Es domingo por la mañana. Se corre el Tour de Flandes. Decenas de bicicletas de última generación se ponen en el escaparate del televisor. Antonio Arias, que se crio en la posguerra entre estrecheces, se recuerda estirando el uso de tubulares ante la escasez tanto económica como de recambios hasta que un reventón acababa con sus sueños en el asfalto. “Perdí de ganar muchas carreras por andar con el material muy exigido”, cuenta al repasar una corta pero intensa trayectoria ciclista en otros tiempos. La comparación se vuelve inevitable al mirar la tele. “Pero no me cambiaría por correr ahora. Aquello fue muy bonito”, dice Arias, que se retiró a los 20 tras tener que renunciar a ir con la selección española a los Juegos del Mediterráneo de 1963. El año pasado todavía ganó otra carrera, esta vez contra la covid-19.

Antonio Arias, en sus años de ciclista, en Palencia

Antonio Arias, en sus años de ciclista, en Palencia

“Perdí de ganar muchas carreras por andar con el material muy exigido”, cuenta Antonio Arias, que tuvo guardado su primer trofeo ganado con 14 años para que su padre no descubriera que había ido a Toral de los Vados

“Todas las noches me acuerdo de la bicicleta”, sentencia Antonio Arias tras enlazar anécdotas de una carrera ciclista que empezó de modo furtivo. Aunque nació en 1943 en Villalibre de la Jurisdicción (Priaranza del Bierzo), pasó la infancia ya en Fuentesnuevas (Ponferrada). “Había bastantes problemas. Pero hambre no pasamos nunca”, relata sin ocultar que el trabajo primaba sobre la escuela. “Te mandaban al colegio los días en que no había que hacer otra cosa. Con 12 años ya estaba arando con la pareja de vacas”, añade. Tenía precisamente esa edad cuando en Fuentesnuevas se celebró una carrera de bicicletas de paseo. Fue su primera victoria. El suegro de su hermano le animó a seguir. Dos años después, su amigo Toño Trigales le prestó la bici para correr en Toral de los Vados por San Cristóbal. Quedó segundo: “Fui a escondidas. Y el trofeo estuvo guardado en casa para que no me lo viera mi padre”.

Como las cosas entonces había que ganárselas a pulso, su primera bicicleta fue fruto de un pacto: obtuvo las 16.000 pesetas que costaba como pago por controlar el ganado de la carnicería que había montado su hermano. Ahí despegó su carrera. Sin potenciómetros para medir los vatios como los de los participantes en el Tour de Flandes, aplicaba su propia lógica a los entrenamientos. “Yo me decía que cuantos más kilómetros hiciera, mejor. Y ya con 16 años iba dos veces a la semana a Lugo”, narra. Con esa edad ganó la Carrera de la Encina en la que un debutante Emilio Villanueva quedó tercero. Por entonces las victorias en el campo amateur tenían más resonancia. “Tú eres el de Ponferrada. ¿No?”, le abordó en León el lacianiego José Manuel López Rodríguez, con el que formó un tándem temido en el pelotón.

López y Asturias (con puertos míticos como la Cobertoria o los Lagos de Covadonga) están presentes en la mayor parte de aquellas aventuras ciclistas que comenzaban con un viaje en tren. Las bicicletas iban en un vagón de mercancías: “Y recuerdo que nos las trataban con mucho cariño”. El sentimentalismo quedaba luego en la línea de salida en carreras en las que, en ocasiones, se repartían codazos reales y figurados. “Y yo tenía mucho temperamento”, admite. No se regalaba nada. “López y yo nos juntábamos y hacíamos equipo”, remarca. El botín en la meta no era desdeñable para la época. Ciclista todoterreno, destacaba especialmente como escalador y por la punta de velocidad en el esprint, una especie de Alejandro Valverde de la época. Unas veces tocaba ganar y otras perder las opciones como aquel día en el que había partido de Mieres y le reventó el tubular de la rueda delantera en plena escapada.

