Prestar, xeitu y guaje, las que tal vez sean las palabras asturleonesas por excelencia, dan nombre a esta página y a varios de sus apartados. Y como nos presta la cultura berciana y sus lenguas, en Me presta El Bierzo no podíamos dejar pasar la oportunidad de entrevistar a alguien vinculado a la creación literaria en paḷḷuezu, dialecto hablado tradicionalmente en el Alto Sil. Hasta tal punto está involucrado en el movimiento de recuperación lingüística este hombre natural de Palacios del Sil y miembro de la Academia de la Llingua, que con los años se ha convertido en el mayor referente de esta lengua al sur de la Cordillera Cantábrica. Roberto-González Quevedo es autor de once obras literarias en solitario (la mayoría de ellas en la fala de Palacios) y de otros tantos trabajos académicos dentro del campo de la filología y de la antropología. De su trabajo destacan, por su carácter pionero y valor sentimental, las obras poéticas y los relatos tradicionales realizados en los 80 en colaboración con su madre, Eva González, matriarca de las letras palaciegas. Es más, una de sus últimas publicaciones, ‘Hestoria de la mía vida’, terminada en 1988 y que no fue publicada hasta 2018, treinta años más tarde y de forma póstuma por expreso deseo de la autora, da cuenta de una fecunda relación materno-filial que nos lega un tesoro etnográfico y un testimonio histórico de primera mano sobre las penurias que sufrieron los habitantes de esta zona durante la guerra y la posguerra. La obra es absolutamente fiel a las experiencias y relatos que Eva González vivió como hija y nieta de campesinos y ganaderos locales, a la discriminación que estaba asociada a ser mujer en las zonas rurales durante esta época, pero también a la determinación y coraje que las mujeres demostraban para sobreponerse al mismo tiempo a la condición de subordinación que sufrían las mujeres por el hecho de serlo y a las miserias de los años 30 y 40.

Roberto González-Quevedo, escritor y antropólogo
Una de las frases más cautivadoras y a la vez hirientes del libro es “Duelme dicítelo Tiadosu: ía outra nena” (Me duele decírtelo Teodosio: es otra niña). ¿Qué hubiera pensado su madre de los debates y avances actuales en cuanto al rol de la mujer en la sociedad?
Eva ya vivió de adulta una época distinta, un mundo en que lo más generalizado era que la mujer buscara un puesto de trabajo para ser independiente. Pero evidentemente estos cambios en los roles de género son lentos y todavía hay puntos polémicos. Ella, por supuesto sin elaborar ninguna teoría, tenía claro que la mujer debía tener igual estatus que el hombre en todos los sentidos.
¿Cuál fue el impedimento para proseguir con una educación superior?
Las estrecheces de la vida campesina y sus imperativos fueron impedimentos importantes, pero asociada a estas cuestiones económico-sociales había, al menos en esta zona, un componente ideológico que adscribía la educación y la cultura a los varones de la familia. Así, cuando se casaron mis abuelos, mi abuelo Teodosio sabía leer y escribir, porque lo habían enviado a las aulas educativas de Sierra-Pambley. Pero mi abuela Felicidad tuvo que completar su alfabetización gracias a la ayuda de su marido. Se veía como más lógico que estudiasen los hijos y menos adecuado que lo hiciesen las hijas.
En la obra se habla del drama de abandonar la familia para subir a la braña con el ganado, de las historias que se contaban en los filandones… Desde un punto de vista antropológico, estas narraciones tienen un valor incalculable. ¿Qué queda del modo de vida tradicional del Alto Sil?
Queda muy poco, poco más que el recuerdo. Aunque todavía tiene un cierto uso ganadero, la braña ahora es más bien un espacio de recreo para disfrutar de la naturaleza. Ya no podemos ver a aquellos brañeiros que poblaban los valles altos de manera que por el verano había allí casi más vida que en el propio pueblo. La llegada de la minería a comienzos del siglo XX hizo que las familias completasen aquella economía ganadera con el salario minero, pero ahora también falta el empleo en las minas. Así que actualmente predominan las pensiones o los trabajos que la juventud consigue con mucho esfuerzo en distintas actividades. También hay ahora ganado y aprovechamiento de la tierras y de los prados, pero de una manera mucho menos importante que en tiempos pasados.
Eva González narra en su obra el miedo que se vivió en la posguerra a hablar de lo ocurrido durante el periodo de enfrentamiento bélico. Recientemente se ha publicado un libro sobre la vida y muerte del antiguo alcalde de Palacios del Sil ¿Sigue habiendo miedo a hablar sobre lo ocurrido durante la guerra civil?
