A la misma edad a la que algunos de los pupilos de Avelino Díaz se meten de lleno en la bicicleta él tiraba de pala. “No podía con ella”, admite al recordarse con apenas 12 años en el exterior de la mina Los Panaderos de Santa Marina de Torre (Torre del Bierzo), donde trabajó de pinche hasta los 16. Luego fue minero de interior hasta los 33, retirado por un primer grado de silicosis hasta compatibilizar durante casi diez años la prestación con un empleo a tiempo parcial en un taller mecánico. Y ahí comenzó otra vida. El ciclismo fue su alternativa al bar. Él, que al principio no sabía ni cambiar los desarrollos, supera ya las dos décadas al frente del Club Ciclista Bembibre sin perder la ilusión: “Te gusta tanto y te ves tan metido que quieres ir con los chavales hasta el final”.

Avelino Díaz
Avelino Díaz, que había empezado a trabajar a los 12 años, entró a la mina con apenas 16 y sin desarrollar físicamente: “El primer día dentro pasé miedo. No me volví para casa por vergüenza”
Díaz tuvo que aprender de mayor a cambiar de catalina y piñón porque la bicicleta apenas era un recuerdo de infancia, de cuando para los padres era un medio de locomoción y los chavales aprovechaban algún descuido para cogerla llegando a los pedales por debajo de la barra. Nacido en Cerdeiras (Begonte, Lugo), tenía cinco años cuando su familia se trasladó a Santa Marina de Torre para que su padre trabajara en la mina. Estudió en las escuelas del pueblo hasta que a los 12 años empezó su vida laboral. “Había que hacer grava. Y a mí no me entraba la pala. No podía con ella”, cuenta. Sin que se enterase su madre, a los 16 fue a pedir trabajo a Virgilio Riesco. Los niños de las cuencas se hacían hombres de repente: “El primer día dentro pasé miedo. No me volví para casa por vergüenza”.
Hacerse minero era un paso tan natural como paradójico para generaciones que bajaban a sacar carbón casi por inercia y sin respetar a las leyes de la biología y la anatomía. “Yo entré a la mina sin desarrollar”, asume. Los tiempos eran otros. Antes de extenderse las lámparas eléctricas, había que usar candiles de carburo: “Un día, de novato, se me ocurrió soplar. Y me quemé la cara. No dije nada. De aquella se callaba mucho”. Trabajaba ya en el Pozo Santa Cruz de Santa Cruz de Montes cuando fueron sus pulmones los que hablaron. Un primer grado de silicosis le apartó de un trabajo que alguna vez pudo arrebatarle la vida. “Pero me dio de comer a mí y a mi familia”, contrapone al exponer el “orgullo” de quien también se implicó en el Comité de Empresa en años de reconversiones. La suya personal, tras compatibilizar la prestación con un empleo en Talleres Hermanos López, iba a llegar a golpe de pedal.
Avelino se había casado a los 27 años con Celia, una vecina del pueblo. Se trasladaron a Bembibre y formaron una familia. Él le compró a su hija mayor una bicicleta. “Y me dijo que montara yo”, recuerda. Su vida dio un vuelco. “Yo no sabía ni cambiar”, admite para relatar cómo pasó de la bicicleta de montaña a la de carretera para participar en marchas y acabar años con 15.000 kilómetros en las piernas: “Me metí en el vicio. El ciclismo fue mi alternativa al bar”. Y así lo que al principio fue un encargo provisional para hacerse cargo del Club Ciclista Bembibre se ha convertido en una etapa de más de dos décadas como presidente en la que prima la ilusión sobre algunas penitencias: “He dejado de ir de vacaciones con mi familia. Se van todos menos yo. Mi familia se ha portado muy bien conmigo”.
Ya jubilado, le compró una bicicleta a su hija mayor. “Y me dijo que montara yo”, recuerda. “Yo no sabía ni cambiar”, admite para relatar cómo pasó de la bicicleta de montaña a la de carretera

Presentación del Club Ciclista Bembibre en 2005

Club Ciclista Bembibre, en pleno entrenamiento bajo los rigores del tiempo

Presentación del Club Ciclista Bembibre en 2023, con Samuel Sánchez como padrino
A falta de experiencia previa, tuvo que formarse como director deportivo para ser formador. Y ahora disfruta con chavales que le ponen frente al espejo de su propia infancia sin rehuir la comparación: “Ahora se les da de todo y a nosotros no nos daban nada. Y a veces no llegan a valorar las cosas”. En cualquier caso, la respuesta de los críos alienta la esperanza. “A mí me respetan mucho; me ven mayor. Y ellos aprenden rápido. Lo mejor es el trabajo con los pequeños”, afirma. Y pese a reconocer que ha habido momentos en que se ha planteado dejar la presidencia, hay otros que compensan todos los desvelos como el día en que uno de sus pupilos, Jesús Nanclares, llegó al campo profesional: “Es todo un orgullo. Es el premio que estás esperando: que ellos triunfen”.
“Hemos pasado de que casi toda la cantera fuera de Bembibre a ser de fuera incluso de la provincia”, lamenta tras mostrar su orgullo por que uno de sus pupilos, Jesús Nanclares, llegara al campo profesional
Avelino Díaz no oculta un descenso en la afición que va también en consonancia con la despoblación que sufre una zona que tampoco supo aprovechar el tirón del Mundial de Ciclismo de Ponferrada de 2014. “Hemos pasado de que casi toda la cantera fuera de Bembibre a que ahora sea de fuera incluso de la provincia”, dice al arrancar una nueva temporada con seis juveniles, cinco cadetes y 12 de escuelas, más apoyo privado que público y el agradecimiento a ilustres ciclistas que hacen de padrinos sin ninguna compensación económica. Él se muestra dispuesto a seguir tirando del carro, pero también a dar un paso al lado llegado el caso haciendo siempre una lectura positiva: “Estar implicado en el deporte me ha beneficiado”. La bicicleta, que era una desconocida, ha acabado siendo un pilar en su vida.

Club Ciclista Bembibre en Aranda de Duero

Club Ciclista Bembibre en la Vuelta al Besaya

Avelino Díaz, en el circuito cántabro

Club Ciclista Bembibre en Talavera de la Reina

Avelino Díaz, en Bembibre