Al día siguiente de que la selección española de fútbol abriera la mayor era triunfal de su historia, la Deportiva Ponferradina daba otro paso en la suya. Luis Aragonés había dictado una lección magistral en el viejo Prater de Viena y Carlos Cascallana estrenaba el primer campus de verano blanquiazul en el campo de Columbrianos. En medio de ese momento cumbre, tras vencer a Rusia en semifinales de la Eurocopa 2008, el ‘sabio de Hortaleza’ llamó al preparador físico berciano: “El domingo voy a ser campeón de Europa. El lunes habrá fiesta. Y el jueves estaré en Turquía. ¿Quiere venir conmigo?” Y Cascallana, que nació y creció en la casa mejor informada de Fabero y su cuenca minera, que marchó a Madrid a estudiar INEF y regresaba los veranos para enseñar a nadar a los niños de su pueblo y de Vega de Espinareda y que no se contentó con la docencia porque su sueño era el deporte de élite, hizo las maletas y se fue al Fenerbahçe tras toda una vida en el Atlético de Madrid.

Carlos Cascallana (primero por la izquierda abajo), con el Club Deportivo Fabero
Carlos Cascallana estudió INEF en Madrid. Y durante los últimos años de la carrera empleaba los veranos en enseñar a nadar (todavía recuerda los horarios de las clases) en Fabero y Vega de Espinareda
“Nunca había aceptado trabajar fuera, pero esta vez no lo dudé”, cuenta Carlos Pérez Cascallana, que se crio en “un pueblo minero y guerrero” cuya actualidad contaba su padre con aquel consabido “desde Fabero y su cuenca minera habló, como siempre, para ustedes Manuel Pérez Álvarez” como cierre de sus crónicas radiofónicas. Delineante y cronista, también fue juez de paz. “Mi padre era un hombre de calle. Más de una vez me llamó para acompañarlo. Juntaba a los vecinos antes de que fueran a juicio”, rescata como punto de partida de su propia biografía, que resume en apenas tres minutos para luego desmenuzarla en una hora de conversación todavía con otro hito iniciático, el de haber subido siendo juvenil al primer equipo del Club Deportivo Fabero para ejercer como extremo en Tercera División. A la pregunta de cómo era como futbolista, aplica como respuesta el mismo adjetivo que para su pueblo: “Guerrero”.
Carlos Cascallana, que creció “en un ambiente tranquilo, cercano y humilde”, fue a Madrid detrás de un sueño. Cursó los estudios de INEF y durante los últimos años de la carrera empleaba los veranos en enseñar a nadar (todavía recuerda los horarios de las clases) en Fabero y Vega de Espinareda. Aunque por entonces una de sus opciones vitales pasaba por regresar a su pueblo, ser profesor de Educación Física y completar su actividad como monitor de natación o preparador físico de su antiguo club de fútbol, había otra meta que le rondaba la cabeza. Y a pesar de sacarse la oposición a docente (“mi padre me decía que tenía que tener un colchón”), se recuerda siguiendo los entrenamientos de los principales clubes de Madrid o las preparaciones de la selección española: “Me gustaba el fútbol de alta competición”. Había un sueño por cumplir.
Las cosas, claro, eran muy diferentes. “Ahora se mide todo con GPS, pero entonces no había casi más tecnología que un cronómetro. Todo era muy intuitivo y la receta era trabajo, trabajo y trabajo”, compara. El club de sus amores, el Atlético de Madrid, le abrió las puertas. Fue escalando categorías hasta ser preparador físico del Atlético Madrileño en Segunda División con dos mitos como Joaquín Peiró e Iselín Santos Ovejero en el banquillo. Y subió al primer equipo de la mano de José Armando Ufarte para ser asistente del preparador físico de César Luis Menotti. Palabras mayores. El sueño se había hecho realidad. Como la paciencia no era una de las virtudes de Jesús Gil, en los diez años siguientes tuvo que trabajar con hasta 21 entrenadores distintos. “La incertidumbre era total. Y todo eso perjudicaba al trabajo”, asume quien ya entonces ejercía como empleado del Atlético de Madrid.
“Ahora se mide todo con GPS, pero entonces no había casi más tecnología que un cronómetro. Todo era muy intuitivo y la receta era trabajo, trabajo y trabajo”, compara al recordar sus inicios en el Atlético

Carlos Cascallana (izquierda), en un entrenamiento del Atlético de Madrid con Manolo (derecha) y Futre

Carlos Cascallana, flanqueado por los atléticos Koke (derecha) y Gabi

Carlos Cascallana, con su hijo Manuel, el Pozo Julia de Fabero
El destino resultó tan caprichoso que se lesionó la rodilla a la llegada al banquillo del serbio Radomir Antic y no pudo disfrutar del histórico doblete de la temporada 1995-1996. Cascallana, que sí pudo saborear las mieles de las Copas de Rey de 1991 y 1992, destaca las cualidades físicas de Paulo Futre o el trabajo de adaptación de Bernd Schuster. Cuando Luis Aragonés fichó por el Sevilla, lo llamó para que lo acompañara, pero prefirió continuar en el Atlético de Madrid, donde luego pasaría a ejercer funciones en el fútbol base. “Yo era muy atlético”, se justifica sin ocultar que ha pensado en alguna ocasión (otra vez el capricho del destino) que habría sido campeón de Europa de haber seguido de la mano de Luis, “una personalidad arrolladora” que era “un pedazo de pan” como persona siendo consciente de que “el entrenador tiene que ser un poco actor”. Y también acompañó en Turquía, China y Málaga a aquel Schuster que se había puesto a tono físico en un mes.
“El berciano, por naturaleza, es emprendedor, intuitivo y guerrero”, sentencia sin obviar que ahora a la comarca le toca remontar el partido. “Pero yo estoy convencido de que volverá a estar arriba”
“Lo que más valoro es la experiencia de que un tío de un pueblo estuviera en la alta competición”, resume ahora que preside el FPA Las Rozas (Footbal Player Academy), un proyecto formativo que acaba de recibir el premio a la mejor escuela federativa de la Comunidad de Madrid, y puede tomarse las cosas con relativa calma hasta regresar con cierta frecuencia a su comarca de origen con un ojo puesto en su familia y su gente cercana y otro en la Ponferradina como “icono del Bierzo”. Él vivió una época de esplendor económico que también tenía sus paradojas: “Muchos amigos trabajaron en la mina y algunos, por desgracia, fallecieron allí”. Y presume de ADN. “El berciano, por naturaleza, es emprendedor, intuitivo y guerrero”, sentencia sin obviar que ahora a la comarca le toca remontar el partido. “Pero yo estoy convencido de que volverá a estar arriba”, augura quien viajó por el mundo detrás de un sabio cuya filosofía era “ganar, ganar y volver a ganar”.

Carlos Cascallana (izquierda), con Bernd Schuster

Carlos Cascallana (izquierda), con Luis Aragonés

Carlos Cascallana (arriba junto a Luis Aragonés), en un acto del Atlético de Madrid presidido por Jesús Gil

Carlos Cascallana (derecha) con el Cholo Simeone

Carlos Cascallana (derecha), con Luis Aragonés en Turquía

Carlos Cascallana (izquierda), junto a Luis Aragonés, en Turquía

Carlos Cascallana, en su etapa en Turquía, con Roberto Carlos en primer plano

Carlos Cascallana (izquierda), con Bernd Schuster en el Málaga

Carlos Cascallana (segundo por la derecha arriba), recibiendo el premio a la mejor escuela federativa de la Comunidad de Madrid para el FPA Las Rozas