“Tu abuelo y yo no nos perdimos ni una obra ni un baile” le dice Haydée a su nieta. No hace falta que lo jure. Podría haber sido maestra, bailarina o estrella de cine. Y hubiera sido buena, sola hace falta echarle un vistazo y charlar un rato con ella. A eso venimos, y sentados en una salita repleta de fotos hablamos sobre la vida, sobre aquel Bierzo que le tocó vivir, el de la miseria de la posguerra y el crecimiento desmedido, el de la Ciudad del Dólar, el boom de la minería y el Edesa de Lola Flores, Antonio Machín o Juanito Valderrama, el del esplendor de la Puebla y la crisis implacable de los ochenta, el de la mercería que regentó y que llevó su nombre durante 47 años. Miramos de reojo las fotos, sí que era como una estrella de cine.

Haydée y Gonzalo con unos amigos en el San Remo (1955)
Nos abre la puerta una mujer espectacular. Zapatos de tacón, vestido ajustado, labios rojos. Enérgica y temperamental, “ya de pequeña era un trasto”, confirma. Tiene ganas de hablar y empieza mientras su nieta Lara prepara café en la cocina, con leche y dos cucharadas de azúcar para ella. ¿Por dónde empezamos? Por el principio claro. Haydée Rodríguez nació en Argentina. “Mi padre se marchó en el 18 y mi madre en el 24, y aunque los dos eran de aquí, uno de Villabuena y otro de Quilós, se conocieron en Argentina”. ¿Y de dónde viene el nombre? “Haydée era una princesa griega en El Conde de Montecristo, mi padre leyó la novela y dijo ‘esta va a ser mi princesa’”. Regresaron cuando ella tenía cuatro años. “En principio veníamos para seis meses, pero mi madre era muy morriñosa y fueron pidiendo prórrogas, luego estalló la guerra y ya no se pudieron marchar” explica.
Sus padres compraron un molino en Villabuena y allí se instalaron. Tuvo una infancia sobresaltada pero feliz. “Yo siempre digo que tengo más vidas que un gato. Un día ardió el molino, yo estaba en el primer piso en la cama y me tiraron, me recogió la gente que estaba abajo”. Primer susto. “Luego me mordió un perro rabioso y estuve en León en cuarentena”. Era dada a las correrías y aunque hoy sería insólito, un día que sus padres se fueron y ella se escapó al río “mi tío me ató a un manzano”, ríe, “pasaba la gente y decía, qué brutos atar a la rapaza a un manzano”. ¿Algún recuerdo de la guerra? Era muy pequeña pero sí tiene uno. “Había cuatro hermanos, ‘los pitaciegas’, que estaban escapados en el monte y bajaban al molino a por comida y a dejar recados para sus mujeres, siempre me ha asombrado que a pesar de que yo tenía solo siete años, nunca dije nada, nunca se me escapó delante de nadie”.
Supo desde pequeña lo que era el bullying aunque el térmico aún no se había inventado. Algo tan ridículo y tan típico como las rencillas entre pueblos desataron el acoso al que la sometieron sus compañeros. “Yo iba a clase a Quilós, y los de Quilós y Villabuena se llevaban muy mal, así que todos los días me apedreaban”. Su padre tomó cartas en el asunto y la profesora decidió dejarla salir diez minutos antes que a los demás, “yo corría y corría para que no me pillaran”. El acoso no cesó. ¿La solución? “Mi padre decidió que aquello no podía ser y a los diez años me trajeron interna a las Concepcionistas”. Así arribó Haydée en Ponferrada. “Ya en el 45 mis padres se vinieron también y construyeron esta casa”.
De Las Concepcionistas pasó al Gil y Carrasco. Camino al instituto pasaba cada día por delante de la panadería donde trabajaba su futuro marido. “Yo nunca lo había visto pero él sí se había fijado en mí y un día me sacó a bailar en una verbena”. Así, entre bailes y fiestas comenzaron un noviazgo que duró seis años. “Mucho para la época, ¿no?”, puntualiza su nieta. Pero es que Haydée no era muy de su época. “Era un hombre muy bueno. Yo siempre dije, si me caso con un tío que me dé la lata le hago lo del clavo”. “Qué bruta, abuela”, replica la nieta, pero las dos se ríen antes de explicar que la famosa escena del clavo salía en una película en la que la mujer asesina al marido atravesándole la cabeza con un clavo. Antes de la aclaración ya nos habíamos olido algo parecido. Lo del clavo no hizo falta. Fueron muy felices.
El día de la aprobación del nuevo PGOU en pleno, la plaza del Ayuntamiento se quedó pequeña.“Vinieron los grises y nos lanzaron botes de humo, la gente gritaba, ‘Juanito, dimite que el pueblo no te admite’”
Al terminar el instituto y ya matriculada en León para estudiar magisterio, su padre compró la tienda. “Y en la tienda trabajé desde los 20 años hasta que me jubilé en 1997”. ¿Alguna vez se pregunta cómo hubiera sido su vida si se hubiera ido? “Claro, pero igual hubiese sido peor, aquí llevé una vida buenísima y salí todo lo que quise”. Mercería Haydée fue todo un éxito. “Nosotros teníamos el margen de beneficios fijado por ley, si yo hubiera trabajado con los márgenes que tienen ahora sería como Onassis”.
En el 77 llegaron los problemas. El nuevo Plan General de Urbanización Urbana (PGOU) pone a la sociedad ponferradina en pie. “Era un desastre”, dice. Haydée tomó entonces partido y formando parte de la Asociación de Vecinos Independientes recorrió toda la comarca para movilizar a la gente. El día de la aprobación del nuevo plan en pleno, la plaza del Ayuntamiento se quedó pequeña para dar cobijo a los opositores. “Vinieron los grises y nos lanzaron botes de humo, la gente gritaba, ‘Juanito, dimite que el pueblo no te admite’”, recuerda. Los multaron con un millón ochocientas mil pesetas. “A mí con 500.000, a Bodelón con 500.000, y el resto repartido entre los demás miembros”. Pero consiguieron su objetivo, “se aprobó sin mayoría y tuvieron que modificarlo”.

Folleto Asociación de Vecinos Independientes, de la que Haydée formaba parte
Los edificios de los que los querían desalojar se conservaron hasta la llegada de Ismael Álvarez al Ayuntamiento. La tienda en el bajo de los soportales (al comienzo de Gómez Núñez, en el actual local de Rafer) desapareció para siempre. Quedó la de la esquina de la Travesía Gómez Núñez que hoy alberga la confitería Dulces Sueños.
Nos dejamos anécdotas en el tintero, por supuesto. La historia de Haydée daría para unas cuántas páginas más. ¿Y qué pasa ahora con El Bierzo? “La gente está dormida. Cada vez que pienso cómo está Ponferrada no me lo explico”. Pelear y bailar, ese es el secreto.

Haydée posando con sus padres y su hermano

Una jovencísima Haydée en 1947

Haydée y su todavía novio Gonzalo en la fiesta de Flores del Sil (1948)

Haydée y Gonzalo camino de la fiesta de Otero en 1948

De merienda en la fiesta de la Martina

Haydée y Gonzalo el día de su boda (1953)

Haydée y su marido Gonzalo en 1954, un año después de casarse

Haydée en Foz

La tienda de Haydée en 1989 en la esquina donde hoy está la confitería Dulces Sueños

Comida familiar en el Molino de Villabuena