“Lo contrario de manso es inmenso”, escribe Sara R. Gallardo en su último libro, e inmenso es un poemario de apenas setenta páginas llenas de una lucidez que más que conmover conmociona. Sin florituras, sin la positividad tóxica que lo impregna todo en tiempos de coaching y versos para imprimir en tazas de desayuno. Sara sabe que más que de agua somos palabra, aunque a veces esta también se seque. “No me va mucho eso de soltar rollos”, deja claro en cuanto empieza la entrevista, pero aun así deshilvana a retazos una vida que comenzó en el Barrio de los Judíos de Ponferrada en 1989. Sus días azules y su sol de la infancia fueron los juegos en la calle, la soledad de hija única que cultivó hasta los 15 años, “añorar muy fuerte tener una Game Boy”, Gloria Fuertes, y una antología de poesía para niños con parte de la obra de Lorca, Juan Ramón Jiménez y Alberti. Fue entonces cuando comenzó a amar algunos libros y a detestar otros, “Colmillo Blanco y casi todos los que me mandaban leer en clase”. (Mensaje para la comunidad educativa, ojo con esto porque no hemos encontrado a nadie que haya disfrutado con las lecturas del cole). Y aunque quizá es adelantarse, la vida transcurrió entre las Alemanas y el Instituto Gil y Carrasco hasta el viaje a Alemania que lo cambió todo. “Me dije, al menos una vez en mi vida tengo que vivir en este país”. Tenía 16 años, y cumplió su promesa.

La poeta Sara R. Gallardo de niña.
Gallardo, que hizo sus pinitos llevando en solitario un programa sobre música rap en Radio Cima durante tres años, cogió la maleta con 17 y se instaló en Valladolid para estudiar Periodismo. “Lo tuve claro desde niña, en una cena con amigos de mis padres cuando la típica pregunta era qué quieres ser de mayor, yo contesté que me gustaba escribir. Pues deberías estudiar periodismo, me contestaron”. Y ahí se forjó una decisión que mantuvo hasta el final. ¿Le gustó la carrera? Eso ya es otro cantar. “Recuerdo estar en Ponferrada leyendo los títulos de las asignaturas y sintiendo muchísima ilusión, luego fue mucho fiasco, muy poco estimulante salvo honrosas excepciones”. Lo que sí descubrió el primer año fue “que había que moverse”. Formó parte de la revista, de la radio y de Colmo Colectivo, un grupo de estudiantes, profesores y doctorandos interesados en la literatura que organizaban actividades como el festival de poesía Versátil.es. Y precisamente gracias al grupo y al festival conoció a su primera editora, Ana Santos. “Había encuentros con editores, así que le dejé unas hojas a ella y a otros más. En unos meses me llamó y me dijo que me iban a publicar, era el sueño de mi vida. Esa fue mi suerte, cruzarme con ella”.
“Para poder escribir hace falta tiempo, paz con una misma y calma, y yo estuve muchos años sin escribir”
Ya había pasado por el extinto Bierzo 7 y por el Diario de León cuando se marchó de Erasmus a Potsdam para terminar la carrera. Y allí, en el país al que se había propuesto volver, recibió el ejemplar de su primer libro, Epidermia (2011). Fue un gran año. “La vida se abría, fue una época un poco de inconsciencia porque económicamente vivía mejor que en mi país. Tenía la beca, ayudas al transporte, ayudas del Ayuntamiento de Potsdam…”. Gallardo se quedó una vez finalizados los estudios y lo hizo como au pair (niñera que se aloja con la familia para la que trabaja). “La experiencia fue muy dura porque me trataron mal”, cuenta. Ese mismo año comenzó a escribir para la sección El Viajero de El País y a barajar distintas opciones para un futuro en el que no había nada decidido. Finalmente regresó a España y se matriculó en el Máster Universitario en Teoría y Crítica de la Cultura en la Carlos III de Madrid. La idea era regresar a Berlín una vez cursado, pero se quedó dando clase en la misma universidad durante seis años.
Su segundo libro, Berlín no se acaba en un círculo, vio la luz en 2014, pero la poesía rara vez da para vivir y Sara compaginó sus clases en la universidad “que eran mi único motivo para estar en Madrid pero lo que me pagaban era para pipas” con diferentes empleos al más puro estilo trabajador pobre. Y, por supuesto, como lo de estar quieta no parece ser lo suyo, se matriculó en el doctorado. “Para poder escribir hace falta tiempo, paz con una misma y calma, y yo estuve muchos años sin escribir. La vida precaria es totalmente incompatible con la vida misma”. (Si quieren una frase para una taza, aquí la tienen). Ahora, esta doctora en Humanidades con una tesis sobre literatura autobiográfica referida a la familia ha bajado de nuevo la maleta del altillo. Gallardo se vuelve a Alemania tras haber conseguido una plaza de dos años para investigadores postdoctorales.
“Por primera vez en mi vida me voy a ir a hacer un trabajo por el que me van a pagar dignamente y con el que voy a tener tiempo. Posiblemente esas dos cosas hagan que surja algo, sin eso es imposible”. ¿Qué le interesa ahora? La literatura en primera persona, las narrativas de los que no forman parte de la norma, personas psiquiatrizadas, LGTBI, aquellos que no suelen estar en el centro del discurso. “Espero que cuando pasen estos dos años la puerta que me deje abierta sea mejor que la que cierro ahora”. “Yo he querido morir y aun así he vivido” (Ex Vivo). Esperando por el cuarto libro aún hay que digerir el tercero. Una bofetada que merece la pena.

La poeta Sara R. Gallardo de niña.

La poeta Sara R. Gallardo de niña.

Sara R. Gallardo, en el monte Pajariel de Ponferrada