La bautizaron como Orfelina pero todos la llaman Nines. “Ya nos avisó de que ni en su esquela quiere que ponga Orfelina”, comenta su hijo Eduardo Criado. Delgada y enérgica, hasta hace poco aún retaba a sus nietas a saltar a la comba, su aspecto delicado y su sonrisa perenne esconden un carácter fuerte y un alma revolucionaria. Nos recibe en su casa, en Ponferrada, donde vino a parar con sus padres desde San Miguel de las Dueñas con solo un mes de vida. “Mi padre me adoraba”, responde en cuanto le preguntamos por su infancia. Hija de un representante comercial republicano, su biografía se desarrolló en torno a la plaza Fernando Miranda, Comandante Manso durante la dictadura franquista. Hija, hermana, madre, abuela y bisabuela, después de una vida dedicada al cuidado familiar, coge las riendas del negocio de su marido cuando éste enferma. Hoy, Nines es la presidenta de la Asociación El Balcón del Bierzo, que fundó hace ya diez años y de la que dice, “es mi vida”.
“En la posguerra callábamos, era el tiempo del silencio”
La guerra la sorprendió jugando. Tenía 10 años cuando contempló la llegada de los milicianos, un tren repleto de sublevados a los que la guardia civil hacía la espera. Su madre observaba la escena desde la ventana, “quítese de ahí señora”, le dijo uno de ellos. Luego disparó. Los tiros erraron al chocar contra la pared y el marco de la ventana, un recordatorio que permaneció intacto hasta la demolición del edificio décadas más tarde. “A mi padre lo quisieron hacer alcalde durante la república pero mi madre no le dejó”, cuenta Nines. Su afiliación a izquierda republicana obligó a la familia a refugiarse en un caserón entre San Esteban de Valdueza y Valdefrancos. Cuatro meses más tarde regresaron a casa a pie. A la altura del puente que da nombre a la ciudad, su padre, cogiendo a Nines de la mano, se quitó la gorra y le dijo “yo no hice nada malo así que vamos por aquí”. “Así pasamos por delante del cuartel de la guardia civil”, recuerda. Hay momentos que son imborrables. Ya bajo la autoridad del bando nacional, su padre, Robustiano Fernández, comenzó a quedarse en casa y su madre a esconderlo en el desván cuando había un registro.

La ventana de la casa familiar en Fernando Miranda. En la pared y en el marco se aprecian los disparos de los milicianos.
La vida continuó, como siempre hace. Su madre comenzó a dedicarse al estraperlo, “cogía el tren e iba hasta la Bañeza o a Benavente y volvía cargada con garbanzos y lo que podía”. Era el tiempo del silencio, “a callar, en esa época callábamos”. Así lograron sobrevivir. Nines jugó un papel vital dedicándose al cuidado de la casa y de sus hermanos mientras su madre intentaba sacar a la familia adelante. “Aunque lo que realmente me hubiese gustado es ser maestra”, dice. El 3 de febrero del 48 conoció a su marido en las fiestas de San Blas en Campo. Llegó el fin del racionamiento y el aumento del comercio, el negocio familiar prospera. En casa de Nines sintonizan Radio Pirenaica para escuchar que el fin de Franco se acerca. En diciembre del 75 su marido, que se había hecho cargo de la marca Revilla, sufre un ictus que lo deja incapacitado. Ella toma entonces las riendas del negocio. “Salí llorando pero salí”, sostiene.
Vino luego la jubilación y su paso por la Universidad de la Experiencia, “era delegada”, apostilla orgullosa. Entra también en la Asociación San Genadio pero las discrepancias y el machismo imperante la empujan a tomar una nueva decisión, crear la Asociación El Balcón del Bierzo. “No puedo estar en casa, la casa se me cae encima”. Ya en su nuevo cargo de presidenta pelea para conseguir el traslado de la agrupación al Hogar del Pensionista. Le escribe primero al delegado de la Junta, Guillermo García Martín, pero tras su negativa acude directamente a Juan Vicente Herrera. “Al cumplir 90 años nos entregó las llaves del coche pero la asociación es sagrada”, dice su hijo. ¿Queda algo por hacer? “Muchas cosas”.

Nines Fernández y su marido Antonio Criado el día de su boda.

Nines Fernández

Nines (primera por la izquierda)

Nines y su marido en una celebración

Nines y Antonio (izquierda)

Nines y su marido, que empezó a trabajar de representante comercial de la mano de Mercurino Rivas. “La plaza Fernando Miranda debería llamarse Mercurino Rivas”, sostiene Nines.

Nines, su marido y su hijo, Eduardo Criado

Nines y su marido

Los padres de Nines, Isabel Carrera y Robustiano Fernández

Nines y su hijo mayor, Eduardo Criado.