Por Toño Criado / Fotos cortesía de la Fundación Antonio Pereira

En diciembre del año pasado me acerqué a recogerla a su casa de Madrid, en Hilaron Eslava. Despacito y bien abrigados, salimos en dirección a un restaurante que conocía llamado Membibre y que le recordaba al Bierzo, aunque sólo fuera por la aproximación del nombre a Bembibre. Fue una comida entrañable, nos unía un cariño mutuo, de tantos años sedimentado. ¡Y qué de cosas me contó! Tan animada y vitalista, entonces. Pidió para compartir unas alcachofas con almejas, empanada de ropa vieja, solomillo y para beber dos cervezas.

Tello informaciones fotográficas. Foto realizada en el Hotel Mindanao

Su padre era un médico respetado en Jaén, con buena posición, y tuvo seis hijos. Aunque era apolítico, lo metieron en la cárcel al quedar Jaén en zona republicana y “sólo por ser rico”. Al cabo de unos meses, ante la falta de galenos, lo enviaron a ejercer a un pequeño pueblo. Le pusieron Úrsula porque su tía y algunos de su familia así se llamaban pero a ella de joven no le gustaba. No era de bailes de sociedad, sólo asistía a los celebrados en recintos particulares. Una hermana suya a primeros de julio de 1936 se fue a Utrera y no supieron nada de ella hasta tres años después ya que esta población permanecía en la zona nacional, cuando la vieron ella estaba vigorosa y ellos desvalidos. Sin mostrar en ningún momento resentimiento de esos tiempos, tenía grabada en la memoria la imagen del linchamiento de un sacerdote desde la ventana de su casa.

Se fue para Madrid a estudiar  alemán y sobre todo italiano, “porque después de la guerra eran germanófilos”. Ya casada con Antonio, buscaron piso en Madrid. Al principio vivían en la calle Ayala, pero lo dejaron porque era estrecha y no había aparcamiento. Estuvieron mirando pisos por la Castellana pero a Antonio no le gustaba la zona porque no tenía al lado un kiosko para hablar con el kioskero, ni una panadería que supiera que le gustaba la barra bien hecha. Un amigo les indicó la inminente construcción de viviendas en la calle Hilaron Eslava. Lo único que le pidió a un jactancioso arquitecto vestido de blanco fue que diseñara un gran salón para los libros y la lectura, y éste, molesto, le contestó que había trabajado mucho para que le cambiaran los planos. Hecha la reforma a su gusto, el portero les dijo que a ellos nunca les iban a robar porque sólo tenían libros y cuadros raros. Un lienzo de Vela Zanetti domina la estancia encima de la chimenea.

Antonio amó profundamente a Úrsula: “en la medida del arco de mis brazos”, y a nosotros nos pasa lo mismo

Pereira con Úrsula en Papalaguinda (León). Foto de David Santamarta

Antonio y Úrsula en Grecia

Úrsula con Mar Sancho, directora general de Políticas Culturales de la Junta

Para huir del calor sofocante en el verano adquirieron un piso en una Fuengirola emergente, con sus propios aljibes porque se cortaba el agua con mucha facilidad. Un lugar tranquilo al lado de la playa, con vistas al mar y su chiringuito, donde sonaba Peret y Manolo Escobar a todo trapo, por lo que Pereira le dijo a Úrsula que no le molestaba mucho pero que había que comprarle unos casetes diferentes para no escuchar siempre la misma música. Ante el rápido crecimiento de la ciudad decidieron venderlo.  El boom turístico los agobió. Solo enterarse, el propietario de un bar cercano subió y les pagó con un sobre lo que le pidieron, eso sí, con la condición de que le dejaran los muebles, le encantaba como estaba decorada. Esa misma noche querían salir a cenar pero estaban asustados de dejar el dinero en casa y Antonio lo puso debajo del colchón: “Ahí no mirarán porque es el sitio habitual de esconderlo”. 

Por esos años buscaron una casa en Villafranca del Bierzo y a punto estaban de adquirirla cuando vieron que los vecinos tenían ciertos derechos para pasar por los portales o galerías, es decir, podías entrar por una parte y salías a otra calle por la otra. De todas maneras, cada poco pasaban unos días allí, en el Parador que lleva su nombre actualmente. Antonio, entonces, seguía disfrutando de una de sus pasiones, ir a las bodegas. Cuando fue Camilo José Cela lo llevó al Senado de Gelo y a comer a La Charola. La casa de León, la compraron y edificaron por el sistema de multipropiedad, que entonces nadie entendía. A Antonio le gustaba tanto vivir en Madrid como en León, pero desde hace años estaba más a gusto en León. Úrsula, al final de la comida, me preguntó dónde se vendían los mejores botillos en Madrid, porque siempre que lo ponía tenía éxito. Quedamos en vernos el 24 de agosto de este año, le hizo mucha ilusión la invitación de Isabel. Antonio amó profundamente a Úrsula: “en la medida del arco de mis brazos”, y a nosotros nos pasa lo mismo.

Habitación de la casa de León, donde más le gustaba escribir a Antonio. Foto Toño Criado

Toño Criado es periodista