Seguramente usted se lo haya cruzado alguna vez por Ponferrada a lomos de sus muletas de siete leguas. No es que lleve prisa; es su manera de vivir. A la carrera precisamente dio sus primeros pasos cuando, de chaval, estuvo becado como atleta y llegó a disputar maratones. Cuesta imaginar el estereotipo de la soledad del corredor de fondo en una persona tan sociable que luego fue encadenando trabajos hasta que un accidente laboral le dejó más cerca de la muerte que de la vida. Desde entonces, dice, se hizo “egoísta” porque, a cada operación (y van once), pedía que le dejaran ver crecer a sus hijos. Así no fue extraño que, a una solicitud del mayor, se reenganchase al fútbol tras promocionar los deportes minoritarios e involucrarse en mil y una causas sociales. Así es y vive Toño Merayo.

Toño Merayo, en la cima del Teide

Nacido en Folgoso de la Ribera y criado en Bembibre, fue becado como atleta desde niño en Segovia y Alsasua hasta coincidir con el luego medallista olímpico en 1.500 metros José Manuel Abascal

“Chao”, “hasta luego”, “cuídate”. Es media tarde de un viernes de primavera en los campos Vicente del Bosque de Ponferrada. No hay nadie que entre o salga de las instalaciones sin recibir su saludo mientras Toño Merayo nos cuenta que nació en 1966 en Folgoso de la Ribera. “Fui el último en nacer con comadrona”, destaca quien al año se trasladó con su familia a Bembibre. Había que desfogarse corriendo. Lo hizo tan rápido y de manera tan constante que fue becado desde los doce años como fondista en Segovia y Alsasua (Navarra) hasta coincidir con el luego medallista olímpico de 1.500 metros José Manuel Abascal. Él hacía de liebre en pruebas a partir de los 3.000 y hasta el maratón, donde pasó de 5 horas 15 minutos a 2 horas 47 minutos. A su regreso al Bierzo, corrió un par de años en bicicleta con la Peña Ciclista Villanueva.

“Siempre he tenido dentro de mí el nivel competitivo”, cuenta Merayo, que aprovechó la mili en Baleares para estrenar su vida laboral en una nave de palés y en Repsol. “Pero me llamó mi abuela. Y volví a Bembibre porque había que ayudar en casa”, añade. Como tantos otros, casi por inercia acabó bajando a la mina, curiosamente en la misma explotación de Igüeña donde su futuro suegro había perdido una pierna. Acabó pidiendo la cuenta para vivir otra cara del sector a bordo de un dumper en el cielo abierto asociado a la térmica gallega de Meirama. Hizo luego el ‘agosto’ en las obras del gaseoducto desde el Sahara hasta Chipiona. Tan a la carrera iba que a los 21 ya se había comprado casa en Ponferrada. Y, trabajando primero en Euroada y luego en Excavaciones Santalla, en verano iba y venía en bici desde Albares de la Ribera (Torre del Bierzo), el pueblo de su mujer.

No había que bajar el ritmo. Y así llegó a Anagraphic, donde se encargaba del montaje de vallas hasta que un día de 2001 desmontando un andamio le acabó cayendo encima para sufrir una lesión medular. “No sentía nada de cintura para abajo. Y estaba muy contento; no sé qué me habrían metido”, sonríe para recordar primero el traslado a Madrid, donde los primeros días al despertar creía ver una virgen que en realidad era su mujer y donde se acostumbró a la silueta de los aviones desde Coslada durante año y medio. Luego pasó seis meses en Toledo. Todos los botones del techo de su habitación estaban en rojo cuando llegó. A los seis meses los puso en verde para lograr el alta. Luego estuvo cuatro años en silla de ruedas. “Y cuando volví a andar destrocé los codos por el roce de las muletas”, confiesa.

