¿Ser un niño superdotado en la década de los ochenta era una bendición o un castigo? “A mí me hizo conflictivo. Y estoy frustrado todavía”, admite Daniel Cerejido al relatar un peregrinar por distintos colegios mientras el sistema educativo iba limitando su evolución. Hizo luego estudios de Derecho sin vocación de abogado. Y se embarcó en otro peregrinaje dedicado a la actividad económica por medio mundo hasta echar raíces en Moscú, donde fue delegado de la Liga de Fútbol Profesional en Rusia y los países bálticos hasta que a principios de este año asumió el cargo de director ejecutivo del equipo búlgaro Botev Plovdiv. Las instalaciones del club son ahora, en medio de una pandemia, su nuevo hogar.

Daniel Cerejido, de niño, en una celebración
Daniel Cerejido fue un niño superdotado. “A mí me hizo conflictivo. Y estoy frustrado todavía”, dice al relatar un peregrinar por distintos colegios mientras el sistema educativo iba limitando su evolución
Nacido en Ponferrada en 1981, una visita al psicólogo para hacer un test de inteligencia le cambió la vida de niño. Había aprendido a leer y a realizar operaciones matemáticas con apenas tres años de edad. “Y me aburría en la escuela”, señala. La prueba dio como resultado un coeficiente intelectual por encima de la media. Su familia le cargó con una lista de actividades extraescolares que no acababa de digerir de buen grado. Y, tras pasar de primero a tercero de EGB en el Colegio La Asunción de Flores del Sil, se matriculó interno en los Maristas de León, el único que no le obligaba a repetir quinto. La situación se repitió más adelante hasta forzar sucesivos cambios al Colegio San Ignacio y al Instituto Gil y Carrasco de Ponferrada.
“Hay mucho fracaso escolar entre niños superdotados”, dice al recordar como su “mejor etapa” la de los Maristas. “Fue donde más aprendí y donde más me respetaron”, alaba. Llegado séptimo, el sistema le puso en la disyuntiva de repetir curso en San Ignacio o quedarse un año en casa. Optó por lo primero. “Pero en cierto modo me avergonzaba repetir”, asume. Sin tener definidas sus preferencias, se matriculó en Derecho también por seguir los pasos de su padre, que había entrado de fogonero en Endesa, cursó después la carrera y llegó a ser subdirector de Relaciones Laborales de la compañía eléctrica. Tras criarse en el barrio de Flores del Sil (con apenas un año y medio en Compostilla más el internado en León), su salto a la universidad coincidió con el traslado por motivos profesionales de su padre a Madrid, donde ambos se asentaron.
“No me costaba estudiar, pero la facultad estaba muy lejos y me costaba ir. Allí aprendí a jugar al mus”, admite sobre su período universitario. Hizo sus prácticas empresariales en el despacho de abogados laboralistas madrileño Sagardoy. Y cursó un Máster en Asesoría Jurídica Laboral que le permitió entrar como responsable de organización y de recursos humanos de una central de ciclo combinado de Endesa en Tarragona. Puede que ese fuera el sueño de los padres (y más de los suyos) de cualquier familia berciana. Él recuerda el olor a ácido clorhídrico y la decisión (no fácil de entender) de renunciar al cargo. El apellido paterno pudo ser más castigo que bendición hasta el punto de camuflarlo. “En estos casos no se te respeta por tu trabajo”, dice quien rehúye la zona de confort. “Yo he sido muchas veces un poco suicida en eso”, advierte.
Cursó un máster que le permitió entrar como responsable de organización y de recursos humanos de una central de ciclo combinado de Endesa en Tarragona, pero renunció al trabajo para buscar otros retos

Daniel Cerejido, en una estampa familiar

Daniel Cerejido, de niño

Flanqueado por los futbolistas Alexander Mostovoi (izquierda) y Diego Forlán
El deporte ha hilado su biografía desde los tiempos de los Maristas o su experiencia en el despacho Sagardoy defendiendo al Valencia Club de Fútbol en casos tan mediáticos como de la denuncia de Albelda
El caso es que Daniel Cerejido dejó uno de esos trabajos que parecen para toda la vida. “Me fui para no tener nada”, confiesa. Dio un giro tan grande que incluso dobló el mapa del mundo para pasar dos semestres en Australia haciendo un Máster en Administración de Empresas, que completó con una especialización en gestión deportiva en una universidad rusa. Y es que el deporte también ha sido un hilo conductor de su biografía desde los tiempos de los patios de colegio en los Maristas o su experiencia en el despacho Sagardoy defendiendo al Valencia Club de Fútbol en casos tan mediáticos como de la denuncia de David Albelda. El espíritu competitivo de quien en el internado leonés prefería el baloncesto y el fútbol sala en lugar del emblemático balonmano porque en este último había mejores jugadores, se trasluce en una frase que vale para el deporte, para el mus y para la vida: “No hago cosas en las que sé que no voy a ganar”.
Tras pasar por Estados Unidos, la India o China, acabó asentándose en Rusia, donde ha sorteado barreras relacionadas con la idiosincrasia (“me desesperaba porque el país mantiene mucha de la burocracia comunista, pero ellos, aunque son difíciles de abordar al principio, luego son muy leales”) o el clima (“ha habido meses de diciembre de apenas seis minutos de luz solar”). Cerejido, que hizo negocios al calor de eventos deportivos como los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi en 2014 o el Mundial de Fútbol de Rusia en 2018, fue representante de la Liga, para la que ha gestionado en aquella zona patrocinios o derechos televisivos. A punto de entrar en Adidas para dinamizar las ventas de la firma deportiva en Moscú, aceptó la propuesta de ser director ejecutivo del Botev Plovdiv, un club de fútbol búlgaro que tradicionalmente rivaliza en la zona noble de la liga con su adversario local, el Lokomotiv, y los equipos de Sofía.
Ahora vive solo (su familia quedó en Moscú) en las instalaciones del club de una ciudad de cerca de 400.000 habitantes con los objetivos de estabilizar la economía y profesionalizar la gestión desde un cargo asimilable al de presidente en el fútbol español. Tras poner una pica en varios continentes, reside actualmente a más de 3.000 kilómetros de Ponferrada. “Pero nunca me he ido del Bierzo. Tengo tres abuelos vivos. Y siempre que voy a España, me acerco a verlos”, cuenta. Acostumbrado a los retos, el de reactivar la economía berciana se le antoja complicado. “Veo poco potencial de industria. La población está envejeciendo. No hay apoyo prácticamente del Gobierno central. Le veo poca solución a no ser que venga un salvador”, diagnostica con el ejemplo en carne propia de una generación que esparce su talento fuera de una comarca que afronta el partido por su futuro con el marcador en contra.
“Veo al Bierzo poco potencial de industria. La población está envejeciendo. No hay apoyo prácticamente del Gobierno central. Le veo poca solución a no ser que venga un salvador”

Daniel Cerejido, de niño

Daniel Cerejido, de niño

Daniel Cerejido, de niño

Daniel Cerejido, en una celebración infantil

Daniel Cerejido, de niño

Daniel Cerejido, de niño

Daniel Cerejido, de niño

Daniel Cerejido, de niño

Daniel Cerejido

Daniel Cerejido ha sido delegado de la Liga de Fútbol Profesional para Rusia y los países bálticos

Daniel Cerejido

Daniel Cerejido, junto a Alexander Mostovoi

Daniel Cerejido

Daniel Cerejido

Daniel Cerejido, junto al patinador español Javier Fernández

Daniel Cerejido, junto al patinador español Javier Fernández