Conchita Tamargo es historia de la MSP. Menuda y elegante sonríe al recordar cómo desde niña soñaba con trabajar en una oficina. Asturiana de nacimiento, pasó su infancia en Mieres, una niñez marcada por la guerra civil y el miedo de unos adultos que corrían a esconderse en cuanto sonaban las alarmas. “Mi abuela tenía terror, cuando oía la sirena nos cogía y escapábamos a la boca mina, había más niños y un río y jugábamos allí”, cuenta. En 1939, con solo 10 años, su padre, Salustiano Tamargo, facultativo de minas, comenzó a trabajar en la Minero y Conchita se mudó con su familia a Ponferrada. “Al principio lo pasamos mal porque había racionamiento para todos, la mayoría de la gente aquí tenía huertas, pero nosotros no”. Desde entonces, su vida ha corrido paralela a la que fue la mayor compañía carbonera privada de España.

Conchita Tamargo, la tercera por la derecha de la fila del medio (de pie) con sus compañeras de la escuela Ave María

Comenzó a ir a la escuela Ave María, reservada para los hijos de los trabajadores de la compañía. Al terminar el colegio estudió taquigrafía, mecanografía y cálculo y se presentó a una vacante como telefonista en la Minero, “estuve tres meses trabajando sin cobrar”, recuerda. Una vez dentro se presentó a todas las plazas de promoción interna hasta convertirse en la primera mujer jefe de primera administrativo en Ponferrada.

Durante sus 41 años como empleada de la MSP siempre tuvo que competir con hombres “y siempre tenía que demostrar un poco más que ellos”, sostiene. “Entonces si te casabas tenías que dejar de trabajar, a veces pienso que no me casé por eso”, relata entre risas. Como secretaria de dirección trabajó con Ubaldo López Bodelón y con Marcelo Jorissen ‘El belga’, un hombre tan “serio y meticuloso que había gente que le tenía terror”, dice, “aunque a mí me era muy fácil trabajar con él”.

Tamargo con las otras cinco mujeres que trabajaban en la MSP. De derecha a izquierda: Conchita, Pili Escobar, Feli García, y Maria Luisa Quiroga.

Una vez jubilada dedicó su tiempo al voluntariado. Fue confundadora del Banco de Alimentos del Sil junto a Damián Tascón y colaboró con el centro de día ‘El Urogallo’, dando apoyo escolar a los más pequeños.

Tamargo vivió la ebullición y el decaimiento de la compañía que articuló la capital berciana y que contribuyó a que Ponferrada experimentara el mayor crecimiento demográfico de España en la década de los 50, pasando de 15.000 a 30.000 habitantes. Lejos queda ahora la ‘Ciudad del Dólar’, “fue demasiado rápida la subida”, dice Conchita. “Yo soy minera por naturaleza, mi padre decía que el carbón era un recurso natural que había que tener por lo menos como garantía”, afirma. “Viví la descomposición de la compañía con mucha pena, pero fue bonito mientras duró”.

Conchita Tamargo en Lumajo

Conchita Tamargo

Conchita con un grupo de amigos en la fiesta de Otero (Ponferrada)

Conchita Tamargo con las hermanas de Luis del Olmo

Conchita Tamargo en la fiesta de jubilación de un compañero de la MSP