“Todos los dolores son malos pero el del parto es el que mejor compensación tiene, incluso hay partos de nalgas maravillosos”, cuenta María Bernarda Rodríguez. Ella lo sabe bien, vivió el boom demográfico de Ponferrada y ayudó a parirlo. “No había ni un día sin parto”. En un Bierzo en el que el número de muertes ya duplica al de nacimientos y el crecimiento es negativo en todos los municipios, cuesta imaginar el cambio sufrido en tan poco tiempo. “Atendía hasta cinco y seis nacimientos en una misma jornada, a veces me iban a buscar al cine o a la iglesia”, recuerda. Por pura necesidad se compró una vespa, una de las primeras que se vio en la zona. No había ni coches, cuando menos una mujer en moto pero en ella recorrió la comarca desde Páramo hasta la Somoza o Bembibre para dar la bienvenida al mundo a más de 18.000 bercianos.

 

    María Bernarda Rodríguez nació en el municipio leonés de Vega de Infanzones. Con los títulos de practicante, enfermera y comadrona comenzó a ejercer en Ponferrada en el año 1950. Su imagen recorriendo la comarca en moto permanece en la memoria de varias generaciones. Se jubiló en el Hospital del Bierzo en 1996.

 

 

Conserva las agallas y el arranque. “No me irás a hacer fotos hoy”, espeta. Sin embargo, no le importa detenerse en los pormenores del trabajo que desempeñó durante casi 50 años.

Natural de Villa de Soto, una pequeña población a pocos kilómetros de León, María Bernarda llegó a Ponferrada en 1950 para ocupar una plaza de enfermera en el antiguo INP (Instituto Nacional de Previsión), hoy Hogar del Pensionista, en Gómez Núñez. Tras siete años de trabajo en el 57 consiguió la vespa. “No resistía los pies de tanto trabajar día y noche, empecé ahorrando una peseta al mes”.

La comadrona de Ponferrada, como la conoce cualquier vecino que supere los cuarenta, atesora toda la sabiduría de una de las profesiones más antiguas de la historia y tiene opiniones firmes sobre los protocolos utilizados hoy en día. “Se practican demasiadas cesáreas, somos como los animales, el cuerpo sabe lo que tiene que hacer y en la mayoría de los casos no se da a la mujer el tiempo suficiente, un parto de nalgas puede ser maravilloso”, repite. Lo dice ella, que asistió a cientos.

Por caminos de tierra o patinando sobre el barro llegaba a cualquier pueblo. Allí era difícil saber lo que uno podía encontrarse. “Viven mejor los pobres hoy que el rico entonces”, sentencia. Los medios era limitados y la higiene no siempre posible “pero obligábamos a poner las sábanas bien planchadas“. Traer niños vivos y sanos al mundo es su mejor recuerdo, del malo mejor no hablamos. La clase de mujer que uno querría tener cerca en un apuro.

María Bernarna y Alfredo Cabada, actual dueño de la vespa, restaurada en Motos Carbajo