A Rafa Casas le tocó crecer en una Ponferrada en la que había corrido el dinero de forma desigual y en la que quienes corrían por la calle eran los niños cuyos sueños (y algunas intimidades) desvelaba un mago autóctono por la radio. Luego le tocó estrenar el COU y la Escuela Universitaria del Profesorado de EGB de La Inmaculada hasta desarrollar durante casi cuarenta años una carrera docente en el Colegio La Asunción de la que habla con tanta pasión que convierte en retórica la pregunta por su vocación. Le tocó por el medio hacer la mili entre ruido de sables al poco de morir Franco y bajar hasta Rota con aquellos americanos que traían la Coca-Cola y el dólar que había identificado en la memoria colectiva a su ciudad de origen, “el pueblo más grande” de una comarca a cuyas ondas le puso letra con el recuerdo de niño de las cartas a los Reyes Magos que acababan siendo de dominio público en antena.

Rafa Casas, en el actual Parque de la Provincia del Bierzo, junto a uno de sus amigos de la adolescencia
Rafa Casas se encuadra en la generación “de la austeridad” y “de los niños en la calle” en Ponferrada. “Y no estábamos frustrados; éramos felices”, matiza al recordar una ciudad en la que “no había clase media”
Nacido en la calle Gómez Núñez, Rafa Casas se crio ya en Fueros de León cuando Ponferrada se dividía en dos. Para los del barrio de La Puebla, acababa por un lado en el puente del ferrocarril y por el otro en el puente Cubelos, que apenas se franqueaba para ver los fuegos artificiales por la Encina y para acudir a las procesiones por Semana Santa. La división iba más allá de lo geográfico para ser también social en una Ponferrada que se iba despojando de la etiqueta de Ciudad del Dólar. “No había clase media”, cuenta para inscribirse en “la generación de la austeridad” pasados ya los años del hambre. Las mejores bicicletas y los balones de cuero eran de los hijos de las familias pudientes. El resto se subían a monopatines compuestos por una tabla montada sobre rodamientos. “Y no estábamos frustrados; éramos felices”, matiza para encuadrarse también en “la generación de los niños de la calle”.
Las primeras clases fueron en la escuela de Doña Lucrecia. En la de Don Baldomero preparó el ingreso al Instituto de Enseñanzas Medias Gil y Carrasco, donde cursó el bachillerato pasando cada día de la parte baja a la parte alta de la ciudad con una paradoja que daría para un problema de Matemáticas: “Subir me llevaba veinte minutos y bajar tres cuartos de hora”. Y es que el tiempo en la calle adoptaba otra dimensión. “Mi madre me decía: se cae la casa y no te pilla dentro”, recuerda quien corría por las calles y también por las viejas pistas de ceniza de Compostilla bajo la mirada de José Arroyo. Quizá para controlar el tiempo su abuelo le regaló un reloj cuando sacó el título de bachiller elemental, que completó con el superior hasta ser parte de la primera generación que cursó el COU. Con la opción en Ponferrada de hacer Magisterio, fue también de los primeros que se formaron desde 1972 para dar clases de EGB.
Los únicos meses que no ha pasado en Ponferrada fueron los del servicio militar obligatorio, con un primer destino en Cerro Muriano (Córdoba), en las estribaciones de Sierra Morena. “Y tuve sabañones por el frío”, dice. Luego, entre rumores de rebelión militar como telón de fondo, se trasladó a Rota, donde se mezclaba la cultura del sur de España con la llegada de Estados Unidos. A su regreso a la capital berciana, tocaba buscarse el futuro, que se presentó de improviso con una llamada procedente de La Asunción. Casas aterrizó así en un “colegio muy abierto”, el primero de integración para abordar la educación especial y con aulas mixtas. Fue durante los tres primeros cursos “el profesor más guapo”, el único hombre en una plantilla integrada por profesoras.
Criado en el barrio de la Puebla, franqueaba al puente Cubelos para cursar el bachillerato en el Instituto de Enseñanzas Medias Gil y Carrasco: “Subir me llevaba veinte minutos y bajar tres cuartos de hora”

Rafa Casas, junto a familiares por parte de su abuelo materno, Lorenzo Pérez Pomar

Rafa Casas, en las pistas de atletismo de Endesa en Compostilla

Rafa Casas, en un rato de esparcimiento en el trabajo
Comenzó así una carrera en la que trató de inculcar nociones que iban más allá de los libros de texto, “una enseñanza con ‘c’ de cariño y comprensión” que llevaba a su máxima expresión en las tutorías: “Fue lo que más disfruté: me sabía los nombres del padre, de la madre y las profesiones”. La otra cara de la moneda llegaba a la hora de poner las notas: “Llevaba fatal evaluar (…); no soy partidario de la repetición de curso”. Hay alumnos que todavía recuerdan su estampa contando segundos con los dedos de la mano para provocar el silencio en clase en unos años en los que intentaba aprovechar las ocasiones de salir fuera del aula: “Nos apuntábamos a todo”. Puestos ahora a evaluar al sistema, cree que le queda una asignatura pendiente en una sociedad en constante evolución: “Y la educación no ha sabido adaptarse”.
Casas dejó en 2016 la docencia pensando que “la educación no ha sabido adaptarse” y dio carrete a sus aficiones publicando con Cruz Vega ‘Nuestras ondas’, sobre la historia de la radio berciana
Jubilado en 2016, no tardó en dar carrete a sus aficiones. Lo primero fue implicar a José Cruz Vega para recrear la historia de la radio berciana en el libro ‘Nuestras ondas’. “Nadie había hablado de las emisoras de aquí”, apunta también desde la perspectiva del oyente que ha pasado “horas y horas” pegado al transistor desde cuando el Mago Chalupa leía en antena las cartas de los niños. La fotografía y los recuerdos impregnan otras tareas a las que da forma en colaboraciones para Me Presta El Bierzo. Tres “pasiones”, la Ponferradina, la Semana Santa y la Virgen de la Encina, conforman una especie de triunvirato de una ciudad a la que considera “un pueblo más grande” de una comarca para disfrutar de entornos como el valle del Oza, Las Médulas o Ancares. Y así, entre el recuerdo por lo hecho y la ilusión por lo que queda por hacer, Rafa Casas continuará la carrera que emprendió de niño por las calles de una Ponferrada de otro tiempo.

Rafa Casas, en una foto familiar junto a dos de sus primos más queridos, Mari Carmen y Manolito

Rafa Casas, formando con un equipo compuesto por los chicos del barrio y que jugaba contra otros barrios de Ponferrada

Rafa Casas, en las pistas de atletismo de Endesa en Compostilla

Rafa Casas (primero por la izquierda sujetando una pancarta), en el patio del instituto celebrando la cabalgata de la fiesta de Santo Tomás de Aquino

Rafa Casas, en una excursión a Otero con el grupo de alumnos de su primer curso como docente, el de 1977-1978

Rafa Casas, en una excursión de fin de curso de profesores para conocer San Miguel de Escalada

Rafa Casas, en una foto de familia con profesores, personal de administración y de limpieza del Colegio La Asunción de Ponferrada

Rafa Casas, con un grupo de alumnos en una salida cultural

Rafa Casas, con compañeros con los que compartió años de docencia

Rafa Casas, compartiendo mesa, mantel y charla con amigos de la infancia con los que mantiene la relación

Rafa Casas, con la casa que fue escuela de Doña Lucrecia en el centro de Ponferrada a sus espaldas