La Torre de los Sueños, por Manuel Ángel Morales Escudero
Decía un amigo poeta que el amor que se va para no regresar duele, pero lo que más duele es la ausencia de la carne. Viene a mi memoria este recuerdo al leer el libro de la berciana Raquel Villanueva, Relatos de una adoratriz, una serie de veintidós relatos cortos centrados en la temática erótica.

Portada de ‘Relatos de una adoratriz’, de Raquel Villanueva Lorca
Como en Proust, en Raquel Villanueva una experiencia sensorial trae un recuerdo, pero es más vívido que un recuerdo normal, presente tan solo en la imaginación
No se trata de literatura erótica al uso, pues hay mucho más en estos relatos que mero erotismo, que no es poco. En todos ellos, late un sentimiento de dolor, ese dolor de la ausencia de la carne incluso cuando la carne está presente. En algunos se hace más explícito, como en Quiéreme un poco menos y… o en el estupendo relato titulado El cabecero de forja. En otros es más sutil, como en Puente aéreo. Pero, como digo, en todos ellos late un sentimiento de melancolía, un lamento por la finitud del tiempo, por los escasos momentos sublimes que acompañan al amor y que son más ardientes que el propio amor, la pura experiencia de la pasión.
Como en Proust, en Raquel Villanueva una experiencia sensorial trae un recuerdo, pero es más vívido que un recuerdo normal, presente tan solo en la imaginación. En sus relatos, los sentidos son los protagonistas. Todo lo que a través de estos han experimentado los protagonistas; el camino que han recorrido transportados por la experiencia sensorial Especialmente presente está este recuerdo de sensaciones en el cuento El cabecero de forja, en el que el sonido rítmico del cabecero transporta a la protagonista a un tiempo y unas experiencias pasadas que añora poder revivir de nuevo.
Si acaso esto llegara a ocurrir, no dudo que esa espléndida mariposa volaría hasta el sonido perdido, regresaría libre y transformada hasta posarse en aquel cabecero de forja, para acompasar su aleteo con aquella triple percusión: su corazón, mi corazón y el golpeteo de aquel cabecero.
La prosa de Raquel Villanueva no cae en lo grosero, en lo obvio. Todo lo contrario. Hay un lirismo exultante que recorre cada página de modo que cada relato puede leerse como una poesía en prosa. Es un libro profundamente intimista en el que la autora bucea centrándose en la experiencia erótica con absoluta elegancia, pero sin renunciar a la esencia de este tipo de literatura. No deja de sugerir, de provocar, de rememorar y hacer que el lector haga volar su imaginación. Raquel Villanueva lo hace con reflexión. Es una autora profunda que ha demostrado su capacidad en otros libros como La Cruz del Sur. Sería muy fácil haberse dejado llevar hacia ese barranco donde se agolpa lo grosero, lo obvio, como una muestra de originalidad que, en realidad, solo es vulgaridad. Pero Raquel Villanueva no lo hace. Camina por un peligroso filo en el que se desenvuelve con naturalidad sin dejarse arrastrar por la simpleza. El esfuerzo es recompensado: la sensación que tiene el lector al acabar cada relato no es otra que la de haber leído algo bello, hermoso, tierno.
La prosa de Raquel Villanueva no cae en lo grosero, en lo obvio. Todo lo contrario. Hay un lirismo exultante que recorre cada página de modo que cada relato puede leerse como una poesía en prosa

Raquel Villanueva Lorca
Raquel Villanueva es una mujer que vive para la literatura. Al igual que la Premio Nobel de literatura italiana Grazia Deleda, su pasión es escribir y eso se nota, y esa pasión la vierte a raudales en sus escritos
Como Grazia Deledda, la Nobel de Nuoro, Raquel Villanueva es una mujer que vive para la literatura. Al igual que la Premio Nobel de literatura italiana su pasión es escribir y eso se nota, y esa pasión la vierte a raudales en sus escritos. Quizá no es lo que en el mundo literario actual se lleva, caracterizado por una adoración absurda hacia la oscuridad, hacia lo chabacano, pero no necesita ninguno de esos artificios para brillar como un puro diamante.
Relatos de una adoratriz es un libro apasionado, diferente, atrevido, en el que la autora ha sabido apresar la belleza del erotismo con ese sentimiento eterno de finitud que acompaña a la existencia humana. Un libro delicioso que se lee de un tirón y ampliamente recomendable.
Manuel Ángel Morales Escudero es escritor