Son las 14.00 horas de un lunes de enero. Esperamos a Ada Prada tomando un vino junto al calor de la lumbre mientras vemos cómo empiezan a caer las primeras gotas fuera. De repente se gesta algo, rápido. Uno de los chicos que está tomando café junto a la ventana desaparece unos minutos y regresa con una guitarra. “Es que es músico y le he pedido que nos toque algo”, dice una de las presentes. Un concierto espontáneo, fantástico. Héctor Fernández Lera ha hecho parada en La Moncloa de San Lázaro camino de Madrid, y aquí pasan estas cosas. “Si quieres nos quedamos a verlo y hablamos otro día”, dice Ada. No le gustan las entrevistas. “Además”, sostiene, “yo no soy interesante”. Nosotros creemos lo contrario. Una de las primeras enólogas de la comarca, viajera incansable y gerente de uno de los lugares con más encanto del Bierzo, ha conseguido mantener las ganas y el negocio a flote incluso en los momentos más complicados.

El músico Héctor Fernández Lera en la Moncloa de San Lázaro
Nació Cacabelos, en casa de su abuela. “Una vecina dice que ese año solo habían nacido niños y que desde que nació la hija de Prada todo fueron niñas”, cuenta entre risas. Vivían encima de la tienda que en aquellos años regentaban sus padres, Lucía Amigo y José Luis Prada. “Mi hermana y yo nos llamábamos el club de búscate la vida, porque ellos trabajaban mucho y nosotras estábamos casi todo el día solas”. Mamó el esfuerzo y la hospitalidad desde pequeña. “Cuando pasaba un peregrino mis padres siempre lo acogían, entonces pasaban igual diez peregrinos al año por aquí, era algo residual”. En 1993 llegó ‘Pelegrín’ y fue “el inicio de un boom”.
“Me propuse convertir La Moncloa en un escaparate de vinos del Bierzo”
Sus padres compraron la casa que hoy es La Moncloa. “El hotel fue un proyecto de mi madre y de mi hermana Leni”. Ella se trasladó a Madrid a estudiar enología, “me convencieron mis padres porque acababan de empezar con el proyecto de la bodega, yo quería estudiar empresariales”. Pero el mundo del vino la enganchó y tras acabar la carrera y hacer prácticas en una bodega de Burdeos volvió para elaborar el vino de Prada, donde permaneció hasta 2003. Llegaron entonces cambios y ganas de emprender otros proyectos. “Me tomé un año sabático que al final fueron seis meses, pensé, ¿dónde puedo ir para estar el máximo tiempo posible con el dinero que tengo?”. La respuesta fue La India, allí hizo voluntariado y permaneció medio año hasta que en una estación le robaron todo lo que le quedaba. Tras el incidente regresó a Cacabelos, donde, entre otras cosas, puso en marcha el mencía De2, proyecto que inició con su amigo Richar Sanz y que hoy continúa junto a su pareja Álvaro Vidal.
“Gestionar esto es dificilísimo”, explica. “Siempre pensé cómo hacer para que la gente no viniese solo a comer o a cenar”. Pero La Moncloa se mueve. Además de elaborar una amplia gama de productos bercianos de manera artesanal han decidido apostar fuerte por la cultura. La música en vivo, el microteatro o las exposiciones de pintura maridan con la buena comida y un trato intachable. “Me propuse convertir esto en un escaparate de los vinos del Bierzo aunque tardó un tiempo en funcionar porque a las bodegas les costó dejar de relacionarnos con Prada A Tope”. Sus viajes alrededor del mundo, desde Argentina hasta Zimbabwe forman también parte del alma de su negocio.
Al Bierzo lo ve “triste”, “pero aquí hay mucha gente que quiere hacer cosas y las hace”. Ella es el mejor ejemplo. Se avecinan cambios. “La Moncloa no se queda parada”.

Ada (derecha) y su hermana Leni

Ada (izquierda), con su madre Lucía Amigo y su hermana Leni

Ada en brazos de su padre, José Luis Prada

Lucía Amigo (izquierda), José Luis Prada y Ada Prada

Ada Prada en una comida con amigos en La Moncloa

Ada Prada en Namibia

Ada en Botswana

Ada Prada con su antiguo socio en De2, Richar Sanz (derecha), y su actual socio y pareja, Álvaro Vidal