la quisieron ahogar en el Sil. Tartilán con las tartas, Mom del Tabardo, y sus canciones.
La Obrera no ha faltado nunca a las sesiones de chapas en Semana Santa con barateros conocidos como Tomás, Edelmiro, Toño el Dungo, Adolfo Girón Girón, que tuvo el bar Santa Marta. Qué sería la Semana Santa sin La Obrera y el ruido de las dos monedas de cobre, las llamadas “perras gordas”.
A partir de 1950 se sumaron otros locales para organizar bailes como el Centro Gallego, Edesa, Alaska, El Frontón.
La Obrera no ha faltado nunca a las sesiones de chapas en Semana Santa con barateros conocidos como Tomás, Edelmiro, Toño el Dungo, Adolfo Girón Girón, que tuvo el bar Santa Marta

Tuna Ponferradina, en la Avenida de la Puebla, con Ángel Cacharrón padre, Dionisio Boya y Jesús López, entre otros / Foto cedida por Luis Boya
En el orden de baile en los salones de La Obrera y el Casino en los años veinte se anunciaba con una primera parte de pasodoble, polka, chotis, vals, habanera y en la segunda añadían la mazurca que era originalmente un baile de salón de la corte real, y pasó a ser una danza para la clase popular que se baila en parejas, y el foxtrot, desarrollado a ritmo de las primeras orquestas de jazz.
En 1936 tocaban los músicos dos horas por la tarde y dos por la noche. Para entrar en este baile las parejas se anotaban en un papelito en la entrada hasta que se cubría el aforo, de 250 plazas, escuchaban a la Orquestina Berciana con Félix Blanco y Secundino Prieto.
Toño Criado es periodista. Texto extraído de su discurso como mantenedor de la entrega de insignias de La Obrera de 2019