“Nací en Toreno, en plena cuenca minera”. Su carta de presentación es, al mismo tiempo, una declaración de principios. Hija y nieta de sindicalistas, la actriz Raquel Mirón no tarda en pronunciar la palabra “lucha”, lo mismo para evocar las históricas movilizaciones del sector emblemático de su pueblo que para reconocer las dificultades por las que pasa su oficio que para recetar salidas para su comarca, de la que salió a los 14 años de edad para trasladarse a Madrid. Y aquel espíritu labrado a pie de carretera es hoy su filosofía sobre el escenario o en la calle, en este último caso incluso poniendo letra y voz a las reivindicaciones en la pasada manifestación del 16 de febrero en Ponferrada.

 

“Me siento muy afortunada de haber nacido en un pueblo y en un paraje tan especial como El Bierzo, de poder haber disfrutado de la libertad de jugar en la calle o de ver todavía oficios ya extinguidos”

Raquel Mirón viene a poner sobre las tablas del Teatro Bergidum el montaje ‘La perra’, en el que ejerce como actriz y como ayudante de dirección. Nos hace un hueco unas horas antes de la función mientras ultima los detalles y concede otras dos entrevistas. Como la cosa va de vinos, buscamos refugio. Cerrados los bares a los dos lados de la calle de una ciudad en serio riesgo de inanición, remontamos la esquina de la manzana para maridar godello con queso. Como siempre, la infancia es la primera referencia, en este caso de quien creció entre el negro del carbón como sustento y el verde de la naturaleza como evasión. “Y me siento muy afortunada de haber nacido en un pueblo y en un paraje tan especial como El Bierzo, de poder haber disfrutado de la libertad de jugar en la calle o de ver todavía oficios ya extinguidos”, comienza.

La reconversión minera le obligó a madurar de repente. “Fueron años muy convulsos en la cuenca minera. Recuerdo las huelgas cuando estaba en el colegio. Nuestros padres y nuestras madres luchaban por un futuro para la comarca”, dice la actriz, hija del exsecretario comarcal de Comisiones Obreras Vicente Mirón, apenas un par de días antes de recorrer las calles de Ponferrada entre miles de personas y trasladar ese mismo mensaje al final de la marcha del 16-F. “No es justo quitarle algo a alguien y no darle nada a cambio”, resume con el lamento por quienes “no han podido elegir” entre quedarse y marcharse, los emigrantes forzosos de una tierra rica condenada a un lento “desahucio”.

El teatro también llegó de repente. “Todo empezó como un juego”, dice al recordar una actividad extraescolar de teatro de la que disfrutó hasta marcharse con su familia con apenas 14 años de edad a Madrid, donde confirmó la vocación a fuerza de recibir y dar clases, de pasar por la formación del Ateneo de Comisiones Obreras y de la prestigiosa Escuela de Cristina Rota (“probablemente los cuatro años más importantes de mi vida”, confiesa) antes de cursar Comunicación Audiovisual en la Universidad Complutense de Madrid y de ponerse del otro lado en diversas experiencias docentes, por ejemplo en varias universidades de la experiencia. “Y dar clase de teatro me reconforta, me hace feliz”, sentencia.

El teatro  llegó de repente. “Todo empezó como un juego”, dice al recordar una actividad extraescolar de la que disfrutó hasta marcharse con su familia con 14 años de edad a Madrid, donde confirmó la vocación

 

Raquel Mirón, en primer término, en ‘La perra’

“Tengo inquietud y curiosidad. Me gusta estar encima del escenario, pero también me interesa el proceso de creación”, dice Mirón, que ha puesto en marcha su propia compañía, Descoordenadas

Llegado el momento de dar el primer paso, con apenas 20 años de edad, fue Ofelia en Hamlet con Juan Diego Botto. Palabras mayores. “Y ese fue el motor que me impulsó a seguir. Me impuse mucha autoexigencia. Mis compañeros supieron entender que era mi primer trabajo. Y eso te facilita el camino”, reconoce. Pocas obras pudieron ser más apropiadas para su debut en el Bergidum en 2012 que ‘Maquis’. “Había leído mucho sobre la posguerra. Me conmovían esas historias tan cercanas a Toreno y El Bierzo. Y también el papel de enlace de las mujeres, que fue fundamental”, destaca. Volvió a Ponferrada con ‘Felicidad’, un trabajo “muy íntimo” que reclamaba un espacio acorde, el de la Sala Río Selmo. ¿Cómo es actuar en casa? “Lo vivo con emoción y ganas, pero es donde más nerviosa me pongo”.

El Bergidum es una plaza conocida y reconocida por la profesión. Y su director, Miguel Ángel Varela, es “un referente”. “Yo le estoy muy agradecida. Me gusta tener cerca a alguien tan profesional y que hace apuestas tan arriesgadas como la danza contemporánea”, dice Mirón, a la que también le gusta experimentar hasta haber puesto en marcha su propia compañía, Descoordenadas, en el año 2013. “Tengo inquietud y curiosidad. Me gusta estar encima del escenario, pero también me interesa el proceso de creación”, dice. Con todo, “la realidad se impone” hasta obligar a “convivir” con otras profesiones, en su caso con cuatro años trabajando en una librería del barrio madrileño de La Latina. “No renegaré nunca. Una librería sería un lugar muy cómodo para mí”, cuenta.

Cerrando la conversación para volver al teatro, la lucha vuelve al diccionario para hablar de las adversidades en pasado, presente y futuro. “No quiero rendirme. Todavía no es el momento”, dice, dispuesta a tocar el teatro infantil y a manejarse “en otros códigos”. Y ese parece ser el mensaje para su tierra, adonde regresa cuando puede: “Vengo fundamentalmente a Toreno. Curiosamente, Ponferrada me parece un lugar grande”. Aun entendiendo a los desencantados, anima a seguir en la brecha para revertir la dinámica de la comarca. “El Bierzo es un paraje con tantas posibilidades. Ahora tiene que buscar cómo reinventarse. Nos han desahuciado y tienen que darnos una alternativa. Si no, dónde irán los jóvenes y, sobre todo, dónde queda nuestra dignidad”. Y sólo quedar apurar la copa, recoger el telón, aplaudir y esperar a la siguiente función.

Raquel Mirón (segunda por la derecha), en ‘Felicidad’