Ocupaban el dormitorio número 2 de la planta baja de la cárcel de Ponferrada. No tenían mucho a mano. Con la única ayuda de una cuchara y la rabia de sus propias manos, Manuel Villa Suárez, Máximo Blanco Expósito, Robustiano Rodríguez García, José Fernández Fernández, Isidoro Álvarez, Ángel Durán y Laurentino Rodríguez construyeron un boquete para sortear los muros, la indignidad que los tenía encerrados. La noche del 16 al 17 de diciembre de 1936 un guardia, al toque de oración, descubrió sus planes. Nadie escuchó sus plegarias. Trece días después, el 29 de diciembre de 1936, seis de ellos serían fusilados y enterrados en las tapias del cementerio del Carmen. Alzando la voz por encima de las campanas de la basílica de la Encina, poetas y músicos hablaron por ellos, por miles, por los que hicieron desaparecer entre los muros, bajo la tierra.

Homenaje de la ARMH a las víctimas del franquismo con motivo del Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas. En la foto, los músicos Pedro Álvarez (Peta) y Javier Massai
Había más de mil razones para estar y allí estuvimos. Con ellos, por ellos. Y por ellas. Por Carmen Jerez, una joven idealista de Cerdenzas, Ourense, detenida por un grupo de falangistas en julio de 1946 y trasladada a Ponferrada. Golpes, torturas, humillaciones. El 3 de mayo de 1947 encontraron su cuerpo en Montearenas. La causa de la muerte según el expediente, shock traumático. Estaba embarazada. Y por Álvaro Ordiz Sánchez, el abuelo de Nicanor Ordiz, fusilado a las 5.30 de la madrugada en las tapias del cementerio de Oviedo el 28 de julio de 1938 y enterrado en una fosa común junto a otras 1316 víctimas identificadas y 112 sin identificar. Por Tomás, Juan y Enrique, asesinados en Lombillo en 1936 y cuyos restos aún no han aparecido. Juan tenía 38 años y seis hijos entre 1 y 13 años. Tomás tenía 65 años y acababa de llegar de Uruguay. Enrique tenía 47 años y dos hijas. Detrás de la ermita del Santo Cristo en Villar una placa los recuerda: “Vuestras familias os buscaron y nunca os olvidaron”.
“Hay quien hereda una casa, una finca, mientras nosotros, los familiares de las víctimas del franquismo heredamos un muerto”, dijo Sol Gómez Arteaga
“Hay quien hereda una casa, una finca, mientras nosotros, los familiares de las víctimas del franquismo heredamos un muerto”, dijo Sol Gómez Arteaga. “No un muerto cualquiera, que muere en su casa rodeado de sus seres queridos y de sus cosas, sino arrebatado, secuestrado, humillado, asesinado. Al heredar un muerto de matar heredamos también el silencio, heredamos el miedo, heredamos la pena, heredamos una ausencia. Heredamos cartas de despedida escritas en capilla de forma precipitada y bajo la tenue luz de un carburo. Cartas que dicen cosas como: Querida esposa, en los últimos momentos que son muy tristes lo único que te pido es que mires por nuestros hijos. Dile a tu hermano que recibí las 25 pesetas y la carta, y dale recuerdos. Conservad todo lo que os mando. Esto os lo digo a las cinco de la mañana y a las seis estoy muerto”.
“Nun vayas nieto” le aconsejó el abuelo del poeta Abel Aparicio cuando salía por la puerta a una exhumación. Con una voz que arrulla, que enciende y que calma, “el abuelo habló desde el miedo”, cantó Isamil9, el miedo instalado para siempre en el alma de más de una generación, de un pueblo entero. Habló Lorca, habló Ángel González, habló Mestre. Nuestros muertos nos acompañan, nos respiran, nos hablan, nos recuerdan que el silencio siempre es cómplice. Había más de mil razones para estar, y allí, bajo la higuera, en el patio del museo que fue cárcel, recordamos que aún faltan muchos.

Homenaje de la ARMH a las víctimas del franquismo con motivo del Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas

Homenaje de la ARMH a las víctimas del franquismo con motivo del Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas. En la foto el músico Carlos Attadía

Homenaje de la ARMH a las víctimas del franquismo con motivo del Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas. En la foto, la cantautora Isamil9