Dice el lugar común que al Bierzo se le empezaron a agotar los recursos cuando dejó de extraer carbón de su subsuelo. Tino Pinilla todavía trabajaba en la mina cuando descubrió sobre la tierra otro filón, primero corriendo y luego pedaleando y nadando. Pinilla, extremo izquierdo en su juventud de los equipos de balonmano que hacían sombra desde Ponferrada a León, se refugió luego en el deporte individual, primero para correr maratones y luego para hacer triatlones hasta dar una vuelta de tuerca con los ironman. Él, que integró un sector que tenía en la unidad de acción una de sus principales banderas, se desespera al no encontrar complicidad para tratar de explotar el potencial de la comarca para los deportes en la naturaleza.

Tino Pinilla (en el medio abajo), con el equipo de balonmano Casino O Barco

Tino Pinilla (en el medio abajo), con el equipo de balonmano Casino O Barco

Tino Pinilla empezó a practicar balonmano en el Colegio Navaliegos por influjo de don Salustiano, el profesor de Educación Física: “Era bastante rápido. Marcaba muchos goles en el aire. Tenía muy buena suspensión”

Faustino Blanco Mancebo (lo de Pinilla procede de un mote familiar que adoptó su abuelo Crisanto Mancebo Valle por un futbolista del antiguo Atlético Aviación) vino al mundo en el número 36 de la calle Real de Ponferrada el 6 de noviembre de 1961. Había pasado ya por las Concepcionistas cuando se cambió a Navaliegos, donde empezó a practicar balonmano por influjo de don Salustiano, el profesor de Educación Física. Pinilla jugaba con la baza de la velocidad, que no aprovechó para el fútbol. “Era muy malo”, concede para explicar cómo pasó de chaval del lateral derecho de la Ponferradina al extremo izquierdo de los equipos de balonmano: “Era bastante rápido. Marcaba muchos goles en el aire. Tenía muy buena suspensión”.

La pasión por el balonmano siguió cogiendo cuerpo con el paso al instituto Álvaro de Mendaña, donde el relevo formativo lo tomaron otros profesores como José Cruz Vega, María José Rodríguez ‘Pepa’ y Pilar Rodríguez. “Había mucha afición”, cuenta Pinilla, que jugó en los equipos del Navaliegos y del Álvaro de Mendaña antes de defender los colores del Club Balonmano Bierzo-La Palloza y el Casino O Barco. Sin llegar nunca a doblegarlos, los conjuntos bercianos estuvieron a veces a punto de cuestionar el dominio del Colegio Leonés y los Maristas. “Allí estudiaban y entrenaban y aquí no teníamos esa dedicación”, resume al recordar aquella edad dorada sustentada sobre la base del esfuerzo para sobreponerse a la precariedad de los medios de la época.

Tino estiró su carrera balonmanística hasta los 22 años, compatibilizándola con su implicación en el negocio familiar Recreativos Pinilla, fundado por su tío Juan Mancebo Quiroga. Luego, como tantos bercianos, llegó a la mina siguiendo una tradición familiar hasta desempeñar el resto de su vida laboral en Antracitas de Gaiztarro, en las explotaciones de Alinos y Escandal. “Yo conocí a mineros de verdad”, sentencia para hacer valer el valor de las generaciones anteriores. ¿Cuál era la diferencia con las siguientes? “Aquellos mineros sabían salir de cualquier situación de riesgo”, responde quien reconoce que entró “con mucho respeto” y llegó a participar en la Brigada de Salvamento. “Y tengo un buen recuerdo de la fuerza que tenía el sector”, concluye.

“Yo conocí a mineros de verdad”, dice sobre sus años de trabajo en Antracitas de Gaiztarro. ¿Cuál era la diferencia con las siguientes? “Aquellos mineros sabían salir de cualquier situación de riesgo”

Tino Pinilla, llegando a la meta del Maratón de Nueva York de 1992 junto a Eduardo Domínguez Ferrer

Tino Pinilla, llegando a la meta del Maratón de Nueva York de 1992 junto a Eduardo Domínguez Ferrer

Ficha de Tino Pinilla por participar en el Maratón de Nueva York de 1992

Ficha de Tino Pinilla por participar en el Maratón de Nueva York de 1992

Tino Pinilla, en un recorte de prensa de Diario de León sobre su preparación para participación en un ironman