Creo que todavía hay cierto recelo, especialmente en lo que se refiere a las personas de más edad. En la posguerra la reacción de la gente ante el terror que había sufrido fue cubrir aquello con un velo totalmente oscuro, como si no hubiera ocurrido nada. Se quiso hacer un paréntesis total, especialmente en el ámbito de la vida pública. Lógicamente, en muchas casas se contaba lo ocurrido, pero como en voz baja, con la consigna implícita de no mencionarlo fuera del ámbito familiar. También se da el caso de familias que no contaban nada y por ese motivo me he encontrado con personas jóvenes que al oír informaciones como las que ofrece Eva González en su libro ‘Hestoria de mia vida’ quedaron sorprendidas y reprochaban el ocultismo que vivieron en su casa. Por cierto, el antiguo alcalde de Palacios, Elpidio González, era primo hermano de Eva, toda la familia fue represaliada. Prácticamente han muerto todos aquellos que sufrieron el terror de la guerra y la posguerra. Cuando hablé con algunos de ellos, los había que pedían esclarecer las cosas y solucionar lo de las fosas comunes, pero también hablé con gente que no quería saber nada, angustiada por recordar aquello. Incluso algunas personas temían que volvieran los franquistas a tomar represalias si decían algo, y esto lo he vivido personalmente en familiares.

Roberto junto a su madre, Eva González
La obra está escrita en paḷḷuezu (variante del asturleonés occidental hablada en el Alto Sil, Laciana y Babia) con una traducción al castellano para llegar a un mayor número de lectores. ¿Cuál es en su opinión la situación de esta lengua actualmente en el Alto Sil y en El Bierzo Alto?
Actualmente el paḷḷuezu (el habla de el Alto Sil, Laciana, Babia y zonas limítrofes) vive un momento de renacimiento. Sin olvidar que sigue siendo una lengua que sufre una marginación total desde el punto de vista oficial, lo cierto es que hay un interés creciente en la población y, especialmente, en la juventud. También hay una gran vitalidad en la literatura de esta zona, con una fecunda obra narrativa, poética y también en el ámbito del teatro. Pese a que la presión contraria es tremenda y aunque está fuera de los medios de comunicación y del ámbito administrativo y educativo, la lengua sigue ahí, como una realidad.
Diferentes asociaciones han llevado a cabo acciones para conocer mejor y visibilizar el paḷḷuezu hablado en El Bierzo. Los filandones realizados por Faceira, las encuestas dialectales y toponímicas realizadas por El Teixu en El Bierzo y La Cabrera… ¿Qué otras medidas pueden llevarse a cabo para dar a conocer la realidad lingüística berciana en toda su extensión?
No hay fórmulas mágicas ni nuevas. En toda Europa la defensa de las lenguas minorizadas sólo se puede hacer con la lucha y el trabajo cultural por parte de la población, hasta conseguir que el poder político reconozca la necesidad de conservar y cultivar la lengua minorizada en todos los ámbitos: toponimia, centros de enseñanza, medios de comunicación, etc.
¿Qué papel tiene el Consejo Comarcal del Bierzo en la protección de esta lengua?
Yo nunca fui partidario de la incorporación de Palacios del Sil al Bierzo. En Palacios siempre se dijo “Voy al Bierzo” si se iba Sil abajo. Siempre Palacios ha sido otra cosa. Mi oposición a aquel injusto proceso se basaba en la sospecha de que ese Consejo Comarcal intentaría destrozar nuestra identidad. Desgraciadamente, creo que todo va en esa dirección. Es más, temo que ese Consejo termine cediendo al expansionismo del nacionalismo gallego e intente imponer la lengua gallega en territorios que nunca fueron lingüísticamente gallegos. Para mí es un escándalo y llegado el momento lo denunciaremos internacionalmente.
En 2015 se publicó la intención del ayuntamiento de Palacios del Sil de abrir un Observatorio de Lenguas Minoritarias en el Centro de Interpretación Natural de la localidad. ¿Qué ocurrió con aquel proyecto?
Era un proyecto interesante y sugerente, pero diversas razones hicieron que se paralizara. No sé exactamente qué fue lo que ocurrió, sólo que hubo gente que puso esfuerzo e ilusión y al final se paralizó. Hubiera sido algo muy positivo, hubiera dinamizado toda la zona, no sólo culturalmente, sino en todos los sentidos.
La asociación cultural “El Cudoxu” ha realizado durante el periodo de confinamiento una obra de teatro humorística que ha involucrado a jóvenes de Palacios y en la que se utiliza íntegramente el paḷḷuezu. ¿Hay esperanza en su recuperación al sur del Cordal?
Luchar por las lenguas minoritarias es una tarea dura, pero también gratificante en muchas ocasiones, como cuando observamos lo que vienen haciendo los jóvenes de Palacios del Sil desde hace ya muchos años con estas actividades de El Cudoxu. Todavía durante este otoño este grupo ha realizado cortos en paḷḷuezu que se han difundido de una forma significativa. Pero hay que reconocer que, aunque se trata de una labor buena e ilusionante, se encuentra con muchas dificultades. No sé lo que ocurrirá en el futuro lejano, de momento lo único que nos queda es el mandato ético de defender las lenguas minoritarias, especialmente trabajando en ello sin desanimarse.
Christian Fernández Chapman es traductor y estudioso de las lenguas minoritarias.