Si vas a Cacabelos a ver a Ricardo ‘el Relojero’, llegas con las manos vacías y te vas con el maletero lleno. A los consabidos productos de la zona se unió esta vez un puñado de fotos, el álbum de una biografía marcada por el deporte: desde el blanco y negro de los campos de fútbol hasta el color de la pesca, la caza y las marchas, su evasión tras cinco décadas detrás del mostrador y su salvación cuando un percance le puso al borde de la muerte y reaccionó con la fuerza de voluntad labrada en los entrenamientos. “El deporte me salvó la vida”, sentencia en su bodega en una charla interrumpida por varias llamadas y una visita. La palabra “amigos” no se despega de su boca.

Agachado en el centro con el equipo del Rayo en el Campo de San Bartolo
“El problema era el balón. Tenían una correa para cerrar y los campos estaban mojados. Cuando venía por el aire, había que pensarse si darle con la cabeza porque te dejaba atontado”
Ricardo Pérez González nació hace 75 años en Figueiredo, en la Ribeira Sacra, provincia de Lugo, cuando era costumbre hacerlo en casa de la madre. La familia regresó a A Coruña, donde su padre era capataz de la fábrica de armas hasta que los médicos le recetaron un clima más seco y se trasladó a Cacabelos. Su padre (el abuelo de Ricardo) ya era relojero y había visto posibilidades de negocio cuando venía a la Feria de la Cruz de Mayo. “No había ninguna relojería” y la villa tenía actividad, así que el estudio de mercado estaba hecho. Figueiredo para nacer, A Coruña por unos meses y Cacabelos con apenas un año y ya para toda la vida. “Pero yo me considero de Cacabelos”, deja claro.
“A los diez años empecé a jugar al fútbol…”. La frase es el pitido inicial a una trayectoria que comienza en el actual parque municipal. “Balones no había, así que utilizábamos pelotas de trapo y luego de goma”, cuenta para situarse en su primer equipo, el Rayo, un conjunto de chavales que jugaban de locales en el Campo de San Bartolo y se desplazaban a Flores del Sil o La Placa en bicicleta. Luego pasó un par de años en Monforte de Lemos (Lugo) para militar primero en el equipo del colegio de los Escolapios y luego en otro de la localidad, al tiempo que tiraban de él como refuerzo para el partido de las Fiestas de la Pascua de la Unión Deportiva Cacabelense, que se medía a clubes de renombre que regresaban de algún lugar cercano.
Apenas tenía 14 años, pero ya destacaba por su habilidad. “El problema era el balón. Tenían una correa para cerrar y los campos estaban mojados. Cuando venía por el aire, había que pensarse si darle con la cabeza porque te dejaba atontado”, dice. Dejó los estudios para aprender con su padre el oficio de relojero. Y debutó oficialmente a los 16 años con el Cacabelense con la ficha de un compañero de 18, la edad mínima en competición. Así lo hizo hasta llegar en esta primera etapa de dos campañas a la liguilla de ascenso a Tercera, categoría en la que sumó dos temporadas en la Ponferradina (“de Lazúrtegui al campo de Santa Marta había doce casas”), una en el San Pedro (“me fichó Porfirio y jugábamos en Fuentesnuevas”), la mili en el Arsenal de Ferrol (“dejé de hacer guardias y los refuerzos me los pagaba el equipo”), un año en el Laciana (“allí éramos como dioses, en cualquier bar estabas invitado”) y otro en el Atlético Bembibre (“con Tartilán, Susi, Casimiro y Nino Cubelos de portero”).

El primer año en el Cacabelense jugó con 16 años (tercero por la izquierda abajo) con ficha de un compañero de 18. Incluso antes tiraron de él como refuerzo para el partido de las Fiestas de la Pascua. “Me acuerdo de jugar contra el Sestao y el Ferrol, que eran de Segunda División. Y con el Alavés vino Puskas de entrenador”, dice

Primero por la izquierda abajo en un encuentro del San Pedro de Ponferrada en el Campo del Santa Marta

