La jornada comienza a las 7.00 y terminará a las 22.00 horas para Diego Vázquez. Expúgil, formador, promotor y empresario, a veces lo han tirado a la lona, pero siempre se ha levantado. La última en ponerlo contra las cuerdas fue una pandemia que recetó distancias de seguridad para un deporte de contacto de las que no se libraron ni los espectadores de los eventos. La sanitaria vino a unirse a la profunda crisis de una comarca de la que nunca había querido salir. “Y lo que antes era impensable hoy no es descartable”, dice sobre la hipótesis de marcharse de una tierra berciana en la que ha sido catalizador de corrientes solidarias que lograron sueños que también parecían impensables en tiempo récord. Sea donde sea, él seguirá subiéndose al ring para dar la batalla desde la madrugada hasta la noche.

Diego Vázquez, en un combate
Diego Vázquez comenzó haciendo kárate como actividad extraescolar. Pasó por el taekwondo en el gimnasio Kim y profundizó en los deportes de contacto en el Atlas hasta que quiso volar en solitario
Son las 12.00 horas cuando Diego Vázquez se baja del ring por un rato. Y hace repaso vital. Nacido en Ponferrada, estudiaba en el colegio Peñalba antes de pasar por el instituto Álvaro de Mendaña cuando tomó contacto primero como actividad extraescolar con el kárate, que compatibilizaba con el fútbol en el Endesa. Pasó por el mítico gimnasio Kim con apenas 15 años de edad para hacer taekwondo. Y recaló luego en el Atlas de la parte alta de la capital berciana para introducirse en el kick boxing y el full contact. Cubriendo una vacante, allí dio sus primeras clases como formador. Cuando aquello se le quedó pequeño, aprovechando también el tirón de la tienda Mamba Shop, decidió volar en solitario. “Era el momento de crecer”, constata. Tras tirarse un mes en Tailandia, regresó para abrir gimnasio propio en la calle José Válgoma Suárez en noviembre de 2007.
El centro, concebido ya en origen como una escuela multidisciplinar, fue el caldo de cultivo de una afición a los deportes de contacto por entonces modesta en la comarca. Sentó las bases de una manera de trabajar que divide por niveles: usuario, competidor y profesional. Diego Vázquez se lanzó ya desde el principio a organizar eventos: el primero fue en el Pabellón del Campus de Ponferrada. Saltó al ring como púgil y se puso detrás de las cuerdas como entrenador. “Y eso fue un error”, admite. “Era incompatible competir y formar al mismo tiempo. No hay que tener prisa. Me habría gustado tener una carrera más dilatada. Pero aprendí que no se puede subir al ring estando a medias”, abunda. Con todo, fue campeón de Europa de kick boxing K1. Y pasó de pelear en 2009 ante 1.300 personas en Cortiguera (Cabañas Raras) a despedirse en 2015 en La Casilla de Bilbao ante 6.500 espectadores.
Vázquez quiso compensar errores cuando puso un punto y aparte y se volcó en la tarea de entrenador. ¿Cómo se forma un formador? “Con muchos kilómetros, muchas inversiones y trayendo cosas nuevas”, responde. El resultado está a la vista en los cinturones de campeones de Tito Macías o Cristian Torres. “Soy mil veces mejor formador que peleador”, sentencia el berciano, que responde a las preguntas como si lanzara directos en el cuadrilátero. ¿Qué le recomendaría a alguien que quisiera seguir sus pasos? “Que no tenga prisa, que escuche, que abra los ojos y que cierre la boca”, contesta. “Yo llevo toda la vida y no ha aprendido ni un 10%. Hay que escuchar a la gente mayor. En la vida hay que tener experiencia”, añade quien dio otro salto vital para abrir en 2011 lo que hoy es el Mamba Bierzo Fitness Center en el PIB (Parque Industrial del Bierzo).
“Era incompatible competir y formar al mismo tiempo. No hay que tener prisa. Me habría gustado tener una carrera más dilatada. Pero aprendí que no se puede subir al ring estando a medias”, dice

Diego Vázquez, con un trofeo en la mano y el cinturón de campeón, con Tito Macías (izquierda)

Diego Vázquez (en primer término con una bandera del Bierzo), junto a Cristian Torres (derecha)

Diego Vázquez, con una bandera del Bierzo en el Etihad Arena
Con la misma filosofía multidisciplinar pero un punto más ambicioso, el complejo es hoy “un centro de alto rendimiento total” desde el que ha echado abajo prejuicios a fuerza de demostrar que se puede simplemente disfrutar como usuario “haciendo deporte de forma lúdica y sin contacto”. Las propias dimensiones del espacio le permitieron abrir el abanico de disciplinas y formar desde la base sin olvidar nunca un marchamo de “centro deportivo solidario” que, en plena crisis económica, lideró campañas como las que lograron en tiempo récord una prótesis específica para la joven Marta Casado o llevar ropa a Mauritania. Las victorias en el ring se quedan pequeñas en la comparativa: “Esto te da una recompensa plena. Es lo más grande que he hecho en mi vida”.
El Mamba Bierzo Fitness Center nunca ha olvidado su marchamo de “centro deportivo solidario” sustanciado en campañas como la que logró una prótesis para Marta Casado: “Y eso te da una recompensa plena”
Diego Vázquez estaba preparado para dar otro salto y ampliar el gimnasio cuando la pandemia frustró los planes y lo puso contra las cuerdas. Perdió a los usuarios mayores de 50 años y retomó los eventos al principio sin público. “Fue muy duro”, reconoce quien ahora pretende volcarse en su función como promotor hasta ahora esquivando las oportunidades de trabajar fuera para seguir en una comarca a la que insta a pasar de las palabras a los hechos. “Hay que consumir Bierzo. No hay que decirlo, sino consumirlo”, apunta apostando por generar una economía circular para una tierra en la que nació un campeón que seguirá luchando hasta el final.

Diego Vázquez, con uno de sus hijos

Diego Vázquez, en la actualidad en el Mamba Bierzo Fitness Center