“¿Es Miguel Rellán?”. La pregunta, retórica, es pura cortesía. Porque la voz del otro lado del teléfono resulta perfectamente reconocible. El actor, uno de los grandes de la interpretación en España, viene a representar ‘7 años’ al Teatro Bergidum, en cuya acera dejará sus huellas para prolongar su idilio con Ponferrada desde que trascendiera que desciende de la capital berciana. No hay tiempo para entrevistas esta vez. Pero la obra llegará en unos días a León. ¿Será posible quedar entonces? “Seguramente que sí”. Y la respuesta no es retórica. Varios intercambios de llamadas y whastsapps después, la cita queda fijada: una hora y media antes de partir de nuevo para llevar la obra a otro escenario a un ritmo de una función al día.

Miguel Rellán, en León, una parada en la gira de la obra de teatro ‘7 años’
Miguel Rellán tiene sangre berciana, la de la familia de su padre (médico que ejerció en Tetuán), que todavía conserva en Ponferrada la tienda ‘Novedades Tina’ en la Avenida de la Puebla
Nos presentamos y, también por cortesía, le tratamos de usted. Hasta que nos insta a tutearle y rompe la distancia. “Prefiero que esto sea una charla”, dice, elegantemente vestido, en la recepción del hotel. Y de eso se trata: de contar una vida que parecía predestinada a combinar los saberes tradicionales. Hijo de médico por vía paterna y nieto de arabista por rama materna, Miguel Rellán García tiene sangre berciana. “El apellido Rellán viene de un pastor del Bierzo que se enrolló con una reina”, dice para hablar de su padre, que nació en Ponferrada, estudió Medicina en Santiago de Compostela y se instaló en Tetuán cuando esta ciudad era todavía la capital del protectorado español de Marruecos. Miguel nació allí, en un ambiente marcado por una influencia cultural francesa que le hacía notar “cierto catetismo” cuando viajaba a España y veía cómo el personal se escandalizaba por un simple bikini.
Miguel Rellán, que de niño acompañaba a sus padres cuando venían de vacaciones a Ponferrada y se tomaba como una pequeña victoria infantil el hecho “subir y bajar” el toldo de la tienda familiar ‘Novedades Tina’ en la Avenida de la Puebla, cruzó el Estrecho de Gibraltar para estudiar Medicina en Sevilla. Partía con ventaja. “Y el primer año de carrera era, con mucha diferencia, el mejor alumno. Yo ya había visto a muchos enfermos”, dice al recordar cómo los pacientes “besaban los pies” de su padre tras curarles de lepra o tifus. Pero ya el primer día de clase se cruzó el teatro. La Universidad era entonces mucho más que aulas, libros y exámenes; y levantar el telón para representar a Bertolt Brecht o a Valle-Inclán “ya era un acto político”.
Receloso de la tradicional división entre ciencias y letras, Rellán considera que “el método científico estructura el pensamiento”. Y tras acabar medicina y “harto” de un teatro independiente que dejaba victorias morales pero ningún rédito económico, se trasladó a Madrid para “hacer cine”. Por el medio tuvo que “sobrevivir” incluso entrevistando como periodista para la edición española de Playboy a celebridades como Lola Flores o Antonio Gala, escribiendo (a veces cambiando los textos de los meses) horóscopos, haciendo doblajes o participando en cafés teatro “espantosos”. Hasta que un viernes, con apenas unos duros en el bolsillo, fue a pedir un papel en una película de José Luis Garci que se empezaba a rodar el lunes. Una baja de última hora le abrió la puerta de ‘Solos en la madrugada’. “Parece que el gilipollas este lo hace bien”, dicen que dijo el director madrileño. De ahí pasó a secundario de ‘El crack’. “Y eso ya fue un petardazo”, reconoce. ¿Cuál es la moraleja? “Que no hay que rendirse nunca. Y que para ser actor, periodista o perito agrónomo hay que tener suerte”.
El actor se fue a Sevilla a estudiar Medicina. “Yo ya había visto a muchos enfermos”, dice al recordar cómo los pacientes “besaban los pies” de su padre tras curarles de lepra o tifus