Tino Pinilla, en un recorte de prensa de Diario de León sobre su preparación para participación en un ironman

Cuando comenzó a correr maratones, su afición sonaba a excentricidad. “La gente tenía otras costumbres. Y aquello no se entendía. Loco era de las cosas más suaves que podían decirte”, admite

Pinilla todavía bajaba a la mina cuando empezó a correr maratones de la mano de Eduardo Domínguez Ferrer, desde Toral de los Vados hasta Nueva York, antes de la eclosión de la especialidad. Pero por entonces, en una tierra acostumbrada a usar los ratos libres para cultivar las fincas, aquella afición sonaba a excentricidad. “La gente tenía otras costumbres. Y aquello no se entendía. Loco era de las cosas más suaves que podían decirte”, admite. Y él, que en realidad estaba haciendo una prolongación de aquellas primeras carreras por la banda derecha de un campo de fútbol y la izquierda de una cancha de balonmano, fue el primer leonés en llevar su pasión al desierto y hacer en 1997 el Maratón de Sables.

Pinilla, que comenzó corriendo una hora al día por el parque del Temple, todavía bajaba a la mina cuando también se subió a la bici y se tiró a la piscina para empezar a hacer triatlones: 1.500 metros nadando, 40 kilómetros pedaleando y otros 10 corriendo. Fue esta vez de la mano del gallego Javier Beltrán. El relato es el propio de los pioneros: “Sin conocerlo previamente, lo llamé por teléfono. Me fui a su casa y él me lo enseñó todo”. Y así fue como en 1996 completó su primer ironman, donde se incrementa la agonía a fuerza de multiplicar el recorrido: 3.800 metros nadando, 180 kilómetros pedaleando y 42,195 corriendo. Si por cubrir este último tramo, que representa un maratón, lo llamaban loco, ¿qué le decían cuando afrontaba un ironman? “Que estabas arriesgando tu salud y que no estabas bien de la cabeza”, responde en su casa del barrio de Compostilla en plena tormenta de verano.

A pie, encima del sillín y sobre el agua (“vengo de la carrera, pero hoy lo que más me gusta es la bici”), Tino Pinilla descubrió el filón que la comarca tenía en su prodigiosa naturaleza hasta palpar sus últimos rincones tras sufrir lo indecible durante el confinamiento. Y tras lanzar pruebas deportivas subiendo el Pajariel, el Morredero y los Aquilianos y participar como veterano en el Tour de Flandes o la Milán-San Remo, se sorprende de que Ponferrada no aproveche la ola del Mundial de Ciclismo para organizar una clásica. “El Bierzo es un sitio privilegiado sin explotar”, sentencia para lamentar que la comarca no aprendiera una de las lecciones que dejó la mina: “El fallo es que no somos una gente unida”. Con 60 años de edad y el orgullo de desarrollar lo aprendido de profesores y entrenadores, pone cada día el despertador a las 6.45 horas. “Y me sigo levantando con la ilusión de entrenar”, concluye.

Pinilla, que ha participado como veterano en el Tour de Flandes o la Milán-San Remo, se sorprende de que Ponferrada no aproveche la ola del Mundial de Ciclismo para organizar una clásica

Tino Pinilla, participando en el Ironman de Lanzarote

Tino Pinilla, participando en el Ironman de Lanzarote

Tino Pinilla, participando en el medio Ironman de las Cíes

Tino Pinilla, participando en el medio Ironman de las Cíes

Tino Pinilla, participando en el Ironcat de L'Ampolla

Tino Pinilla, participando en el Ironcat de L’Ampolla

Tino Pinilla, subiendo el mítico Tourmalet en la Marmotte de los Pirineos

Tino Pinilla, subiendo el mítico Tourmalet en la Marmotte de los Pirineos

Tino Pinilla, en el centro (el fallecido Juan Tábara a la izquierda), en el medio Ironman de las Cíes

Tino Pinilla, en el centro (el fallecido Juan Tábara a la izquierda), en el medio Ironman de las Cíes

Tino Pinilla, en el podio del Ironcat con su nieto

Tino Pinilla, en el podio del Ironcat con su nieto

Tino Pinilla, en la actualidad en su casa del barrio de Compostilla de Ponferrada

Tino Pinilla, en la actualidad en su casa del barrio de Compostilla de Ponferrada