Que nunca es demasiado tarde para nada lo descubrió con tan solo 16 años. Su padre, pionero en comprender la importancia de incluir los idiomas en la educación de sus hijos, la envió de intercambio a Francia. Allí participó en una entrevista para la televisión del país vecino junto a un ruso de 76 años. “El francés era el sexto o séptimo idioma que estudiaba aquel hombre, siempre le había gustado viajar y se había prometido que una vez que se jubilara iba a aprender todos los idiomas que le fuera posible”. Fue toda una lección. “Me sorprendió, mi padre me decía que tenía que estudiar inglés y francés y yo entonces ya me veía demasiado mayor para ponerme con eso, desde ese día me dije que nunca eres demasiado mayor para nada y siempre me lo he aplicado”. Ahora, con 71 años, Marisa Rodríguez, que domina el inglés y el francés desde su juventud, está a punto de terminar los estudios de alemán en la Escuela de Idiomas de Ponferrada, espera plaza para italiano, acude a clases de pandereta en el Centro de Estudios Musicales del Bierzo, es la vocal de la Asociación El balcón del Bierzo y socia colaboradora de Cruz Roja. Pero eso no es todo, esta mujer menuda y sonriente, siempre amable, ha logrado el tercer puesto en el campeonato de España de CrossFit en la categoría de más de 60 años.

Marisa Rodríguez
“Yo crecí como Heidi, entre montañas”, cuenta. Y es que Marisa nació en Lindoso, una pequeña localidad perteneciente a Vega de Valcarce. Pronto la familia se trasladó a Camponaraya. Fue un cambio brusco, de paisaje, de gente y también de idioma. “En Lindoso se hablaba gallego, yo solo tenía tres años pero mi hermana, que era más mayor, sí que tuvo algunos problemas en el colegio”. Somos el resultado de lo que vivimos pero también de lo que nos cuentan. Basta un rato de charla para comprenderlo. “Mi abuela era una mujer solidaria que siempre cuidaba a todo el mundo”. Un día, mientras curaba a tres hombres enfermos en el desván de su casa, hubo un registro. “Dijeron que era rojos y llevaron a la cárcel a mi abuelo”. Después los guardias decidieron vaciar para la causa las despensas de los vecinos. Los sacos llenos se apilaban en la plaza. “Cuando no la veían mi abuela vació los suyos, y cambió los chorizos por leña, era arriesgado pero después de encarcelar a su marido no iban a dejar también a sus cuatro hijos sin comida”. “Teníamos una relación muy especial”, reconoce.
“Todos los días mi padre nos leía una poesía y nos enseñaba matemáticas, los niños decían que éramos los más pobres y los primeros de la clase y eso nos apartaba un poco”
Su padre, aunque de familia humilde, era un hombre culto. Durante la guerra había recibido clases particulares del maestro del pueblo, al que su madre acogió en su casa a pensión completa. “Todos los días nos leía una poesía y nos enseñaba matemáticas, los niños decían que éramos los más pobres y los primeros de la clase y eso nos apartaba un poco”. También procuró siempre las mismas oportunidades a sus hijos que a sus hijas. “Sus propios hermanos le decían que por qué mandaba a las niñas a clase”, recuerda. La educación recibida no tardó en dar sus frutos. Antes de los 18 ya trabajaba como administrativa y traductora para una multinacional en Barcelona.
“El ejercicio me ha ayudado con mi hernia discal, la musculatura, el equilibrio, la memoria y hasta la visión”
En el 68 regresa a Ponferrada y comienza a trabajar en el Hotel Temple, donde conoce a su marido. Lejos de perder el tiempo Marisa acaba el bachillerato y se presenta a unas oposiciones de auxiliar administrativo en el Ayuntamiento de Ponferrada. Consigue una de las cuatro plazas a las que aspiran más de quinientas personas. Cuenta una anécdota, pasado un tiempo quiso presentarse a una vacante dentro del consistorio para ascender en su trabajo. “Un concejal me dijo que no me presentara que no me la iban a dar, y así muchas otras cosas”. Por eso, aunque le han ofrecido en distintas ocasiones formar parte de las listas ella siempre ha declinado.
Madre, trabajadora, estudiante, siempre inquieta, Marisa comenzó los entrenamientos de CrossFit en 2016. “Siempre me había gustado el deporte pero nunca había tenido demasiado tiempo para dedicarle”, dice. Hoy, ya campeona, reconoce que este ejercicio le ha ayudado a mejorar “mi hernia discal, la musculatura, el equilibrio, la memoria y hasta la visión”. ¿Cosas por hacer? “Me falta ir a Egipto, ayudar más a la gente, estar con mis nietos y cada día hacer feliz a alguien, me parece importante sacar una sonrisa”.

Marisa Rodríguez

Marisa en su pueblo natal, Lindoso

Marisa junto a su marido y sus tres hijos

Marisa Rodríguez con su marido

Marisa Rodríguez en uno de sus entrenamientos

Marisa Rodríguez en uno de sus entrenamientos