Hay una suerte de experiencia fascinante que ocurre la primera vez que ves ‘El filandón’ y que sigue pasando tantas veces como la veas. ¿Quién va a hacer de Antonio Pereira mejor que Antonio Pereira? ¿Quién va a decir ‘monina’ mejor que una paisana de la tierra que espera a la muerte en su cama por no haber podido sembrar el campo por culpa de la Guerra Civil? El prodigio lo filmó hace ya casi cuarenta años el berciano Chema Sarmiento, que ahora se prepara para recibir la Espiga de Honor de la Seminci (Semana Internacional de Cine) de Valladolid.

Chema Sarmiento, junto a la casa de ‘Las peras de Dios’, en Albares de la Ribera
Chema Sarmiento documentó tradiciones como la maja o carreras alrededor del fuego de San Juan, todo ello regado con orujo, acompasado con música y aliñado con poesía de fresas
Sarmiento, nacido en Albares de la Ribera (Torre del Bierzo), ya había grabado un filandón, el que improvisan seis mujeres de un pueblo al borde de la desaparición velando el cadáver del último hombre que quedaba con vida en el mediometraje ‘Los Montes’. Convertir un velatorio en una fiesta fue al mismo tiempo una manera de exorcizar fantasmas personales y de dejar su sello a uno de los temas universales por excelencia. ¿Les suena tratar el vaciamiento de los pueblos o el empoderamiento de la mujer? El cineasta berciano lo hizo hace ya más de cuarenta años.
De una noche de insomnio surgió un sueño que arranca con niebla, el viento soplando y las campanas tocando en la campa de Santiago. La atmósfera de ‘El filandón’ ya ha atrapado en apenas unos segundos al espectador, con el que juega la película a base de guiños entre las cinco historias que cuentan a San Pelayo otros tantos escritores leoneses o cuando varios se asoman a una ventana de la ermita entre la oscuridad convencidos de que alguien ahí fuera los está escuchando. Dos de ellos, Luis Mateo Díez y José María Merino, son hoy Premios Nacionales de las Letras Españolas.

Cartel de ‘El filandón’

Cartel francés de ‘El filandón’
Haciendo una ficción como ‘El filandón’, Chema Sarmiento documentó tradiciones como la maja o carreras alrededor del fuego de San Juan, todo ello regado con orujo, acompasado con música y aliñado con poesía de fresas. Haciendo un documental como ‘Wolfram, la montaña negra’, ficcionó también la cara local de un episodio que situó al Bierzo como escenario colateral de la Segunda Guerra Mundial.
En estos días he visto por enésima vez ‘El filandón’. Y me ha vuelto a fascinar. En estos días he vuelto a ver a Chema Sarmiento. Y ha sido otra vez un lujo. Cuando nos despedimos, en la plaza de Albares de la Ribera, queda de fondo el portón de una casa que para mí siempre será la de ‘Las peras de Dios’, la mejor constatación de que su cine ha logrado trascender en el tiempo.

Fotograma de ‘El filandón’, con los escritores Pedro García Trapiello, Antonio Pereira, José María Merino y Luis Mateo Díez (de izquierda a derecha con el ‘santero’ en el medio)