Ascensión Ramón fallece a punto de cumplir los 105 años de edad dejando un reguero de cariño en El Bierzo

Faltaba menos de un mes para soplar las velas de su 105 cumpleaños. Se avecinaba una fiesta, pero el sábado 21 de septiembre es de duelo por el fallecimiento de Ascensión Ramón, cantinera de Bárcena de la Abadía (Fabero) y una de las primeras protagonistas de Me Presta El Bierzo. Fue en enero cuando echó el candado a su bar no sin dejar por escrito las razones. 

“Mis primeros recuerdos, desde que tenía 4 años, son detrás de un mostrador”, decía entonces Ascensión Ramónal comunicar el cierre del bar que ha regentado toda una vida. Ascensión, que se congratulaba de despedirse de su clientela “con plena capacidad física y mental” a sus 104 años de edad, dejaba palabras de agradecimiento y una llamada de atención a los gobernantes: “Los bares, en poblaciones pequeñas, no pueden soportar los mismos impuestos y exigencias como si estuvieran en la misma Plaza de Lazúrtegui o en la Puerta del Sol”. Y ya avisaba de que, a pesar de echar el candado a un local mítico, su casa siempre estará abierta. “Os digo que la Casa de Santos, como era conocida, o la Casa de Ascensión o Bar La Viuda, nunca se cerrará, siempre estará abierta a toda persona que nos quiera visitar, siempre habrá un trago que compartir y un rato para conversar”, señalaba en una carta que publicamos al final de esta entrada. 

Ascensión Ramón ha tomado la decisión de cerrar su bar en Bárcena de la Abadía

Hay personas para las que no existen suficientes páginas, de las que nunca se escribirá demasiado. Ascensión Ramón Gómez es historia viva del Bierzo. Nos recibe sentada a la mesa de su cocina, justo detrás del bar que lleva regentando toda una vida. Sonríe con cariño revelando una excepcional memoria mientras pregunta por tus padres, por tus abuelos, porque aquí nos conocemos todos y ella no olvida a ninguno. Con 104 años ha vivido dos guerras mundiales, una guerra civil, una posguerra cargada de miseria, la llegada y la muerte del dictador y más de cuarenta años de democracia.

Lejos de los cañones que ya empezaban a retumbar, Ascensión llegó al mundo en Prado, “Chano, ayuntamiento de Peranzanes”, puntualiza, el 8 de octubre de 1914. Con 17 años abandonó Fornela junto a sus padres para afincarse en Bárcena de la Abadía, donde abrieron un negocio que incluía bar, fonda, ultramarinos y carnicería. “Cuando me casé me dejaron el bar para mí”, explica. Pero la vida aguarda con golpes difíciles de encajar y con solo 45 años la silicosis se llevó a su marido dejándola con siete hijos y sin paga alguna. “El más mayor estaba en la mili en Valladolid y el más pequeño tenía cuatro años”, recuerda. “Me siento orgullosa de haberlos sacado adelante, a cada cual es mejor”.

Por la fonda pasaron cientos de mineros de todas partes. “Lo pasaban muy mal”, cuenta. “Ganaban cinco pesetas al día y tenían 8 y 12 hijos”. Se ríe al relatar una anécdota. “Por la mañana me pedían una copa de orujo pa quitar las telarañas, y así se iban a la mina a trabajar porque no tenían dinero para desayunar”. El hambre dio muchas historias parecidas. “Había chicos que se querían casar y tenían que pedir la ropa prestada”. Los callos de Ascensión eran famosos, “los fornelos bajaban rápido porque solo había para los que llegaran antes, luego ya no quedaban”.

Pero Ascensión también recuerda alegría, solidaridad entre los vecinos y muchos cánticos. “Ahora ya no siento cantar nunca”, dice. “Antes, para desayunar caldo, para comer caldo y para cenar caldo y se pedías otro poco te decía tu madre ¡anda que no comes! “Todo ha cambiado, hasta el tiempo”.

Se acaba la entrevista, pero no nos deja marchar sin un trozo de roscón para merendar y unos besos para el camino. “Cuando cumplo años me llaman de todas partes para felicitarme”, dice. “Todo el mundo la quiere con locura”, apostilla su hija. No es para menos.

Tras la publicación de esta entrevista y el anuncio del cierre del bar de Bárcena de la Abadía, la tuna Uned de Ponferrada decidió homenajear con música la vida y el trabajo de Ascensión.

Ojeaba hace unos días la prensa digital y en la página de los periodistas y amigos Cesar y Sara, Me presta El Bierzo, destacaban en su entrevista con la centenaria Ascensión unas líneas que decían “antes todo el mundo cantaba, ahora ya no siento cantar nunca”.Ese título que podría pasar por alto a cualquiera que no sienta la música en sus poros, no pasó inadvertido a quien hace años lleva enarbolando la bandera de El Bierzo con un grupo de locos apasionados por la cultura musical de pulso y púa, llenando Ponferrada y la comarca de rondas y negro mester tunil , con el objetivo principal de alegrar gentes y lugares ,siendo embajada cultural cuando recorren el mundo con su música.

Hace tiempo que la generosidad de los miembros de la Tuna Uned de Ponferrada ha servido para volver a hacerse hueco en el panorama cultural de la comarca. No seríamos honestos con nosotros mismos sino cogiéramos nuestro traje e instrumento y acudiéramos a presentar nuestros respetos a quien generosamente ha entregado su vida detrás de una barra de un bar, llenando barrigas del buen yantar, viendo pasar la vida entregada a su familia y a su pueblo.

Por eso fue fácil , un mensaje a la familia , un grupo de tunos dispuestos a subir sin más ánimo que conocer a la centenaria y que nos brindara su secreto. Fuimos recibidos con la amabilidad de la buena gente, reímos , cantamos , comimos y bebimos con ellos, y nos despedimos como amigos, casi como familia .

Más de 5 horas con Ascensión , familiares y amigos, que en una vida tan longeva es una gota insignificante de tiempo. Pero hay minutos que se quedan grabados a fuego en el alma. Y acordes con melodías que sólo se pueden cantar con amigos. Por ti Ascensión , por esas lágrimas de alegría con nosotros y por tus 104 . Larga vida, aúpa tuna!

Tango, presidente Tuna uned ponferrada

Ascensión acompañada de la Tuna Uned Ponferrada, familiares y amigos.

Ascensión y su marido Santos en el campo de Trascastro 10 años después de casarse.