Cómico, absurdo, surrealista o profundo, el teatro suele convertirse en protagonista de las vidas que atrapa. Para Carlos García Ruiz es profesión, pasión y acicate. Como la vida en raras ocasiones es un camino recto, “y la mía es más bien como el trayecto de una bola de pinball” este berciano cambió primero su comarca natal por Madrid y más tarde España por Colombia. Ahora, a dos días de su regreso a Bogotá, nos cita en la plaza de La Encina para repasar entre vinos una trayectoria con dos comienzos. El primero gira en torno a la figura de su tío, el pintor Ángel Ruiz. “Él fue mi ancla con el teatro, con él tuve mis primeros contactos con Conde Gatón, siempre entre bambalinas”. El segundo llegó en la Universidad, algo tan simple como un cartel de esos que poca gente se para a leer. ‘Se busca gente para grupo de teatro’. Hoy, el chaval que dejó atrás Ponferrada en un viejo Alsa hace más de veinte años es el director del programa de Arte Dramático en la Universidad El Bosque.

Carlos en su primera obra de teatro
“Llevaba quince años sin pasar tanto tiempo en El Bierzo”, reconoce. Casi tres meses que están a punto de llegar a su fin y que, entre idas y venidas a Vigo y Madrid para preparar su tesis doctoral, ha aprovechado para revisitar sus lugares de la infancia. “Ha sido una estancia muy melancólica”. Aunque su familia paterna es de Fabero y su familia materna de Matarrosa, Carlos nació en el barrio ponferradino de San Pedro. Estudió en el San Ignacio, donde era miembro del equipo de fútbol, y en el Instituto Gil y Carrasco. “Lo que más recuerdo de la Ponferrada de mi niñez es la montaña de carbón, parece que la gente ya no se acuerda y define de alguna forma la ciudad”. Entre partidos en los campos de las escombreras y juegos en el barrio de la Estación, creció con la idea fija de ir a estudiar a Madrid. Allí se licenció en Publicidad y Relaciones Públicas y comenzó a actuar y a escribir teatro.
Su amor por las artes escénicas lo llevó entonces a formarse en dramaturgia, dirección y actuación. En 1999 ganó un premio dotado con 3.000 euros al mejor texto teatral universitario. “Para mí en aquel momento que estaba sin un duro era muchísimo dinero”, ríe, “hice un viaje y utilicé el resto para crear una compañía que primero se llamó ‘Basplás’ y finalmente ‘Teatro Cítrico’ por nuestra primera obra ‘Medias naranjas’”. Durante dos años compatibilizó el teatro con un trabajo de publicista en una agencia. “Decidí dejarlo, me parecía que estaba engañando a la gente”, explica. Cursó entonces un máster en Gestión Cultural en la Complutense y se lanzó de lleno a la vida del titiritero.
“Desde que me marché tenía claro que no iba a volver, me encanta venir y en el futuro no sé qué haré pero tengo claro que lo que a mí me gusta hacer, por desgracia, no lo puedo hacer aquí”
La representación de sus obras con Teatro Cítrico ya lo había llevado a recorrer buena parte de Sudamérica y en 2003 recala por primera vez en Colombia. Llegó aquí la decisión que ha cambiado su vida. “Me ofrecieron coordinar una escuela de teatro pero yo en ese momento estaba organizando los talleres de artes escénicas de Ponferrada”, recuerda. Sin embargo, las circunstancias cambiaron, llegó la crisis y desde el Ayuntamiento se decidió no apostar por la idea de crecimiento y consolidación que tenía Ruiz. “Decidí entonces irme a Colombia y fueron surgiendo proyectos”. Así, lo que en principio iban a ser dos años ya va para una década.
“Desde que me marché tenía claro que no iba a volver, me encanta venir y en el futuro no sé qué haré pero tengo claro que lo que a mí me gusta hacer, por desgracia, no lo puedo hacer aquí”, dice. Tiene ideas muy claras sobre la situación actual del Bierzo. En el año 2012, tras dos años sin pisar su tierra, “el impacto fue brutal, me encontré una Ponferrada caída”. “Ahora”, dice, “ha mejorado un poco. El Bierzo tiene un potencial físico y humano muy grande pero por desgracia nos quedamos en lo de siempre con lo de siempre”. “Hay que apoyar a la gente que está aquí haciendo cosas, igual que se pide ayuda para los empresarios bercianos, para los locales, también hay que apoyar el talento local”. El teatro y el arte, como buena artesanía, “requieren el máximo esfuerzo para obtener el mínimo beneficio, pasa al contrario que en la política”.
¿Y para cambiar? “Somos muy autodestructivos, le damos siempre más valor a lo que viene de fuera. Yo no sé las fórmulas, pero tampoco me pagan para que las dé”. Quién sabe si pronto se representará en el país de los vallenatos una obra inspirada en la tierra del carbón y el vino.

El pequeño Carlos García Ruiz, con su abuela materna, Elena

El pequeño Carlos García Ruiz

El pequeño Carlos García Ruiz

Carlos en el equipo de fútbol del San Ignacio (fila de abajo, tercero empezando por la derecha)