Llega nerviosa, pero se relaja con cada saludo y cada palabra, que al fin y al cabo esta sigue siendo casa aunque no pise el campo desde que el cielo se puso negro en marzo de 2020. Año y medio de confinamiento impuesto y mucha silla, tanta que cuando se quiso poner en pie las caderas no respondían. “Estoy más torpe”, asegura, pero baja y sube las gradas del Toralín como si no estuviese a punto de sumar 82 primaveras. Violeta es muchas cosas, y todas buenas. Niña de la posguerra, madre, abuela, bordadora, lavandera de la Ponferradina, e hincha al mismo tiempo de la Deportiva y de la Cultural. Es lo que tienen las pasiones, que no entienden de puertos por insalvables que algunos los vean. “Nacida en Gijón, criada en León, pero del Bierzo más que las matas”, dice, a pesar de que cuando llegó aquí con 29 años “bajó la niebla y no volvió a levantar en 21 días, la jodida”.

Hija de una costurera y de un trabajador de Renfe, creció en los solares de Don Paco, en Armunia. “Tuve una infancia muy bonita, pero algunos recuerdos te marcan. La posguerra fue muy dura. No se podía hablar y la guardia civil entraba en las viviendas como Pedro por su casa”. La niñez, no obstante, duraba de aquella un suspiro. Empezó a bordar para ganar unos cuartos el mismo día en que cumplió los 13 años y a los 15 falleció su madre. “Me hice entonces cargo de la casa porque era la mayor de las chicas”, explica. Y tampoco hacía falta más razón que esa.

Violeta Arias y José Franganillo el día de su boda.

Violeta Arias y José Franganillo el día de su boda.

A su padre le gustaba el fútbol, y también a su futuro marido. Se conocieron en la pista de baile del barrio unas fiestas de San Roque y empezaron a salir en Nochevieja. “Y no te creas que era como ahora, había que volver a las diez y mi padre me estaba esperando en la puerta”. El noviazgo duró cuatro años y al cumplir los 25, Violeta Arias Barrientos y José Franganillo se casaron. Vivieron en León, en la casa paterna, hasta que a él, que trabajaba en Michaisa, lo trasladaron porque abrían en Ponferrada una tienda. “Vinimos con la cosa de estar solo unos meses”, ríe, y se instalaron en el barrio de la estación. “Pasé de una casa con huerta a un piso, pero el mayor cambio fue el clima”, recuerda, “y que ibas dejando las huellas del carbón al caminar”.

Su padre pidió la jubilación anticipada, se mudó a Ponferrada con ellos y suegro y yerno se hicieron socios de la Ponferradina. Ella continuó con su oficio y trabajó como bordadora para la tienda de Eugenia, “justo antes de llegar al puente Cubelos”, durante 35 años. Crio a dos hijas y a una nieta. “Con 70 años saltaba a la comba mejor que mi nieta. Me lo pasé bomba. Con ella, mi amiga Elena y su hijo comencé a ir al fútbol habitualmente”. Franganillo, que para entonces ya era el utillero del equipo, quería que se quedasen en el fondo sur. “La gente allí es más formal, me decía”, pero a ellas les gustaba más la farra de un lado que la tranquilidad del otro y se pasaron al fondo norte.

Y de repente llegó un revés. El fallecimiento de su hermano le afectó tanto que su marido propuso dejar el fútbol para quedarse con ella. “Le dije que ni hablar, claro, y entonces él dijo: pues te vienes conmigo”. Comenzó así a ocuparse de la lavandería, a arreglar una camiseta que se descosía por aquí y a planchar un poquito cuando las prendas estaban muy arrugadas “porque soy de la generación antigua”. Fregaba, limpiaba y echaba alguna bronca de vez en cuando. En la lavandería, salía corriendo si Toño Jiménez cantaba gol y volvía a entrar para seguir escuchando el partido. “Cuando mi marido entró de utillero a veces estaba hasta el gorro de fútbol, él se marchaba y tú te quedabas en casa. Pero cuando entré aquí lo entendí, esto engancha”. Engancha tanto que también su nieto Raúl entró de utillero con el abuelo. “Esto me ha ayudado a pasar muchos tragos. Cuando murió mi marido, si lo enterramos un miércoles el lunes ya vine para acá. No quise quedarme en casa, no soy llorona. Al toro hay que cogerlo por los cuernos”.

“Mi mayor tristeza es pensar que lo que voy a dejar es peor que lo que me encontré. ¡Con lo que se ha luchado por salir adelante y ahora estamos retrocediendo otra vez hasta los años cuarenta! La diferencia es que en los cuarenta tenías un cachito así y plantabas una lechuga”. A Violeta, que llegó para unos meses y se quedó toda una vida, aún le quedan muchos goles radiados por Jiménez con los que saltar de alegría. Y quizá muchas lechugas por ver ocupando cachitos que nos devuelvan otra clase de felicidad también primitiva.

Violeta Arias en el Toralín.

Violeta Arias en el Toralín.

Violeta Arias con su nieta, su marido y sus dos biznietas.

Violeta Arias con su nieta, su marido y sus dos biznietas.

Violeta Arias y José Franganillo en una celebración.

Violeta Arias y José Franganillo en una celebración.

Violeta Arias y José Franganillo.

Violeta Arias y José Franganillo.

Violeta Arias y José Franganillo.

Violeta Arias y José Franganillo.

Franga (izquierda) con dos amigos.

De izquierda a derecha: Franga, Ángel (hermano de Violeta), y un amigo malagueño.

Franga, en el centro de la imagen.

Franga, en el centro de la imagen.

De izquierda a derecha: Franga, Ángel (hermano de VIoleta), y un amigo malagueño.

Franga (izquierda) con dos amigos

Sus nietos Aroa y Ángel

Aroa, María José y Violeta

En Gijón, con sus hijas y una nieta

Violeta y Franga vestidos de templarios y con amigos.

Violeta, vestida de templarios y con amigos.

Con un amigo vestidos de Templarios

Con un amigo vestidos de Templarios

Sus dos hijas, de pequeñas

Sus nietos Raúl y Ángel

Sus nietos Raúl y Ángel

Sus dos hijas

Sus dos hijas

Violeta y Franganillo, en primer término, en una cena

Violeta y Franganillo, en primer término, en una comida

Violeta y Franganillo, en Galicia

Violeta y Franganillo, en Galicia

Los perros han estado muy presentes en su familia

Los perros han estado muy presentes en su familia

Con el exfutbolista de la Ponferradina Jonathan Ruiz

Con el exfutbolista de la Ponferradina Jonathan Ruiz

Violeta Arias con el portero Manolo Rubio.

Violeta Arias con el portero Manolo Rubio.

José Franganillo, marido de Violeta y utilllero de la Ponferradina durante más de 10 años.

José Franganillo, marido de Violeta y utilllero de la Ponferradina durante más de 10 años.