La educación le abrió a un mundo diferente como estudiante; y le trajo de regreso al Bierzo como profesor. Avelino Rellán López salió de Burbia a formarse. Y volvió como don Avelino para ser durante casi tres décadas docente y, buena parte de esa etapa, director del recordado Colegio Diocesano San Andrés de Vega de Espinareda. Cuando su pueblo natal se quedó sin cura, se puso detrás del altar para llevar ahora, a sus 80 años de edad, hasta nueve parroquias por el efecto combinado de la sangría demográfica rural y la crisis de vocaciones.

Avelino Rellán López, de joven
Avelino, el mayor de ocho hermanos, se crio en Burbia. “Había mucha gente. Y alegría, no como ahora. Aunque ahora hay mejores condiciones de vida. Hay jaulas pero no jilgueros…”
No faltaban niños, ni tampoco curas, en los pueblos cuando Avelino, el mayor de ocho hermanos, se crio en Burbia. “Había mucha gente. Y alegría, no como ahora. Aunque ahora hay mejores condiciones de vida. Hay jaulas pero no jilgueros…”, dice entre la nostalgia y el lamento con un punto de ironía. Sus padres se dedicaban al campo. Y él vio en la educación una salida para marchar con 10 años de edad a estudiar al Seminario. “Era la única oportunidad de los chicos de los pueblos para salir”, señala. Concluida su formación en Astorga en 1963, estudió en Salamanca Lenguas Clásicas (Latín, Griego y Hebreo). De Latín precisamente fueron sus primeras clases como profesor en 1966 en el Colegio San Andrés de Vega de Espinareda, que apenas llevaba un par de años abierto.
La propia apertura de este centro educativo, el primer instituto de la comarca fuera de Ponferrada, tiene su historia. Abandonado tras la desamortización, el Monasterio de San Andrés de Vega era un fantástico continente falto de contenido. Se llegó a pensar en emplearlo como residencia de mayores. Hasta que el obispo Marcelo, en una visita pastoral, dio con la clave. Había necesidad de escolarizar a los niños de la zona que a los diez años abandonaban las clases. “Y en vez de una residencia se abrió un colegio. Se hizo un edificio nuevo con aulas. Y ya el primer año se llenó sólo con los internos, en su mayoría hijos de gente humilde”, cuenta don Avelino antes de enseñarnos su patio y su comedor.
Con el paso del tiempo el centro se abrió también a los alumnos externos y, ya en los años ochenta, a las alumnas con un modelo mixto. Las circunstancias (caída de la natalidad, éxodo rural, reconversiones mineras y apertura de otros institutos en el entorno) lo abocaron al cierre en 1995. Ahora es motivo recurrente de encuentros de sus antiguos alumnos. ¿Qué recuerdan de quien fue sucesivamente profesor de Latín, Historia, Literatura o Filosofía, y durante muchos años director? “Algunos me dicen lo que fumaba… Ponía los cigarros en punta”, responde para añadir que siempre abordó la docencia “desde la comprensión”. “Hay que entender lo que son los niños. Yo de pequeño no fui nada bueno… Y luego, aunque me daba risa por dentro, tenía que ponerme serio”, concede.
Fue docente y director del recordado Colegio Diocesano San Andrés de Vega de Espinareda. ¿Qué recuerdan sus alumnos? “Algunos me dicen lo que fumaba… Ponía los cigarros en punta”, responde
Pudo jubilarse de cura a los 75. “Pero tengo 80 y me encuentro bastante bien. La falta de vocaciones es un problema global. Hasta la Guerra hubo quizás hasta más curas de los que hacía falta. Pero ahora es un problema”
El don quedó en aquellas aulas en las que se impartía una educación más estricta (“cuando yo hice el ingreso en el Seminario con tres faltas de ortografía te ibas para casa…”). “Sí notaba la autoridad en el colegio. En el valle nunca nadie me trató de usted. Y hoy no tiene autoridad ni el maestro ni el cura”, observa desde la posterior experiencia pastoral, que se ha ido extendiendo por la zona de forma inversamente proporcional a la caída demográfica y a la falta de sacerdotes hasta sumar en la actualidad las parroquias de Vega de Espinareda, Sésamo, El Espino, Valle de Finolledo, Moreda, San Martín de Moreda, Penoselo, Burbia y Aira da Pedra-Campo del Agua. Pudo jubilarse de cura a los 75. “Pero tengo 80 y me encuentro bastante bien. La falta de vocaciones es un problema global. Hasta la Guerra hubo quizás hasta más curas de los que hacía falta. Pero ahora es un problema”, admite para abogar como solución por dar responsabilidad a los seglares, sobre todo en el medio rural.
Tantas vueltas ha dado la vida que ahora, con una población envejecida, sí que tendría más sentido dedicar el Monasterio de San Andrés a residencia de mayores que a colegio. El caso es que, ya desde hace unos años, es objeto de deseo de promotores turísticos que todavía no han dado con la tecla de la viabilidad económica. “El Ayuntamiento de Vega ha entendido que es buena idea hacer pivotar el turismo de la zona en torno al Monasterio. Y eso es un recurso, aunque no va a resolver por sí solo los problemas”, diagnostica.
Así que, llegados a este punto de la conversación con un hombre formado, lúcido y brillante, pero también irónico y cercano, toca preguntar por el drama de la España vacía en una zona doblemente castigada por la reconversión minera. “La España vacía ya se veía venir. Aquí se precipitó por la crisis de las minas. Pero pudo haber una alternativa si se hubiera hecho de otra manera. La gente también vivió antes de que hubiera minas. El caso es que hoy se te mueren tres y desaparece medio pueblo”, dice, con conocimiento de causa, quien se patea unos cuantos de esos lugares del valle en los que creció y ahora ejerce el sacerdocio sin haber dejado de ser uno más entre los vecinos. Él la autoridad la lleva en la palabra.
“La España vacía ya se veía venir. Aquí se precipitó por la crisis de las minas. Pero pudo haber una alternativa. La gente también vivió antes de las minas. Pero hoy se te mueren tres y desaparece medio pueblo”

Don Avelino, en el Monasterio de San Andrés de Vega de Espinareda