Él mismo lo cuenta, de pequeño tenía otros héroes, más lejanos, más brillantes, infinitamente más conocidos, “los que pegaban tiros en el Equipo A o metían goles en el Real Madrid”. La raíz del desconocimiento es profunda, “la ley del silencio que imperó tras la Transición, la incomprensión o la modestia que restó importancia a los acontecimientos, el aislamiento de la zona, no tener un centro de conocimiento cerca o vivir a la sombra de la lucha asturiana”. Sea como sea, Alejandro Martínez soñaba de niño con ganar el premio de Mayoral que lo llevara a conocer las vastas praderas de los indios americanos, no con dedicar parte de su vida al estudio de una tierra mucho más cercana, la suya. Y como siempre, “aunque la inquietud estaba ahí”, sucede algo que lo cambia todo. “Fue en Villablino, asistiendo al curso de la ULE ‘Mina, cultura y sociedad’ en 2007, donde fui consciente del problema”. Un problema que, como señala, se había pasado por alto en sus estudios de historia. El relato de los que hicieron posible la industrialización y el progreso, de los que lucharon contra la dictadura, de los que se encontraban muy lejos de Madrid y no llevaban corbatas ni chaquetas de pana, de los verdaderos protagonistas del cambio que murieron con los pulmones ennegrecidos y llenos de cicatrices. De los que no aparecían en los libros de historia de Alejandro, porque está la historia, y la Historia.

El historiador y docente Alejandro Martínez (segundo por la izquierda) con el minero Benjamín Rubio (primero por la izquierda) durante el curso ‘Mina, cultura y sociedad’ celebrado en Villablino en 2007
“Recuerdo al historiador Rubén Vega hablándonos de las huelgas de 1962, algo tan importante y que se había pasado por alto en nuestros estudios. Allí conocí también al minero Benjamín Rubio y quedé con él para entrevistarlo a lo largo del curso siguiente, pero lamentablemente falleció poco después, una espinita que se me ha quedado clavada”. De repente, el historiador en ciernes descubre que “no era que esta zona no tuviera un pasado de lucha, sino que no nos lo habían contado”. “La propia Radio Pirenaica, en plena huelga de 1963, lo reconocía en sus emisiones: ‘¡A los mineros leoneses! No os olvidamos. Muchas veces cuando hablamos de los mineros asturianos en huelga va implícita también la mención a vosotros, los primeros en responder solidariamente’”.
La falta de historiografía de la zona no es nada nuevo. “Si El Bierzo tuviera un modelo productivo diferente al asturiano habría más estudios, pero al final se ha quedado como un secundario, y esta ausencia esconde una realidad muy importante”. Alejandro saldó su primera “deuda personal” con ‘De siervos a esclavos’, una rigurosa reconstrucción del primer siglo de minería en Fabero, la cuenca antracitera más importante de España. Ahora falta “la segunda deuda”, un libro que abordará la lucha minera del Bierzo y Laciana, las huelgas del 62, la aparición de las primeras Comisiones Obreras y la labor social de aquellos hombres y mujeres que se dejaron la salud y la vida en extraer lo que sería riqueza para otros de las entrañas de la tierra. “A lo largo de la historia ha habido minas que se han gestionado sin empresarios, pero ninguna sin mineros”.
Aquel verano de 2007 Alejandro Martínez descubrió que los héroes están muy cerca, casi al alcance de la mano, de momento.

El historiador y docente Alejandro Martínez con el minero Benjamín Rubio durante el curso ‘Mina, cultura y sociedad’ celebrado en Villablino en 2007

Alejandro Martínez, historiador, escritor y docente