“Siento decirlo pero aquí siempre mandé yo, también soy la que hace todo, la que compra, la que paga, entonces algún derecho tengo que tener, no te jode”. Hay mujeres de armas tomar y otras que te dicen ‘cuidadito con lo que haces’ con solo mirarte. Mujeres de carácter, ni bueno ni malo, fuerte, acostumbradas a hacer y a deshacer, a organizar, a trabajar cuando les toca a ellas y cuando le tocaría a otros, a seguir siempre adelante. La historia de Trinidad Maceda es la de la cuenca del Bierzo, una crónica que no puede desligarse de la minería y la riqueza temporal, casi ilusoria, que creó en la zona. ‘Autorizada la térmica de Fenosa en Anllares del Sil’, titulaba El País el 2 de noviembre de 1978. Se rompía así el monopolio de Endesa, propietaria de la única central de la comarca desde los años 50, y se inauguraba un nuevo ciclo en la vida de Trini. Instalada en Fabero, criando a sus cuatro hijos pequeños y con su marido Ernesto trabajando en la mina, coge los apechusques y regresa a su pueblo. “Ernesto dijo que había que venir, yo que no y él que sí, y ganó él”. Y si veinte años no son nada tampoco lo son cuarenta, los mismos que lleva abiertos el Mesón El Conde. Cuando no eran los de aquí los que tenían que partir en busca de futuro, cuando el futuro era el carbón que aún esconden las entrañas de esta tierra, Trini sirvió sus primeras comidas a los trabajadores que estaban construyendo la térmica, hoy cocina a diario para los que la desmantelan.

Ernesto, Trini y sus cuatro hijos, de izquierda a derecha Julia, Borja, Paúl y Sandra

Ernesto, Trini y sus cuatro hijos, de izquierda a derecha Julia, Borja, Paúl y Sandra

¿Cómo recuerdo mi infancia? “Guardando ovejas y vacas, engarzando hierba, segando el pan, pasando frío en invierno y calor en verano”. Aún no eran novios cuando Ernesto marchó a la mili, “lo mandaron a Sidi-Ifni y volvió con una chulería tremenda”. Empezaron a salir cuando ella tenía 19 años y se casaron el 14 de agosto de 1971, un año más tarde nació Sandra, su primera hija. Ernesto trabajaba en la mina, “aunque una temporada también trabajó de sastre en Sorbeda con otro, eran como Vitorio y Lucchino”, ríe. En cuatro años tuvo cuatro hijos, “en Fabero vivimos una época muy bonita”, por eso no fue fácil volver a Anllares, “me costó lo que no está escrito, le dije a Ernesto que no venía si no me sacaba el carnet de conducir”. Se lo sacó, por supuesto, y el 9 de junio de 1980 bajo el nombre que les sugirió el radiofónico Manuel Pérez Álvarez comenzó a funcionar el Mesón que siempre fue de la condesa.

La pequeña pedanía de Páramo de Sil se convirtió entonces en el centro de la vorágine, como ejemplo, llegó a haber hasta tres casas de alterne en una localidad que según el INE de 2017 tiene hoy solo 103 habitantes. “Llegamos a dar, a turnos, más de cien comidas diarias”. Los horarios de trabajo también se desdibujaban, “igual venían los de Fenosa porque había habido una avería, terminaban a las dos de la mañana y me gritaban en la puerta ‘¡sal a darnos de cenar!’ y les daba, porque a la gente que trabaja le tienes que dar de comer, los que andan por ahí de fiesta que se vayan a otro sitio”. Hasta finales de los 80 también tenían hospedaje, “luego ya no, aunque si venía alguien y no tenía donde dormir le dábamos”.

Avanza la entrevista y el mesón se va llenando, ¿son todos de aquí? “qué va, vienen de Páramo, de Sorbeda, de Fabero”. El negocio sigue funcionando, y no solo gracias a los trabajadores que están desarmando la térmica, la comida que preparan es reclamo suficiente para atraer a gente de toda la comarca. Los primeros son cosa de Sandra, que piensa, propone y elabora nuevos platos, y la carne, tarea indiscutible de Ernesto, “yo soy la que está aquí todo el día pero él sabe que a las 12.30 tiene que estar porque la plancha es cosa suya”. Ella dispone, siempre rodeada de hombres pero admitiendo pocas bromas. ¿Lo mejor de estos años? La gente, muchos ya son como de la familia, algunos muy buenos, otros cabrones, y algunos buenos y cabrones”. Esposa y madre de mineros, sabe bien que lo que fue es difícil que vuelva. “Empecé con la central y pienso terminar con la central”, pero tranquilos, que para eso aún queda trecho.

Trini y sus cuatro hijos, de izquierda a derecha Sandra, Julia, Paúl y Borja

Trinidad Maceda en el Mesón El Conde, abierto desde 1980