De Manolito pasó a José Manuel. El niño tímido que iba en Cacabelos al Campo de San Bartolo de la mano de José Luis Prada se abrió a otro mundo en una pequeña ciudad de provincias como Ponferrada, donde había autobuses urbanos y las niñas de las Concepcionistas vestían de uniforme. “Fue una ruptura total”, dice sobre su llegada con apenas 9 años de edad a la capital del Bierzo, José Manuel Valcárcel, que estudió en el Colegio Campo de la Cruz, en el Instituto Gil y Carrasco, en la Sindical y en la Escuela de Magisterio antes de que las casualidades le pusieran en el cuerpo de Bomberos de Ponferrada y en la compañía Conde Gatón. Del primero se jubiló el pasado noviembre; la segunda le seguirá acompañando. “El teatro no lo voy a dejar nunca”, dice.

José Manuel Valcárcel (segundo por la izquierda agachado), en una formación del equipo JT de baloncesto
Nació en Cacabelos. Y de niño se trasladó con su familia a Ponferrada. “Fue una ruptura total”, dice sobre la llegada a una ciudad con autobuses urbanos y las niñas de las Concepcionistas vistiendo de uniforme
La frontera de la infancia fueron los 9 años para José Manuel Valcárcel. Hijo de cacabelenses, la familia (“humilde”, puntualiza) se trasladó a Ponferrada para vivir en el poblado de Obras Públicas puesto que su padre era peón caminero. Manolito quedó atrás en aquellas tardes de Cacabelos con José Luis Prada como catalizador de las más diversas actividades (“era un líder”, destaca). José Manuel salió del cascarón para socializar, primero con los vecinos del barrio. El autobús costaba 1 peseta y 50 céntimos. Y los deportes estaban a tiro de las pistas de ceniza de Compostilla con José Arroyo (“como correr no se me daba bien, hacía triple salto y lanzamiento de jabalina”, recuerda) y de las canastas con el JT.
“Yo quiero trabajar”, les dijo a sus padres al terminar el Bachiller elemental en el Gil y Carrasco. Así que se matriculó en el entonces Ipove (Instituto Politécnico Virgen la Encina, la Sindical), el pasaporte más directo al mundo laboral de aquella en Ponferrada. Pero, tras acabar el ciclo de Calderería en Chapas y Estructuras Metálicas, descubrió la vocación docente, cursó Magisterio y se quedó a un paso de sacar la oposición. Las que entonces salían a concurso eran las de bombero, le dijeron en verano cuando trabajaba como socorrista en las piscinas municipales. Y se recuerda preparando las pruebas físicas con una cuerda en el puente de luces que servía para los ensayos de Conde Gatón en la vieja Iglesia de San Antonio, hoy Museo de las Cofradías.
José Manuel Valcárcel llegó a tiempo de aprobar esas oposiciones y de integrarse en las promociones que protagonizaron el cambio de paradigma en el servicio en Ponferrada al entrar en 1985 con compañeros como Alfredo Manuel Pérez ‘Fredy’. “Descubro una profesión ilusionante y que está por desarrollar”, señala para destacar la vocación participativa de una plantilla rejuvenecida que incluso crea un club cultural y deportivo en medio de unas “instalaciones muy deficitarias”, en el viejo Mercado de Ganados de Fuentesnuevas. Tocó luchar desde muy pronto, cuenta al rememorar un encierro al que se sumaron incluso otros funcionarios en torno al año 1990 para lograr la consideración de las horas laborales. Como cabo más antiguo, a la jubilación en 1995 de Domiciano Arias, asumió la jefatura accidental del servicio, consolidada de manera definitiva en 2002.
José Manuel Valcárcel se recuerda preparando las pruebas físicas con una cuerda en el puente de luces que servía para los ensayos de Conde Gatón en la vieja Iglesia de San Antonio, hoy Museo de las Cofradías

