Hay quien puede contar en primera persona del singular y del plural un proceso histórico. A José García Soto no hace falta que nadie le explique el paso de una sociedad agraria a otra industrial. Nacido en Cubillos del Sil, tenía todavía dientes de leche cuando salía de pastor; y no le hacía mucha gracia. De regreso de la mili al Bierzo, su pueblo iba a experimentar un cambio sideral con la apertura de la térmica Compostilla II; y hubo vecinos que torcieron el gesto. “La gente aquí sintió que hicieran la central. Y fue cuando empezamos a vivir bien”, contrasta quien se jubiló en esas instalaciones tras pasar por un puñado de oficios distintos. Ahora, a sus 88 años de edad, le basta con asomarse al balcón para ver las chimeneas que fueron símbolo de desarrollo y ahora parecen el cadáver de toda una época.

José García Soto (segundo por la derecha), en la mili

José García Soto (segundo por la derecha), en la mili

Cubillos del Sil acogió la térmica con escepticismo. “Por 43.000 pesetas nos quitaron una viña”, cifra José García Soto al recordar el proceso de expropiaciones: “Y no podías decir nada: pagaron lo que quisieron”

No había estallado todavía la Guerra Civil cuando nació José García Soto en Cubillos del Sil. Los juegos de la infancia se resumen en pocas palabras: “A la pelota y a esconderse”. Lo mismo pasaba con la escuela: “Me mandaron poco. A partir de los 15 años no íbamos ninguno”. Lo primero era el trabajo en el campo. Tenía apenas 8 cuando ya salía de pastor con una pareja de bueyes en ‘El Carballín’. “No me gustaba porque iba yo solo”, reconoce. Tenía 15 cuando murió su padre. Y ahí fue cuando empieza una carrera laboral con un rosario de trabajos distintos que rescata con buena memoria. Tenía 16 cuando un hermano llegó de Asturias con un camión. Ahí aprendió a conducir. “Y cuando llegué a la mili dije que era chófer”, relata. El carné se lo sacó después, cuando ya estaba a punto de regresar al Bierzo. Su pueblo, que “vivía de la labranza”, iba a mudar su piel.

Soto, que ya había pasado por varios trabajos cuando Cubillos del Sil se preparaba para estrenar la central térmica Compostilla II de Endesa en 1961, recuerda el proceso en primera persona del singular. Tres años antes se había licenciado en la mili. Trabajaba con un camión “sacando escombros y llevando hormigón”. Días antes de la inauguración ya había escoltas por el pueblo. “Y luego fuimos a ver a Franco, pero no lo vimos nadie”, cuenta. La primera persona pasa al plural también al recordar el impacto del cambio en su familia. “Por 43.000 pesetas nos quitaron una viña”, cifra al recordar el proceso de expropiaciones: “Y no podías decir nada: pagaron lo que quisieron”. Los vecinos eran escépticos al principio. ¿Alguien pensaba entonces en la contaminación que iba a generar? “No sabíamos nada. Eso vino después”.

Sin saber todavía que iba a tener el futuro laboral a las puertas de su casa, comenzó una carrera itinerante primero a lomos del camión, incluso transportando obreros o haciendo la ruta hasta llevar carbón a Madrid. Había estado ya antes de la mili como barrenista en Coto Vivaldi cuando fue minero del carbón apenas una semana en Santa Marina del Sil. Había que comprar la pala y coger el tren en marcha. “Era muy mala la mina”, sentencia sin obviar una ventaja de aquella efímera experiencia justo antes de una Nochebuena: “Hacía mucho frío fuera y allí dentro se estaba calentín”. Aquella nueva Vizcaya que se había imaginado Julio Lazúrtegui no llegó a desarrollarse en toda su extensión, pero por entonces se dejaba un trabajo y se encontraba otro. Soto lo hacía en centrales hidráulicas para Hidroeléctricas de Galicia cuando regresó a su pueblo ya para siempre a trabajar en Compostilla II.

Había estado ya antes de la mili como barrenista en Coto Vivaldi cuando fue minero del carbón apenas una semana en Santa Marina del Sil. Había que comprar la pala y coger el tren en marcha. “Era muy mala la mina”

Documento antiguo de José García Soto

Documento antiguo de José García Soto

Él, que se recuerda con un dúmper cuando se establecían los sistemas de refrigeración y que había participado en alguna reparación, pasó por varios puestos en la térmica hasta desempeñar hasta el final la labor de fogonero. “Conocí la caldera de arriba abajo”, cuenta. El trabajo “se fue modernizando” a costa de sacrificar algunos empleos. Aquella contaminación en la que nadie había reparado al principio y que obligaba en las casas “a cerrar las ventanas” fue a menos con los nuevos filtros. “Cuando entró (Adolfo) Suárez nos subieron el sueldo un 7%”, recuerda otra vez con prodigiosa memoria. No había llegado todavía a la edad de jubilación cuando se retiró. “Marché antes de tiempo”, dice al recordar la despedida siendo director de la térmica Santiago Sabugal en el año 1995. Todavía eran buenos tiempos.

“Esto era una fábrica de billetes y ahora lo quieren tirar…”, dice desde su casa de Cubillos del Sil, con las chimeneas de Compostilla II de fondo: “Ahora veo a Cubillos y al Bierzo ‘esmagallado’ del todo”

El relato vuelve a pasar de la primera persona del singular a la del plural al valorar el impacto en el pueblo: “Quedamos muy contentos porque dio muchísima vida”. El Ayuntamiento de Cubillos del Sil llenó sus arcas y acondicionó las calles. “Por aquí delante antes no se pasaba. Era un barrizal”, rememora desde su casa, desde la que se divisan unas chimeneas ahora en un proceso de derribo con el que no está de acuerdo. “Esto era una fábrica de billetes y ahora lo quieren tirar…”. Y el plural se extiende a toda una comarca que carburaba al ritmo de las minas y las térmicas. “Y ahora veo a Cubillos y al Bierzo ‘esmagallado’ del todo”, sentencia recelando de que la alternativa pase por poner placas solares: “Eso produce para las empresas, pero dónde están los empleos”. Y así es como José García Soto, que se ha quedado viudo como las chimeneas ante las que posa para la foto, sigue contando la historia.

José García Soto, en la actualidad en Cubillos del Sil, con las chimeneas de Compostilla II de fondo

José García Soto, en la actualidad en Cubillos del Sil, con las chimeneas de Compostilla II de fondo