
El Nazareno Lambrión Chupacandiles sale de la Basílica de la Encina el sábado del fin de semana anterior al Domingo de Ramos
Negro como la parca, portando la misma túnica que vistieron antes que él su abuelo y su padre, Vicente Parra, pucho en la cabeza y campana en mano, anunciará un año más la llegada de la Semana Santa ponferradina. Él da vida desde 1991 al Lambrión Chupacandiles, una figura única que hoy goza de gran reconocimiento pero que fue, no hace tanto, residual y degradada hasta el punto de que su padre, Tito, tuvo que pedir durante unos años que otro lambrión lo acompañara en su recorrido ante los insultos proferidos por el respetable con un par de vinos ya a cuestas. Lambrión porque recorría las bodegas comiendo y bebiendo gratis y Chupacandiles porque las malas lenguas dicen que no hacía ascos ni al aceite de los candiles. Así nació hace casi cuatrocientos años un personaje tan longevo como la cofradía a la que pertenece, la hermandad de Jesús Nazareno.

Vicente Parra, Lambrión desde 1991
Los foráneos pueden tomar por loco a un hombre errando por las calles, solo, vestido de nazareno y haciendo sonar la campana, “y fuera de la Semana Santa”, apostilla Parra. Y es que su peregrinaje desde la Basílica de la Encina tiene lugar el sábado del fin de semana anterior al Domingo de Ramos. Cerca de tres horas para avisar a los cofrades, desde el Paraisín hasta la Avenida de Compostilla, de que es hora de poner a punto sus túnicas. En casi treinta años, Parra nunca ha faltado a la cita. Él, como su padre, también ha vivido momentos complicados. “Hace tiempo sí que tuve algún problema, la gente ya estaba fuera de las bodegas cuando yo pasaba y algunos me insultaban o me agarraban la cuerda”, dice.
“Después de todo este tiempo, cuando la gente habla del lambrión no habla de mí, habla de mi padre, cuando voy vestido así me llaman Tito, como lo llamaban a él”
Ahora las cosas han cambiado. La hermandad lo despide cuando parte y lo recibe a su llegada. “Al principio a veces llegaba a la Basílica y había boda, me pedían fotos, era graciosísimo”. Desde 2018 el Lambrión está registrado como marca y ha sido un elemento clave en la obtención de la Declaración de Interés Turístico Nacional para la Semana Santa de la capital berciana. “Me alegro de que haya cogido auge, me parece que la figura lo merece, es importante”.
Recuerda bien la llamada de la cofradía tras la muerte de su padre en un accidente de tráfico en 1990. “Aunque yo no sabía qué tenía que hacer para mí significó mucho”, cuenta. “Después de todo este tiempo, cuando la gente habla del lambrión no habla de mí, habla de mi padre, cuando voy vestido así me llaman Tito, como lo llamaban a él”. La pregunta es inevitable ¿continuará su hijo la tradición familiar? “Mi hijo es nazareno desde el día en que nació pero la verdad es que nunca lo hemos hablado, dependerá de la hermandad y de él, por supuesto”.

Proceso de preparación en el interior de la Basílica de la Encina

Vicente Parra, padre del actual Lambrión, junto al entonces mayordomo de la Hermandad de Jesús Nazareno, Adelino Pérez
Este seis de abril el personal del Cubelos, ya cerrado, no recibirá al lambrión desde la puerta de su emblemático restaurante a su paso por el puente, pero puede que la familia de Jesús Álvarez Courel, fiel a su tradición, no falte a la cita con el nazareno más famoso de Ponferrada. Parra ya no hace parada en los bares pero si lo ven, beban un vino nuevo a la salud del Chupacandiles, historia del Bierzo.

En una imagen antigua, el actual Lambrión Chupacandiles, Vicente Parra, abajo a la derecha de niño, y su padre, segundo en la fila de costaleros

Foto de varios cofrades de la época, en la previa de una representación teatral

Vicente Parra padre y Narciso Santos, el otro nazareno que lo acompañó como Lambrión durante unos años

Una de las primeras fotos de Vicente Parra, el hijo del actual Lambrión, como nazareno

Vicente Parra y Narciso Santos, con el rector de La Encina, Antolín de Cela

Recorte de periódico del último año que Parra padre, Tito, salió como Lambrión antes del accidente

Tito Parra, rodeado con un círculo

Tras recorrer algunas calles del casco histórico, el Lambrión Chupacandiles baja al centro de la ciudad pasando por las inmediaciones del Castillo de los Templarios