Dirigiendo a un equipo femenino del JT de baloncesto

Valcárcel descubrió la compañía Conde Gatón en una representación de ‘El Señor de Bembibre’ en el Castillo de los Templarios
Casi un cuarto de siglo de cabeza visible del servicio da para hacer balance. Él lo divide en “tres patas”: la dotación de material, con la incorporación de hasta siete vehículos, vivió un “cambio importantísimo”; las instalaciones pasaron de “paupérrimas” a la “envidia” en Castilla y León con un parque de primera, “hecho con raciocinio” y por el que “cada año pasan miles de niños”; y lo laboral queda como asignatura pendiente con una plantilla “siempre justita” para asumir, además, una superficie que va mucho más allá del término municipal. “Sé que los tiempos son difíciles, pero hace falta una negociación política para mejorar la financiación y la dotación de personal”, considera.
En lo personal, vivió el ascenso a la jefatura como un cambio de rol que no lo separó del equipo. “No fui un jefe de servicio al uso. Siempre me sentí como un compañero. Yo me implicaba y tiraba de manguera. Sí que es cierto que, al final, se van creando más puestos mandos intermedios y asumes más labores de dirección y gestión de recursos humanos. Lo que siempre me costó y más me molestó fue tener que llamar la atención a un compañero. Pero siempre me he considerado un bombero”, resume. Jefe a tiempo completo y con el walkie a mano a cualquier hora, todavía tuvo margen para dejar su sello en el cincuentenario del servicio en Ponferrada poniendo su firma al libro ‘Bomberos de Ponferrada. Medio siglo de memoria incompleta 1954-2004’.
“Siempre me sentí un compañero. Yo me implicaba y tiraba de manguera. Lo que más me molestó fue tener que llamar la atención a un compañero. Pero siempre me he considerado un bombero”
El teatro había aparecido también de casualidad cuando fue a ver su amigo Javier Vecino en una representación de ‘El Señor de Bembibre’ en el Castillo de los Templarios. “Yo quiero estar ahí el año que viene”, se dijo. Y Conde Gatón le abrió otras puertas y le curó la timidez. “Descubrí el mundo a través del teatro. Me pude rodear de personas muy cultivadas. A mí me costaba hablar en público… Soy la persona que soy gracias al teatro”, asegura. Y eso que no siempre fue fácil, ensayando de once de la noche a dos de la mañana “con frío y humedad” en la antigua Iglesia de San Antonio y con el walkie talkie en el bolsillo presto a atender alguna emergencia. Fue también la manera de constatar que “hay más vida que la vida laboral”. Así que, tras superar un cáncer que “ha mermado el rendimiento laboral”, se acogió a la jubilación a los 60 años como jefe de Bomberos. “Pero el teatro no lo voy a dejar nunca”, sentencia tras citarnos en el local de ensayos de Conde Gatón, a tiro de piedra del Teatro Bergidum.
José Manuel Valcárcel, que se casó con una de aquellas niñas que iban de uniforme a las Concepcionistas, tiene a sus dos hijos fuera del Bierzo, una metáfora del declinar de una tierra que “no ha salido de la crisis” ni reconvertido una economía “muy dependiente de la minería y de Endesa”. “Pero El Bierzo va a ser lo que quieran los bercianos que sea. Depende de nosotros. Nadie va a venir a salvarnos”, dice quien ha dedicado más de la mitad de su vida precisamente a salvar personas, a apagar fuegos, a lidiar con situaciones críticas. Ahora la vida que queda por delante seguirá siendo, en buena medida, puro teatro.
Conde Gatón le abrió a un mundo diferente y le curó la timidez. Y eso que seguir el ritmo no siempre fue fácil ensayando de noche y con el walkie en el bolsillo presto a atender cualquier emergencia

Cuando llegó al cuerpo de Bomberos, descubrió una profesión que “estaba por desarrollar”

Valcárcel fue durante 24 años jefe de Bomberos de Ponferrada

Tercero por la derecha, junto a varios compañeros, en el Parque de Bomberos de Ponferrada

José Manuel Valcárcel, en el local de la compañía Conde Gatón en Ponferrada

José Manuel Valcárcel, en el local de la compañía Conde Gatón en Ponferrada