Miguel Rellán (izquierda), en una escena de ‘7 años’
Con unos duros en el bolsillo encontró de casualidad un papel en ‘Solos en la madrugada’. Luego llegó ‘El crack’: “No hay que rendirse nunca. Para ser actor, periodista o perito agrónomo hay que tener suerte”
Fue en ‘El crack’ el Moro, un guiño a su origen y la forma en que lo conoció ya para siempre Alfredo Landa, el detective Germán Areta que busca en el filme a la hija de un empresario de Ponferrada sin que en esa alusión tuviera nada que ver Rellán, que comenzó ahí un despegue que le ha llevado a cimas interpretativas sin dejar de pisar el suelo. “Lo de la vanidad de los actores es mentira podrida. Y soy un descreído con los premios. No me los creo”, cuenta para reconocer que elige “con muchísimo cuidado” los papeles en el teatro (“te echas una novia para dos años”, explica), mientras que tiene un “respetuoso desprecio” por lo que hace en cine y televisión, donde ha conocido el furor de la fama por sus interpretaciones en ‘Compañeros’ (el célebre profesor ‘Bacterio’) y ‘La que se avecina’. “Y la fama, que en general está muy bien, es espantosa cuando es diaria”, advierte.
“Ser actor me parece el oficio más bonito del mundo. Y encima te aplauden. A un registrador de la propiedad no le aplauden”, suelta mientras lo mismo cita a un clásico que imita a la perfección en la voz y en los gestos a Fernando Fernán Gómez, Alfredo Landa, José Luis Garci o Saza, este último en una frase fuera de rodaje que podría pasar por tal de ‘Amanece que no es poco’. “El 99’9% de la gente de este oficio es maravillosa. Los que desaparecen son por falta de profesionalidad o por ser mala gente. El sistema los expulsa”, añade a la vez que por la recepción va desfilando el reparto de ‘7 años’. “Esto ya va para biografía”, bromea Eloy Azorín. El tiempo se va acabando. Hay que terminar la maleta y ponerse rumbo a Laguna de Duero en medio del temporal de nieve. Pero todavía tenemos que cerrar la charla con un par de alusiones.
“El 99’9% de la gente de este oficio es maravillosa. Los que desaparecen son por falta de profesionalidad o por ser mala gente. El sistema los expulsa. Lo de la vanidad de los actores es mentira podrida”
Pregonero de las Fiestas de la Encina en 2005 y Premio Retina Especial del Festival de Cine de Ponferrada en 2011, ahora reconoce ver una ciudad “más triste, más vacía y menos viva”, pero que puede presumir de oferta teatral. “El Bergidum es un milagro que demuestra la existencia de Dios. Y eso va en el haber de los gestores”, apunta para destacar la figura de su director, Miguel Ángel Varela, “un tipo que pelea, elegante, agradecido y diplomático” tras reconocerse paseando por una Avenida de la Puebla que parece más pequeña que en el sobredimensionado recuerdo de su infancia (y seguro que menos comercial) o visitando las librerías Cajón Desastre y Solana.
Nos lo hemos encontrado, de hecho, leyendo en la recepción del hotel ‘El Sha o la desmesura del poder’, una obra en la que Ryszard Kapuscinski cuenta la resaca de la Revolución Iraní. Y precisamente de corresponsales de guerra, de una conversación entre Maruja Torres y Mónica García Prieto, va la obra que adapta y dirige y que estrenará el próximo año en el Teatro Español Miguel Rellán, un hombre del Renacimiento en la posmodernidad que nos ha regalado una hora y media extraordinaria tras la cual quedan pendientes una discusión sobre feminismo y una invitación. La próxima vez que le llamemos ya no harán falta preguntas retóricas.
Pregonero de La Encina y Premio Retina Especial del Festival de Cine de Ponferrada, ve una ciudad “más triste, más vacía y menos viva”. Cajón de sastre, Solana y el Bergidum son sus lugares de paso

Miguel Rellán ve a Ponferrada “más triste, más vacía y menos viva”

Miguel Rellán (tercero por la derecha), junto al resto de premiados en el Festival de Cine de Ponferrada de 2011. Foto: Festival Cine Ponferrada