Compró bicicleta por 16.000 pesetas ayudando a su hermano. Aplicaba su propia lógica a los entrenamientos: “Pensaba que cuantos más kilómetros hiciera, mejor. Y con 16 años iba dos veces a la semana a Lugo”

De izquierda a derecha en el centro de la imagen, Antonio Arias, Emilio Villanueva y Gustavo Gómez, tras una edición de la Carrera de San Pedro

De izquierda a derecha en el centro de la imagen, Antonio Arias, Emilio Villanueva y Gustavo Gómez, tras una edición de la Carrera de San Pedro

Antonio Arias (primer ciclista por la izquierda), en León junto a José Manuel López Rodríguez (derecha)

Antonio Arias (primer ciclista por la izquierda), en León junto a José Manuel López Rodríguez (derecha)

En Avilés, con el maillot del equipo Pepsi-Cola, Antonio Arias es el tercero por la izquierda, junto a José Manuel López Rodríguez, Ángel Rodríguez, Ángel Piñera y Juan Álvarez

En Avilés, con el maillot del equipo Pepsi-Cola, Antonio Arias es el tercero por la izquierda, junto a José Manuel López Rodríguez, Ángel Rodríguez, Ángel Piñera y Juan Álvarez

Fueron más los días de gloria como acredita la foto con un brazo en alto al esprint en Palencia. Los dos llegó a levantar tras haber oído en la vuelta anterior el toque de campana un día en Asturias. La organización decidió prolongar el recorrido y volvió a quedarse sin opciones. A pesar de ello, ya tenía abiertas las puertas de la selección española para participar en Nápoles en los Juegos del Mediterráneo de 1963 cuando se cruzó por el camino una forunculosis. “Era una ocasión única en la vida. No pudo ser. Y uno pierde la ilusión”, razona para explicar su retirada a los 20 años de edad en la que también influyó el parón obligado por la mili en Madrid, donde apenas pudo disfrutar de la bicicleta para participar y ganar la Carrera del Pavo, y las propias circunstancias de la vida al narrar el año que pasó aprendiendo el oficio de carnicero en Columbrianos, donde conoció a la que sería su mujer. “Y con la novia se acabó el ciclismo”, zanja riendo.

Tenía ya billete ir con la selección española a los Juegos del Mediterráneo de 1963 a Nápoles. Pero una forunculosis se cruzó por el camino: “Era una ocasión única en la vida. No pudo ser. Y uno pierde la ilusión”

A la vuelta de la mili, estuvo en la ruta con un camión durante unos meses hasta que se formó como soldador y recorrió distintos puntos de España hasta establecerse durante años en Valencia y regresar en 1982 a Columbrianos. El trabajo le dejó como secuela una EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica) que lo convertía en paciente de riesgo cuando llegó una pandemia que lo llevó a principios del año pasado al Hospital El Bierzo. Tuvo entonces que ‘pedalear’ contra el coronavirus. “Y creo que fue muy importante el haber sido deportista para superarlo”, sugiere. Recuperándose tras afrontar una de las etapas más duras de su vida lo dejamos entre fotos en blanco y negro de una época feliz y ciclistas en color y alta definición corriendo el Tour de Flandes en una mañana de domingo. Por la noche volverá a acordarse de la bicicleta.

Antonio Arias, en un entrenamiento en Bembibre

Antonio Arias, en un entrenamiento en Bembibre

Antonio Arias, en la Carrera de San Pedro, en la calle Gómez Núñez de Ponferrada

Antonio Arias, en la Carrera de San Pedro, en la calle Gómez Núñez de Ponferrada

Antonio Arias, a la izquierda, en una carrera en León, en el paseo de la Condesa

Antonio Arias, a la izquierda, en una carrera en León, en el paseo de la Condesa

Antonio Arias, con el brazo en alto, vencedor en Palencia

Antonio Arias, con el brazo en alto, vencedor en Palencia

Antonio Arias, en sus años de ciclista, en Palencia

Antonio Arias, en sus años de ciclista, en Palencia

Antonio Arias, en una imagen actual

Antonio Arias, en una imagen actual