Segundo por la derecha abajo en un partido del San Pedro
“Yo era centrocampista, pero en los últimos años jugaba más al ataque. Para quitarme el balón tenían que darme una patada. En Regional tiraba los penaltis y nunca fallé ninguno”
Regresó a la Unión Deportiva Cacabelense para disputar dos temporadas en Tercera y otras cinco en Regional ya con galones: “Yo era centrocampista, pero en los últimos años jugaba más al ataque hasta ser dos años máximo goleador. Para quitarme el balón tenían que darme una patada. En Regional tiraba los penaltis y nunca fallé ninguno. Amagaba con tirarlos a la derecha y los tiraba a la izquierda rasos”. Todavía siendo jugador entrenó dos años a un equipo femenino que disputó el Torneo de la Pascua antes de colgar las botas a los 33 años. ¿Te gusta el fútbol de hoy? “Antes era más técnico y ahora más físico. Pero hay grandes jugadores. Y aunque soy del Real Madrid, hay que reconocer que Messi es una máquina”, responde.
Las peripecias de un futbolista de la época iban más allá de lo estrictamente deportivo. Lo ponen de manifiesto los viajes: la furgoneta del Cacabelense haciendo cuneta en Torre del Bierzo de camino a León para jugar contra Antibióticos (“¡milagro del cielo; hoy vamos a bordar el fútbol!”, dijo, premonitorio, el presidente antes de vencer por 2-4); el primer desplazamiento con la Ponferradina a Cáceres junto a Nino Cubelos sin moverse en autobuses en los que se rascaba el frío; coger el tren con Torre incomunicado por la nieve por carretera hasta Miranda de Ebro con transbordo hasta Bilbao para ganar 1-4 al Arenas de Getxo (“salimos en los periódicos nacionales”); o invertir dos horas y media en el Tren de la Minero para jugar en Villablino ante más de 10.000 espectadores.
Todavía siendo jugador, Ricardo entrenó durante dos años a un equipo femenino que disputó el Torneo de la Pascua antes de colgar las botas a los 33 años de edad

Segundo por la derecha abajo en una formación del Atlético Bembibre con Nino Cubelos de portero

Segundo por la derecha abajo en un once inicial en el Laciana

Primero por la izquierda arriba como entrenador de un equipo de fútbol femenino de Cacabelos que se formó dos años por las Fiestas de la Pascua

Primero por la izquierda arriba como entrenador de un equipo de fútbol femenino de Cacabelos que se formó dos años por las Fiestas de la Pascua
El día después del fútbol no fue fácil. “No me encontraba bien”, reconoce. Hasta que encontró refugio y terapia en los ríos como pescador de trucha o en la caza con perros de pluma. Su vida se fue acompasando con la de una villa que vive la fiesta con el grupo de Carnaval Chipía o la de una Semana Santa que ha crecido gracias a la labor del párroco, Jesús Álvarez (“este cura vale mucho”, apostilla). Cerró la tienda en los albores de una crisis económica que hace añorar los años de negocio con las comuniones de mayo y los emigrantes en agosto. Y se calzó las zapatillas de deporte para trazar el Camino de Santiago (ahora el de Invierno) y diferentes rutas y marchas.
Fue precisamente preparando la Trepaviñas de 2012 cuando cayó enfermo. La picadura de una garrapata le dejó 12 días en la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos), tres meses ingresado en el Hospital y amputaciones en manos y pies. El deporte salió entonces al rescate. “Ser deportista me valió mucho. Sabía sufrir. Y aunque no tenía ganas de comer, comía. Tengo mucha fuerza de voluntad. Mucha gente fue a verme. Yo estoy muy agradecido al pueblo de Cacabelos”, dice al despedirnos no sin antes arrancarnos la promesa de volver.
El día después del fútbol no fue fácil. “No me encontraba bien”, reconoce. Hasta que encontró refugio y terapia en los ríos como pescador de trucha o en la caza con perros de pluma

Abajo en el centro con camiseta a rayas, entrenando con la Deportiva Ponferradina

Segundo por la izquierda formando con la Ponferradina en un partido contra el Europa Delicias de Valladolid

Ricardo, tercero por la izquierda abajo con el Cacabelense. Aunque pasó por distintos equipos, Ricardo (también conocido como Richard por el colectivo gitano) siempre vivió en Cacabelos

De caza con su tío José

De caza con un par de amigos

El balón también está presente en las salidas con sus perros de caza

De pesca con Ángel Jiménez y sus hijos en Ordes, en Galicia, donde sacaron 14 truchas que sumaban 58 kilogramos

Con el grupo Chipía de Carnaval en Cacabelos

Con la Cofradía del Santo Cristo de la Plaza y Virgen de las Angustias de Cacabelos

Con la Cofradía del Santo Cristo de la Plaza y Virgen de las Angustias de Cacabelos

Con la Cofradía del Santo Cristo de la Plaza y Virgen de las Angustias de Cacabelos / Foto de Carlos de Francisco

De marcha, en Ancares, con varios amigos, Carlos Castañeiras, entre ellos

Tras cubrir el Maratón do Miño en Ourense

Reunión de veteranos de la Unión Deportiva Cacabelense / Foto de Carlos de Francisco

Con un urogallo en Noceda del Bierzo

Tras una andaina con los quintos de Cacabelos del 42 al 48 / Foto de Carlos de Francisco

Ricardo ‘el Relojero’, en una foto actual en el parque de Cacabelos, donde dio sus primeras patadas al balón