Una de las espinas de su vida es no haber jugado en el Vélez Sarsfield, y es que quizá quede algún argentino que no haya puesto el culo en el diván del psicoanalista, pero que el fútbol es la religión oficial del país no lo discute ni Dios. Carlos Attadía Barbero nació en Buenos Aires el 6 de noviembre del 54, apenas diez meses antes del golpe de Estado que derrocó a Perón. Se crio en un apartamento en el que “siempre había gente” y pasaba las tardes en las calles del barrio. “Hacíamos las porterías con ropa y jugábamos hasta que venía la policía y echábamos a correr todos”. Lo escribió Octavio Paz y lo repitieron Borges y el actual presidente de la república, aunque este último patinó tergiversando la cita, “los peruanos descienden de los incas, los mexicanos descienden de los aztecas y los argentinos descienden de los barcos”. Quién sabe, pero quizá por eso se aclimatan a cualquier tierra. En cualquier caso, este porteño con abuelo de Cuenca y abuela italiana escribe y compone ahora en un antiguo valle de eremitas “muy tranquilo, demasiado”. Nadie compara esto con Argentina, pero El Bierzo también se jodió en el algún momento.

Carlos Attadía, poeta y cantautor argentino asentado en Compludo.

Compludo tiene ahora doce vecinos fijos “más los que bailan” y uno de ellos nos recibe con bigote recortado y ojos que se achinan acompañando una sonrisa perenne y honesta. Comentamos que hace frío y la sonrisa se ensancha, pero nos abre el bar de la Chapacuña, la asociación cultural que preside, y nos cede las sillas más cercanas a la estufa. Ataddía, cara conocida de la escena cultural de la comarca,  llegó aquí a principios de los noventa y se instaló definitivamente en el 96. Pero para entonces ya traía consigo una maleta que guardaba varias vidas. Sobrino del compositor de tango y director de orquesta Alfredo Attadía, mamó la música desde la cuna y empezó a escribir poesía con 14 años. “También tocaba la guitara, fue la época del rock argentino que dio un revolcón a la música que había, eso era lo mío”.

“La universidad estaba llena de policía secreta, eso era el infierno, empezó el tema de la represión y aquello era terrible”

Pasó la primera juventud inmerso de lleno en el ambiente cultural que se respiraba en los garitos de la ciudad porteña y se matriculó en Derecho. “Con el idealismo de los 18 años me veía como un abogado que defendía a la gente”, pero llegó entonces el golpe de Estado de Videla y la dictadura militar. “La universidad estaba llena de policía secreta, eso era el infierno, empezó el tema de la represión y aquello era terrible”. Abandonó entonces la facultad y comenzó a trabajar en un banco. “Había miedo pero se sabía poco, no daban las noticias. Ahora pienso que también había inconsciencia, porque hasta no que no pasaron los años no pensé ¡joder, la que me pudo haber caído!”

En 1980 presentó en el Café Tortoni de Buenos Aires Poevida, su primer poemario, y en junio de ese mismo año voló a Madrid con un empleo negociado en el banco para el que trabajaba en Argentina. “Me encontré un país en obras. Había muchas huelgas, muchas manifestaciones, y la movida madrileña al lado de lo que yo había vivido me pareció flojita, pero disfruté muchísimo de esos años”. Aquí los acontecimientos se agolpan: compone, escribe, toca en diferentes locales, estudia inglés, traducción y hasta trabaja como taxista nocturno durante dos años, “¡eso sí que daba para una enciclopedia!”

A través de una amiga maragata y en una nueva vuelta de tuerca aterriza en El Bierzo por pura casualidad. Compludo, dos viviendas en venta y una idea. Lo vio claro. Así nace la casa rural ‘El Ermitaño’, que durante cinco años le obligó a ir y venir desde Madrid hasta que en el 96 se instaló definitivamente en la comarca. “En aquel momento el sector empezaba, estaba de moda, luego se sobredimensionó el negocio como pasa con todo. Aquí el turismo tiene potencial, pero nunca llegamos. La gente dice ¡qué bonito es el campo! Pero a la hora de la verdad… También tiene que haber una apertura por parte de la gente de los pueblos a hacer cosas, porque muchas veces son remisos”.

Con cierta desilusión por los planes que no ha podido llevar a cabo, a Attadía, con dos poemarios publicados e infinidad de conciertos a sus espaldas, le gusta leer a la gente y escribirlo después. ¿Es este un buen sitio para escribir? “Todos los sitios son buenos para eso, hasta los peores”. Un humor finísimo y adaptación al medio, está claro que sigue siendo argentino, o berciano.

Carlos Attadía y Jaime Cano

Carlos Attadía y Jaime Cano

Carlos Attadía

Carlos Attadía, poeta y cantautor argentino asentado en Compludo.

Presentación de su libro ‘Quejas del alma’

Carlos Attadía leyendo un manifiesto de la Asociación Caracol

Carlos Attadía leyendo un manifiesto de la Asociación Caracol

Carlos Attadía y Rafael Amor

Attadía en un acto de apoyo a los saharauis

Attadía en un acto de apoyo a los saharauis

Attadía con su hijo mayor.