Merillas no escapa de nada, pero corre como alma que lleva el diablo. Hemos quedado en La Cueta (Babia) donde vive, y lo pasamos con el coche en plena subida en bici. Apenas nos da tiempo a aparcar y coger el abrigo. Correr rápido o durante mucho tiempo es una ventaja evolutiva obvia, pero además ayuda a ahorrar gasolina, utilidad nada desdeñable en estos tiempos. Está “deslomao”, dice, pero no lo parece. “Aprovecho cualquier oportunidad para entrenar, así que si tengo que ir a algún sitio y no está a más de 50 kilómetros, voy en bici”. Hoy bajó a Valseco a coger castañas y a echarle una mano a su padre, comió con su abuela (un poco de embutido, lentejas, arroz, cordero y tarta) y ya está de vuelta y con hambre. “Yo como mucho, las dietas y esas cosas no me gustan. No tomo ningún complemento, nada que no sea de la huerta o de mi casa”. Desciende de la montaña y en ella vive, para tenerla siempre a mano y recorrerla a diario. Por eso se asentó aquí, en el pueblo más alto de la provincia y a un palmo del nacimiento del Sil. El crío de patas ágiles al que mandaban al monte con diez años cuando una oveja se ponía de parto porque era el primero en llegar sabe que la suerte y el ‘si quieres, puedes’ tiene mucho menos que ver con el éxito que la tenacidad de dejarte el pellejo en el camino. Literalmente.
No es este un reportaje para enumerar sus logros porque no acabaríamos nunca. Solo este año “el corredor de Valseco”, como lo han apodado los medios, ha batido el récord de la Travesera de Picos de Europa y del Mont Blanc y se ha proclamado campeón mundial de Skyrunning Trail, campeón europeo de Skyrunning Ultra, y campeón nacional de Trail y de Kilómetro Vertical. Hazañas increíbles, sobre todo teniendo en cuenta que pasó por una dura y larga convalecencia de casi tres años desde que en 2016 le diagnosticaron síndrome de Haglund, una calcificación en el calcáneo que presiona el Aquiles y produce mucho dolor. “No lo pasé bien, pero fue lo más importante en mi vida deportiva, aprendí un montón. Pensé: si no puedo correr, caminaré. Ahora veo gente que se tuerce un tobillo y se hunde”. Fue entonces cuando llegó con su caravana al terreno que le dejó un vecino en La Cueta. Tres metros cuadrados en un pueblo con ocho habitantes a 1.447 metros de altura para recuperarse y tomar aliento.

Manuel Merillas, junto a la autocaravana en la que vivió durante un tiempo en La Cueta de Babia
Pero como decíamos que esto no iba de enumerar triunfos le preguntamos por el principio. Y resulta que el corredor de Valseco vivió en Páramo del Sil hasta los 6 años y sus primeras carreras fueron por el bar ‘La gallega’, negocio que regentaba su madre. Luego ya sí se mudaron a Valseco, donde hizo primero kárate y jugó al fútbol con el equipo de Laciana hasta los 18 años. “Empecé a correr a los 17, pero para mejorar la forma para el fútbol”. El problema, o la fortuna, es que le gustó. La carrera pero también la travesía, el barranquismo, el ciclismo, el esquí, prácticamente cualquier cosa en la montaña y al aire libre. “Cuando empecé con esto no sabía ni que existía, tuve que ir a un ciber a buscar carreras y ahora te salen por todos lados”. La ‘Quebrapates’, en Asturias, fue la primera. Tenía entonces 18 años “y a medida que fui corriendo me di cuenta de que había más valores en otros deportes que en el fútbol”.
Ya entonces tenía aptitudes y talento, pero también la certeza de que pocos viven de esto. Se fue entonces de Valseco a Ponferrada, estudió una FP de mecánica y trabajó en la Ford un tiempo. Después entró en el ejército, un periodo que duró seis años y que lo condujo a San Sebastián primero y a Jaca más tarde. “Me salí para hacerme guía de montaña, que es a lo que me dedico ahora, o a lo que intento dedicarme”. Aunque también corre y entrena a otros corredores. Con su vida encarrilada en La Cueta no tuvo que aprender a vivir con lo mínimo, ya venía aprendido de casa. Aquí madruga, sale con su perro Zar durante una hora, desayuna, prepara ejercicios, hace las cosas de casa, entrena y cuida la huerta. El supermercado más cercano está en Villablino, a 30 minutos en coche (no le hemos preguntado cuánto tarda corriendo). Eso sí, ahora ya no tiene que caminar veinte minutos para coger cobertura en el móvil y tiene hasta redes sociales. “Con las redes me ayuda mi novia y tengo hasta haters de esos”.

Manuel Merillas, en la Skyrace Comapedrosa / Foto: José Miguel Muñoz
Autosuficiente en la montaña y en el día a día, para correr se hace sus propios bastones de bambú “al principio los hacía de avellano pero el bambú es más ligero”, y si se pone malo tira de sabiduría popular. “Llamo a mi tío que sabe mucho de plantas, para tomar un espidifen tengo que estar al borde de la muerte”. ¿Hay tope en la vida deportiva? “Seguiré entrenando y cuando vaya pa’bajo, pues nada”. Esa es la filosofía de la montaña.

Manuel Merillas, en Picos de Europa, con Zar / Foto: Javier Gallo

Manuel Merillas, en los Alpes / Foto: José Miguel Muñoz

Manuel Merillas, en Picos de Europa / Foto: Javier Gallo

Manuel Merillas, en La Cueta de Babia