Alfredo Peláez tenía méritos más que de sobra para figurar en el listado de paisanaje berciano que hemos venido en denominar ‘Gente con xeito’. A veces esperamos a que la vida les dé un respiro y puedan contarnos sus experiencias con más perspectiva. Pero a veces es la propia vida la que no espera. Y no era aventurado pensar que este sindicalista acostumbrado a la batalla fuera a morir con las botas puestas. De la última, la que hizo del grito de los trabajadores de las empresas auxiliares de Endesa la cara más visible de la reivindicación frente al adiós sin ni siquiera una palmada en la espalda a más de medio siglo de historia, apenas han pasado unas semanas.

Alfredo Peláez (en primer término, a la izquierda con un paraguas negro), en una movilización a las puertas de la central de Compostilla II / Plataforma de Auxiliares de Endesa
No era aventurado pensar que este sindicalista acostumbrado a la batalla fuera a morir con las botas puestas. De la última, el cierre de Compostilla II sin ni siquiera una palmada en la espalda, apenas han pasado semanas
Peláez era en mi casa un apellido familiar, de esos de los que se cuelan a la hora de comer por las pequeñas historias del trabajo cotidiano en una central térmica. Luego pasó a ser una fuente recurrente en mi propio trabajo. Y también fue un brazo al que agarrarse cuando falló ese trabajo. Era la voz que explicaba los intríngulis de un ERTE (maldito palabro) o que calculaba la indemnización de tantos días por año trabajado (tan incomprensible para mí como las derivadas y las integrales en la pizarra de las clases de matemáticas). Nunca falló en ningún sentido.
Peláez era un dinamitero de los que calentaba a golpe de petardo las manifestaciones en Ponferrada. También era de los fijos en las noches electorales en la sede de Izquierda Unida en las que tocaba sacar una lectura amable a un resultado menguante o recontar hasta la última papeleta (ahora también de moda) en busca de un asiento al que no se llegó en el Ayuntamiento de Ponferrada.

Segundo por la izquierda, con compañeros representantes sindicales, en una reunión con el director general de Ciuden, Arsenio Terrón / Plataforma de Auxiliares de Endesa
Pocos como él podrían haber contado la involución de una comarca que cambió casi de la noche a la mañana de etiquetas: de reivindicativa a pusilánime o de emprendedora a subsidiada; así como el progresivo desmantelamiento de su industria vinculada a la generación de energía (impagable su archivo sobre las movilizaciones laborales en el último proceso de privatización de Endesa a finales de los noventa que tantos paralelismos tuvo con la reciente liquidación de su buque insignia en El Bierzo).
Peláez era un dinamitero de los que calentaba a golpe de petardo las manifestaciones en Ponferrada. También era de los fijos en las noches electorales en la sede de Izquierda Unida
Curiosamente, el humo de la térmica y el de los cigarrillos podrían ser una alegoría de su adiós. Él era de los que sabían más de lo que aparentaban, de los que podrían hablar de ciertas miserias que explicarían en parte una recesión tan aparatosa, de los que lo mismo te podías encontrar en la grada de El Toralín o en la butaca de un concierto de jazz, de los que tenías claro que ibas a estar en su bando. En definitiva: Gente con xeito, uno de los nuestros.

Recibiendo a una delegación política en el campamento montado por las empresas auxiliares de Endesa en Compostilla II / Plataforma de Auxiliares de Endesa