Ya podría estar jubilado, pero es la satisfacción de poder decir “ves cómo andas” la que le mantiene activo. Hay oficios de los que solo nos acordamos cuando truena, como de Santa Bárbara. Profesiones silenciosas que olvidamos hasta que toca. Pero como no todos somos iguales, donde nosotros solo vemos herramientas y materiales Gaspar Delgado ve una prótesis que se adaptará perfectamente a alguien devolviéndole movilidad y calidad de vida. Talento, paciencia y empatía. La vida rifa dones y a este vecino de Arnadelo (Oencia) que emigró con 18 años a Bruselas le tocaron unos cuantos. Nos abrimos paso entre las capas de timidez y prudencia para descubrir cómo pasó de no saber ni lo que era una ortopedia a recibir pacientes de todo el mundo en su taller de Fuentesnuevas.
Dejó su pueblo en el 64. “La juventud iba entonces a las minas, pero no me gustaba”, y aunque no sabía “ni una palabra de francés”, tres trenes y treinta horas después llegó a Bruselas. “Mi primer trabajo fue en un restaurante chino, yo, que no había visto un chino en mi vida”. Descubrió pronto que nada era gratis. “Había que lucharlo mucho porque existían ciertos prejuicios. En mi siguiente empleo en una pastelería me ascendieron a encargado y dos compañeros dijeron que no se iban a dejar mandar por un extranjero”.
Entró en la primera ortopedia por pura casualidad. “Era muy grande y trabajaban en ella quince personas de Arnadelo, así que allí se imaginaban que sería un pueblo enorme”, recuerda. Poco a poco se especializó en prótesis y comenzó a gustarle. “Aprender no es nada fácil y también es vocacional”. Empezó terminándolas en el taller y ya con 33 años decidió sacarse el título de técnico ortopédico. “Que no iba a poder, me decían”, pero lo consiguió estudiando por las noches y trabajando durante el día. Tras quince años cambió de clínica a una mucho más pequeña, al principio, porque cuando llegó eran cuatro y en catorce años llegaron a 150 empleados. Y Gaspar, que cuando salió de la pequeña aldea del oeste berciano que en Bélgica toman por Manhattan no esperaba un destino ni parecido, se convirtió en el responsable del departamento de prótesis.
“La idea de volver a España siempre la había tenido, como todo emigrante, es raro que encuentres a uno que no quiera volver”
“Aquí no montéis la ortopedia que aquí no funciona”, le dijeron algunos con ese espíritu alentador que infunde ánimo para echar a correr. Pero Gaspar no hubiera vuelto de Bruselas para instalarse en Barcelona, en Valencia o en A Coruña, ciudades, por cierto, donde le ofrecieron trabajo, “si regresaba era a mi tierra”. “La idea de volver a España siempre la había tenido, como todo emigrante, es raro que encuentres a uno que no quiera volver”. Aunque ya con 58 años esperaba jubilarse en Bélgica y regresar una vez retirado. Sin embargo, el buen perseguidor de azares sabe que hay oportunidades que surgen cuando ya no las esperas. Fue justo entonces cuando el antiguo propietario de la ortopedia de Cuatrovientos decidió jubilarse “y me dijo que me la quedara”. Un compañero belga le dio el empujón que necesitaba, “yo pongo el dinero y tú la experiencia”, le propuso. Y en 2005, Gaspar Delgado regresó al Bierzo.
“Cuando llegué, y durante año y medio, iba una semana al mes a Bruselas para atender a mis pacientes”. Ahora los recibe aquí llegados de todas partes, Murcia, Albacete, Perú o Rumanía. “Ha sido el boca a boca”, confiesa Sandra Infante, su esposa “nunca hemos hecho publicidad porque en Bélgica la publicidad de productos sanitarios estaba prohibida y él trajo esa filosofía”. Delgado, con la pericia de un alfarero, moldea siliconas hechas a medida “porque lo importante es el encaje, que te olvides de que llevas prótesis”. Saber tratar a las personas y a los materiales con el mismo mimo. Y ahora es más fácil con la fibra de carbono, de vidrio y con las siliconas, “antes te daban un trozo de madera, lo perforabas y lo ibas adaptando”.
“He visto a mucha gente que piensa que no va a poder volver a caminar, así que es un trabajo en equipo, poco a poco hay que obligarlos a caminar, motivando y demostrando que hay nuevas posibilidades para ellos”. Los pacientes llegan por la mañana y por la tarde ya se están probando la prótesis. Si se hace mal no solo causa dolor, también puede llegar a provocar una intervención quirúrgica. Gaspar toca, comprueba y corrige, pone de nuevo en pie, ese es su don. Entonces piensa “ves cómo andas” y por eso no se jubila.

Gaspar Delgado

Gaspar Delgado

La prótesis que Delgado creó para María José, una paciente que hasta el momento había sufrido terribles dolores con la suya.

Gaspar Delgado mostrándonos una prótesis en su taller de Artleo, en Fuentesnuevas.

Gaspar Delgado en su taller de Artleo, en Fuentesnuevas.