“La sastrería ha cambiado radicalmente, ahora le vienen de Madrid, de Santiago, y mucha gente importante que no se puede decir” declara con orgullo Jesús Olego mientras mira a su hijo. Con 82 años, y ya jubilado, el casi medio siglo que ha pasado desde que abrió Sastrería Olego en el centro de Ponferrada ha mutado la ciudad y sus oficios por completo. Resplandecía vida la capital del Bierzo en los 70, ya no era la Ciudad del Dólar, pero el dinero de la mina se gastaba a espuertas en una localidad que bullía a diario, cuando la gente de los pueblos llenaba calles y comercios, porque de eso vivía la capital, de la gente de los pueblos y las aldeas, de los mineros, de los ferroviarios, de los obreros y agricultores que se dejaban los cuartos en las pequeñas tiendas que les ofrecían lo que no podían encontrar a dos metros de su casa. “Los pueblos son los que daban, hacíamos aquí 35 pantalones a la semana y la mayoría eran para gente de los pueblos”, recuerda Jesús.
“De aquella andaba el dinero, no había menos de veinte sastres en Ponferrada”
Jesús Olego nació en Lago de Carucedo y aprendió el oficio de sastre en Sobradelo. Después de abrir una sastrería en su pueblo natal, emprendió, como tantos otros de la zona, camino a Barcelona, donde funcionó Sastrería Olego hasta que en el 72 cogió los bártulos y regresó a su tierra para abrir el negocio que hoy mantiene con vida su hijo Alberto. “De aquella andaba el dinero, no había menos de veinte sastres en Ponferrada”, hoy quedan solo dos. Jesús se encargó durante años de confeccionar los trajes de los empleados de la MSP, conductores, guardias, y chóferes de los altos cargos. “Hacíamos los uniformes completos de invierno y de verano, unos 35 por temporada, el traje se cambiaba cada año y el abrigo cada cuatro”, explica. “Esos fueron los mejores años, teníamos seis o siete empleados y mucho volumen de trabajo, mucho pantalón de tergal”.

Factura de la Sastrería Olego de 1968
La realidad que vive hoy su hijo es bien diferente. “La industria textil se ha ido comiendo todo”, asegura, “y antes también había otra mentalidad, el domingo y el día de la fiesta eran días de traje”. Pero, aunque la manera de consumir haya cambiado “radicalmente” como dice su padre, Sastrería Olego es hoy más internacional que nunca. “Quizá porque cada vez hay menos sastres y los precios en las grandes ciudades son mucho más elevados”. Las redes sociales, aunque parezca mentira en un oficio tan antiguo y artesano, también ayudan. Alberto Olego ha colaborado con blogs de moda y asegura que internet es el nuevo “boca a boca”.

Alberto Olego
Sus encargos son “principalmente para eventos”, dice, “hay muy pocas profesiones que requieran ahora traje, abogados y gente que trabaja en aseguradoras son los que más lo demandan”. En cuanto al oficio, ha cambiado menos que el entorno. “Sigue siendo el mismo, aunque con un poco más de mecanización, un traje me lleva unas cuarenta y cinco horas de trabajo, si lo hiciera todo a mano serían sobre sesenta, la ropa es una cosa muy laboriosa, por eso se está llevando todo a países del tercer mundo, para abaratar costes”.
La manera de trabajar seguirá siendo la misma pero el perfil del cliente también ha cambiado “radicalmente”. “Ahora tienen muy claro lo que quieren, el tipo de tejido, el color, vienen con una foto” cuenta Alberto. “Antes te encargaban el tejido y ya está, ahora te elijen hasta los ojales, son mucho más meticulosos”, añade su padre. Los dejamos entre telas, lapiceros y grandes tijeras, dos generaciones unidas por una profesión casi extinta en la ciudad que vistió a una comarca entera.

Alberto Olego y Jesús Olego en su sastrería

Alberto Olego

Alberto Olego