Sufrió una lesión medular tras un accidente laboral. Se pasó un año y medio en Madrid, donde se acostumbró a las siluetas de los aviones. Luego estuvo en Toledo. Y en seis meses logró el alta

Tercero por la derecha en la fila del medio, integrado en el cuerpo técnico del Atlético Bembibre con Miguel Ángel Álvarez Tomé como entrenador

Con Vicente del Bosque en la sede de la Federación Española de Fútbol

Con su familia en el Teide

“Siempre he tenido dentro de mí el nivel competitivo”, cuenta Merayo, que promocionó los deportes minoritarios hasta regresar al fútbol para ser ahora entrenador de las categorías inferiores de la Ponferradina

La vida había dado una vuelta completa. El accidente llegó cuando ya se disponía a aceptar una oferta para trabajar en un cielo abierto en Rusia. Tuvo que vender el apartamento para comprar un piso. No podía contar con una de sus piernas, pero había que seguir corriendo. A partir de 2003 su vida se resume en siglas y acrónimos como las de Ambi (Asociación de Personas con Discapacidad Física del Bierzo) o Diber (Club de Deporte de Discapacitados Bercianos) combinadas con su etapa como presidente de la Asociación de Madres y Padres de Alumnos del Colegio Campo de la Cruz de Ponferrada, que acabó siendo reconocido por su labor social. Y con el portal web Bierzo Base se puso a la tarea de promocionar fundamentalmente aquellas disciplinas más desconocidas al margen del omnipresente fútbol.

Paradójicamente, ha acabado en el deporte rey. No podía negarse. Su hijo mayor le planteó hacerse entrenador. Y a Merayo, que antes del accidente había enlazado labores de preparador físico y masajista en el Atlético Bembibre, nada se le pone por delante, ni siquiera unas pruebas físicas que superó con nota para ser la primera persona de Castilla y León en sacarse el título de Nivel 1 de entrenador de fútbol con una discapacidad. Ha pasado por varios banquillos hasta recalar desde hace tres temporadas en las categorías inferiores de la Ponferradina. ¿Qué sucede cuando los rivales le ven con muletas? “El que no te conoce sigue viéndote como un bicho raro”, contesta. Él, claro, responde con ironía: “Yo tengo el carné de inútil. Mira a ver tú por qué lo tienes”. Ahora su hijo pequeño marcará su futuro como técnico.

“Yo lo que quiero es verles felices”, dice sobre su mujer y sus hijos con el sol ya cayendo sobre los Vicente del Bosque. La charla va cerrando el círculo. Pero, claro, con él siempre quedan cabos sueltos. “¡Si hasta estuve en una película!”, exclama al recordar cuando el realizador Antonio Donís buscaba “un tío con labia” para su cortometraje ‘Perfiles’ y acabó encontrando un ayudante de producción para buscar localizaciones, un comodín para ensayar diálogos y hasta un actor improvisado. Seguramente con que apenas existiera un puñado de gente con el mismo carácter, arrojo, generosidad y empatía que Toño Merayo podría revertirse el ocaso que parece que se cierne irremediablemente sobre la comarca del Bierzo. Él se despide con un “cuídate” y quemando metros con sus muletas. Al día siguiente volverá a salir el sol.

¿Qué sucede cuando los rivales le ven con muletas? “El que no te conoce sigue viéndote como un bicho raro”, contesta. Él, claro, responde con ironía: “Yo tengo el carné de inútil. Mira a ver tú por qué lo tienes”

Con Pedro González, los dos únicos participantes en silla de una edición de la San Silvestre de Ponferrada

En un torneo de tenis de mesa en Ponferrada

Recibiendo un trofeo de un torneo de tenis de mesa de manos del entonces concejal de Deportes de Ponferrada, Toñín Atanasio

Tras lograr la clasificación para los campeonatos de España y de Europa de natación, a los que no pudo acudir por una lesión

Haciendo piragüismo en Valdeorras

Haciendo piragüismo en Valdeorras

Con Eduardo Valcárcel, otro entrenador de fútbol con discapacidad

Recogiendo un premio a los valores en el deporte base de la Federación de Fútbol

Con Manuel García, responsable de los campos de fútbol Ramón Martínez, recibiendo ambos el premio a los valores deportivos en una gala Teledeportivos de La 8 Bierzo

Con el realizador Antonio Donís, en la Semana del Cine de Medina del Campo, con el cortometraje ‘Perfiles’

Durante el rodaje del cortometraje ‘Perfiles’

Durante el rodaje del cortometraje ‘Perfiles’

Con su mujer y sus hijos en las pirámides de Egipto

Toño Merayo, en una imagen actual en los campos Vicente del Bosque de Ponferrada